Agosto 12 // Maestra especializada en "Jürgens"

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Agosto 12, 2015

Markell:

Como desearía que me vieras con el pequeño delantal de "Süße Bäckerei" colgando de mi pecho. Tenías toda la razón, las etiquetas a veces son lo mejor que nos pudo haber pasado. Después de meditarlo por al menos una semana, decidí que no era tan terrible la idea de aceptar la oferta de empleo que me ofrecieron por mera lástima. Sé que en absoluto tendré una carrera brillante como barista, es más, después del medio día, el café comienza a olerme bastante repugnante, pero, al menos es un buen pretexto para salir de casa cada mañana.

Tal cual imaginarás, y como tus predicciones lo dijeron, todos en el vecindario me tratan con exageradas consideraciones, incluso mis nuevas empleadoras han dejado pasar por alto los retrasos matutinos y los cafés derramados, todo lo solucionan con una mirada dulce y unas cuantas palmadas en la espalda. Sé que en el fondo no piensan más que: "Pobre chica, tan torpe y sin futuro, hagamos un poco de caridad con ella" y, aunque eso hace un par de semanas me hubiera molestado en extremo, ahora mismo creo que no me incomoda del todo.

Dos panqués a la basura y 5 capuchinos sobre la mesa ha sido el conteo total de la semana y aún así, la miserable paga al final de la jornada no ha dejado de llegar a mis manos. Lo agradezco, aunque, la parte más moralina en mi sabe que en realidad no lo merezco, después de todo, no me han contratado para pasarme las horas divagando en silencio, además de estropearlo todo cada que un cliente entra por la pequeña puerta anunciando su llegada con un feliz repiqueteo.

Pero... ¿Te confieso algo, Markell? Aunque salir del apartamento me ha librado al menos de la mitad de los estúpidos pensamientos que me aquejaban en soledad, aún hay una idea persistente que me persigue impidiéndome concentrarme totalmente: ¿Qué era tan malo de nuestra vida, que orilló a Jürgen a irse como lo hizo?

Entiendo que no llegaré a ningún lugar tratando de encontrar una justificación razonable, al menos que fuese él en persona, quien me explicara que fue exactamente lo que lo llevó a ese abismo. Sé que difícilmente una justificación terminará por satisfacerme y es que, no importa las veces que trate de alejar esa interrogante de mi mente, siempre existe algo, o alguien, que termina por arrastrarme de nuevo a ese laberinto sin salida. Por ejemplo hoy; mientras las chicas sacaban los panqués del horno, escuché como incluso ellas se preguntaban que habría estado mal con Jürgen como para dispararse, porque si, que quede bien claro el hecho de que mamá les dio todos y cada uno de los detalles de cómo habían ocurrido los hechos. Al inicio deseé interrumpirlas para reclamar un poco más de respeto por mi presencia en la cafetería, pero después noté que en lugar de armar un gran alboroto por lo que había escuchado, lo que realmente me interesaba saber eran sus conclusiones acerca de nuestro fallido caso y ¿Al final? nada, ni siquiera ellas encontraban una buena razón por la que alguien pudiera haberme dejado de esa forma, incluso soltaron tres o cuatro cumplidos que ni yo misma hubiera puesto sobre mi cabeza de conocerme más a fondo: "Es que es tan amable, aparte de su tristeza por la muerte de su esposo, parece ser simpática y con un carisma sin igual, seguro que preparaba la cena todas las noches y lo regodeaba con cariñitos todo el día, se nota que es especialmente dulce" ... Lo sé, quizás si me conocieran como todos a los que desde la muerte de Jürgen he mandado de vuelta con sus "buenas intenciones" sabrían que lo más dulce que él me dejó, fue el azúcar al fondo de la alacena y los cientos de pasteles que comí en las noches de insomnio, más allá, la ternura se me ha extinguido y aunque ellas crean que es un paso momentáneo, me provoca un tanto de ansiedad tener que desmentirlas en sus incrédulas suposiciones, aunque...debo aceptar que, si, a Jürgen jamás le negué mi cariño y probablemente ahora, tampoco se lo hubiese negado.

No alardearé con mentiras jurando que Jürgen y yo éramos la pareja perfecta y de ensueño, como todos, tuvimos al menos un ciento de altos y bajos. Discutíamos, dejábamos de hablarnos, manoteábamos al estar enojados y por lo menos en 1 ocasión, huí a casa de mi madre segura de que aquello que llamábamos "hogar" se encontraba a punto de ser exterminado y que nada, incluso el amor que sentía por él, sería capaz de salvarlo; al final siempre supe que era parte del aprendizaje, de los arranques de pasión que, como todo matrimonio joven, habíamos terminado experimentando y que después de un par de días, el volvería a buscarme rogándome que no me fuera de su lado, como todo matrimonio primerizo y algo torpe. Si lo pienso a fondo, no importa las veces que haga un recuento de los daños, en ningún momento los peores ratos le han ganado a todos los increíbles recuerdos que conservo a su lado.

Lo amaba, como una loca, nada en mi vida giraba alrededor de algo que no fuera él; él y sus cabellos castaños, él y esa forma de juguetear con sus labios cuando estaba estresado, él y sus ocurrencias de media tarde, sus arranques de aventura a finales de semana y la forma en que me tomaba entre sus brazos para tomar el té en el jardín durante los veranos. Él, él y simplemente él.

Si alguien quisiera verse quisquilloso y hacerme una prueba acerca de cuanto es que lo llegué a conocer durante esos años juntos, podría asegurar que no fallaría ni una sola de las respuesta. Conocía cada secreto, cada faceta, cada locura e incluso, cada manía desesperante que tuviera. Hablábamos el uno al otro durante horas enteras y el observarlo en silencio, mientras trabajaba o miraba el televisor, sé que me convirtieron en una total experta en la materia. Yo y sólo yo podría ostentar el título de Maestra especializada en "Jürgens" Y es justo en este punto cuando comienzo a preguntarme: ¿Entonces en que momento me perdí de una parte tan importante que me impidiera predecir que Jürgen hacia un rato que había dejado de ser feliz con nuestra vida? ¿Fui yo la culpable, o simplemente fue un ataque irremediable de locura, lo que le obligó a tomar esa pistola y abandonarme de por vida?

Hay veces, como hoy Markell, en que desearía con todas mis fuerzas poder volver al pasado para revisar segundo a segundo nuestras vidas y encontrar el instante preciso en que todo cambió en su mundo, quizás si tuviera la oportunidad de entender que fue exactamente lo que hicimos mal, podría dejar pasar esta ansiedad que me carcome día con día por no tener una respuesta alentadora.

Desconcentrada y con fatiga,

Mörgen K.

La puerta 307© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora