Marzo 16 // Nuevo Inquilino

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Marzo 16, 2015.

Apreciable y desconocido inquilino detrás de la puerta 307:

Comienzo a escribir esta carta sin saber realmente cómo es que debo hacerlo.

Desconocido, debo iniciar con una disculpa por si estas líneas te resultan confusas, pero es imposible que tomar una Fluoxetina con Whisky por la mañana, dé como resultado un discurso coherente y motivador.

Dicho eso, te doy la más cordial bienvenida, inquilino detrás de la puerta con el número 307. Espero disfrutes tu estancia en nuestra casa de ensueño, esa que tiene la envidiable vista al parque central que amortigua el ensordecedor tráfico que no para hasta bien pasada la medianoche.

¿Qué podría decirte yo que no hayas notado ya acerca de la increíble decisión que has tomado? Mamá, con quien imagino que estuviste en contacto para llevar a cabo todo el papeleo pendiente, me contó que te mudaste apresuradamente hace un par de días. No sabes cuanto es que te lo agradezco, la ansiedad me estaba matando al imaginar que dejaría abandonada nuestra increíble casa... Disculpa, tu ahora increíble casa.

Comprar un lugar como ese en estos días no es tarea sencilla. La vida ajetreada y el inexistente sentido de pertenencia de esta nueva generación, vuelven la venta de una casa una misión imposible; aunque en el fondo estaba segura de que tenía que existir alguien que apreciara el valor de habitar un verdadero hogar permanente, aunque eso significara estar un poco alejado del burbujeante centro de la ciudad.

Y es que, ¿Quién no moriría por vivir en una propiedad como esa? Nuestra casa -ahora más tuya que nuestra- es lo más cercano a un oasis de tranquilidad a la orilla de una gran ciudad, donde los apartamentos de 50 m2 y construcciones apretadas abundan en cada esquina, volviendo la privacidad un lujo al que pocos pueden aspirar.

Quizás divague un poco, pero casi puedo asegurar que una de las razones por las que decidiste comprarla, fue el amplio jardín en la parte trasera; ese donde alguna vez intenté cultivar hortalizas y gerberas. Y aunque mis intenciones fracasaron gracias al complicado clima que nos aqueja, no quisiera que tú perdieras las esperanzas de tener éxito si es que alguna vez lo intentas. Bastará solo con un poco más de perseverancia y paciencia, ingredientes que claramente yo no tuve en aquellos días.

Debo admitir que aunque el jardín era uno de mis lugares favoritos, sería injusto no mencionar también la confortable terraza con vista a la avenida central, esa donde el sol entra al asomarse la luz por el horizonte, convirtiéndola en el lugar perfecto para disfrutar de un buen libro a solas, al igual que yo lo hacía mientras Jürgen trabajaba muy concentrado en el comedor de la cocina...

Disculpa, tengo una capacidad innata para hablar de temas irrelevantes cuando no se me ha pedido y ahora, una vez más, comienzo a describir todas las razones por las cuales amaba ese lugar sin estar segura de que te interese escucharlo.

Debo confesar que aún con esta peculiar habilidad de ser impertinente, aún me es complicado hablar con los demás sobre el hogar que Jürgen y yo construimos, soñamos y disfrutamos juntos. Hacerlo se ha convertido en una de las pruebas más dolorosas a afrontar desde que mamá puso en venta nuestra increíble casa. Incluso ahora mientras me marcho, no tengo idea de cómo es que Gretchen me convenció para abandonarlo todo y tomar este tren con destino a Berlín, el cual promete -entre otras cosas-, un viaje largo y provechoso hacia una "nueva y maravillosa vida".

¿Acaso no suena demasiado pretencioso esperar que un viaje como este me regale "una nueva vida"? Por supuesto que sí y no importan las veces que intenten convencerme de que la vida mejorará de forma milagrosa cambiando de ciudad, al final, me parece imposible aceptar una mentira tan grande como esa.

La vida no cambia, no mejora y mucho menos se renueva comprando un nuevo apartamento, estando rodeada de gente extraña a la cual no le interesa lo que sucedió y mucho menos lo que sucederá conmigo. No será suficiente con cambiar mi peinado y guardarropa fingiendo que soy una nueva Morgen. Mucho me temo que la vida permanece de la misma forma si se mantienen escondidos en la maleta los recuerdos y las extintas las ganas por seguir existiendo.

Ahora es cuando más entiendo a Jürgen, él jamás creyó en Gretchen ni en Mamá, de hecho solía pensar que exageraban la mayor parte del tiempo y no eran del todo sinceras. En este punto soy igual a él, no creo en ellas y sus planes para "mantenerme a flote"; tampoco creo en mí misma, e incluso dejé de creer en el costoso terapeuta que me recetó un cóctel mortal de antidepresivos y ansiolíticos, los cuales debo tomar cada mañana junto con una interminable lista de actividades que prometen mantenerme activa y lejos del cúmulo de ideas autodestructivas que me aquejan desde hace meses.

¡Demonios! Una vez más ese aberrante chirrido que producen las vías del tren al detenernos en la estación se hace presente. ¿Sabes? Aborrezco este viaje, no puedo soportar el ruido incesante de las ruedas sobre las vías y el bullicio que se levanta cada que estamos a punto de entrar en el andén. Me estoy volviendo loca, incluso un poco más de lo que el diagnóstico médico nos advirtió en la última visita con el psiquiatra.

Si estuvieras aquí, viendo los rostros faltos de expresión que se distribuyen a mi alrededor, estoy segura que pensarías de la misma forma que yo: Los trenes apestan.

Es interesante imaginar qué es lo que pasa por todas las cabezas de aquellos que miran atentamente por las ventanas, como esperando que el pasar acelerado de los árboles a la orilla de la vía, haga menos tedioso el encierro en este vagón. Justo ahora mi mirada se dirige hacia un hombre con pinta de negocios: Abrigo gris, barba bien arreglada, zapatos lustrados y un reloj bastante costoso a juego con su maletín negro. Su mirada está clavada en el horizonte desde que salimos de la estación de Hanóver y ni una sola vez ha perdido el rumbo de sus pensamientos. ¿Irán bien los negocios? Quizás, o podía ser que sus pensamientos no se centran en las ganancias de este mes, ¿será que extraña a alguien?. Es probable que esa sea la razón de todo.

Supongo que cada uno de los que nos hemos enfrascado en este viaje añoramos algo; algunos esperarán el momento de volver a casa para reunirse de nuevo con su familia, seguramente tendrán una esposa amable e hijos cariñosos que les darán la bienvenida a casa. Otros, quizá, habrán dejado sobre el andén al amor de su vida, haciéndose promesas de volver que, después de un par de meses, no serán más que palabras vacías. Aquellos que restan sin familia o hijos, extrañarán algún empleo o a un amigo, mientras que yo, en este otro extremo del vagón, sólo añoro la vieja casa con el número 307, esa donde se quedó gran parte de la mejor historia de mi vida.

A veces cuando lo pienso, creo que en realidad no extraño a Jürgen y su amor infinito hacia mi, lo que en verdad extraño es su voz suave al llamarme por las mañanas para tomar el té en la terraza, su cabello alborotado por el viento cuando salíamos por la tarde a dar un paseo en bicicleta, o el olor a hierbabuena inundando la habitación al anochecer. Entonces es cuando pienso en ello y una vez más me pregunto: ¿Por qué no terminé con esto en el mismo lugar donde él lo hizo?, ¿Por qué estoy en este tren abandonando los mejores recuerdos de mi vida y dejando entrar a un extraño en los rincones donde aún continúa su esencia?

Hay días como hoy, en que lamento haber tenido consideración por la increíble y costosa alfombra con que mamá cubrió el piso del estudio, sé que invirtió demasiado esfuerzo para cubrir las manchas de sangre que no salieron con facilidad de la madera. Es seguro que incluso, hubiera estado por horas discutiendo junto a Gretchen sobre cuál era el mejor diseño para hacer juego a las paredes grisáceas, restándole un poco de solemnidad a la "habitación de la desgracia".

La primera noche después del entierro de Jürgen, me lo pensé dos veces antes de jalar el gatillo, sosteniendo un arma sobre mi sien con los dedos temblorosos y las lágrimas saliendo a cántaros por mis ojos, justo en el mismo lugar donde él se paró para hacerlo. Cada que lo pienso detenidamente llego a la misma conclusión: De haber tardado una noche más en llevar la alfombra a casa, Mamá no sólo habría cubierto el desastre que la sangre de Jürgen provocó en el estudio, también hubiese tenido que esconder las manchas enfadosas de mi suicidio sobre la madera.

¿Quieres un buen consejo? Jamás te deshagas de la alfombra en el estudio.

Suerte detrás de la puerta 307, nuevo inquilino.

Morgen K.

La puerta 307© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora