Capitulo|10

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La oscuridad se disperso y abrí los ojos para encontrarme en otra habitación a la que estaba antes.

Trate de moverme y me asuste cuando ví que estaba amarrada a una mesa de metal. Mis brazos y piernas extendidos, atados en las esquinas de esta.

Mis ojos dolían y me costaba tragar.

La puerta se abrió y un muy sonriente, casi maniaco, Ronald entro. Me miro y su sonrisa se ensancho hasta volverse muy tétrica.

— Pequeña Norris. Hoy estoy de buen humor y con mi paciencia restablecida. Vamos a ver cuanto aguantas antes de hablar.

Acerco una mesa llena de utensilios de tortura y sonrió de forma psicópata.

Saco un trapo mojado y me lo extendió en la cara. Escuche que cogió algo de la mesa y un segundo después estaba vertiendo agua sobre mi nariz y boca, ahogándome.

Pateé y trate de soltarme pero fue inútil.

El agua se detuvo y él quito el trapo e mi cara. Yo tocí y  respire tanto como pude hasta que Ronald volvió a repetir su acción y me ahogo de nuevo.

Me saco el trapo por quinta vez y mis pulmones se negaron a absorber  aire. Comencé a asfixiarme.

Él me miro unos segundos antes de que el reconocimiento barriera su cara y se llenara de horror.

Comenzó a gritar. Sus hombres entraron y me desataron pero el oxigeno no entraba, por lo que me mareé con rapidez y poco a poco mi inconsciencia se hizo presente. Aquí terminaba todo. El sufrimiento se acabo.

(...)

En cuanto abrí los ojos me sentí asquerosamente dolorida y sucia.  

Todo estaba oscuro y a lo lejos escuchaba el ladrido de un perro. Era sinceramente tétrico.

Intente moverme pero me fue imposible al principio.  Unos minutos después pude incorporarme y poner la mano el la pared. El lugar olía a desperdicios. Pronto me entere de que estaban en un contenedor de basura.

Algo me toco la pierna cuando me rendí y volví a tirarme en las bolsas de basura. Abrí los ojos desmesuradamente. Trague saliva y moví mi pie con suavidad. Algo chillo. No era un chillido de rata. Era un chillido de cachorro.

Sin pensar en mi dolor, me incorpore y busque a tientas al pequeño. Lo encontré siendo tragado por las bolsas de basura.

Shh – arrullé.

Lo acurruque en mi pecho y volví a intentar llegar a la tapa del contenedor. Si no luchaba por mi siempre lucharía por el cachorro. El no tenía la culpa.

Cuando estuve arrodillada mi cabeza toco la tapa. Emplee toda mi fuerza para abrirla. Logre asomar la cabeza. Había un hombre con una bolsa acercándose. Golpee con la fuerza que me quedaba el contenedor y él levanto la vista, corriendo cuando me vio.

Me ayudo a salir junto al cachorro y reviso que no hubiera otros. Los había, pero muertos.

Te... ... Fonologre murmurar.

Él hombre saco a toda prisa un celular de su bolsillo. Me lo tendió.

Marque el único numero que recordé.

Mi Eric – susurré antes de que las fuerzas me abandonaran y el hombre cogiera su teléfono para hablar por mi.

Gregor



golpee denuevo la cara del bastardo. ¿Donde estas, pequeña?

¡NO TE LO VOY A REPETIR! ¿DONDE MIERDA ESTA ELLA? – grite a Ronald. Él miro los ojos de su hermano.

— Sucedió de nuevo – dijo simplemente.

Will saco la pistola y le dio un balazo en la pierna. Ronald grito. Will hizo lo mismo con todas sus extremidades. Luego le vacío lo que quedaba del cargador en la cabeza.

Lo mire. Él parecía estar padeciendo un dolor.

Cayó de rodillas sin parar de disculparse. Grite. Las lágrimas corrían por mi rostro. Grite por piedad. Por misericordia.

Eric no movía un musculo. Su teléfono sonó y lo atendió como en un trance. Cayó de rodillas.

— ¿Mi pequeña? – susurro con incredulidad.

Cuando me iba a levantar para correr hacia él, Eric se levanto y corrió mas rápido que nunca. Lo seguí.

(...)

Llevábamos una hora corriendo cuando llegamos a un callejón.

Él corrió dentro y grito.

Me adentre y lo encontré tirado sobre el cuerpo de Erin. Ella abrió los ojos, sus hermosos ojos, y me miro.

Todo después de eso paso muy rápido. El hombre que la había salvado se llevo el agradecimiento de veinte personas, nuestros aliados (incluyendo a Will) nos habían seguido, y mucho dinero, abrazos y besos.

Llamamos a la ambulancia y en ese momento vimos al  cachorro en brazos de Erin. El pequeño tenia una pata lastimada y estaba desnutrido. Erin hizo jurar a Eric que lo cuidaría como si fuera el hijo de ella.

Eric me había mirado como si hasta ahora pensara en la posibilidad de que Erin y yo tuviéramos sexo.

Levante mis manos, proclamando mi inocencia. Ya quisiera yo hacerla mía completamente.

Ella estaba a salvo.

Jamás había estado tan aliviado.

La amaba más que a mi vida. No sabia que haría si ella un día me faltará.

Erin era la pequeña dueña de mi corazón. En sus delicadas manos estaba mi felicidad, y mi tristeza.


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Mí Demonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora