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Martes...

Mi dulce Mörgen, te miro pasear de un lado a otro de la habitación buscando un buen lugar para guardar nuestros trajes de boda una vez más y no puedo evitar sonreír al notar tu frustración. El armario se ha llenado por fin y pronto no quedará espacio para una sola cosa, tal parece que siquiera para nuestros recuerdos.

¿Sabes? Siento como si hubiera sido justo ayer el momento en que te miré caminar hacia el altar con ese hermoso vestido blanco que tanto amaste desde la primera vez que lo viste detrás del aparador. Te veías bellísima, más que nunca; tu sonrisa era diferente esa tarde, más brillante que antes y con cierto toque de nerviosismo que terminaba por hacerte lucir terriblemente adorable a mis ojos, obligándome a suprimir esas ganas que me inundaron de tomarte entre mis brazos con fuerza para protegerte de todo.

A veces me pregunto, ¿Podría llegar a olvidarme de la forma en que pusiste esa argolla platinada en mi dedo, mientras murmurabas de memoria tus votos? Prometiste amarme, por siempre, con locura y desenfreno, sin límites, uniéndote a mi vida hasta el último momento y yo, prometí lo mismo, incluso lo juré mirándote a los ojos, con calma y sonriéndote, sabiendo que te estaba haciendo la mujer más feliz del mundo al escucharlo, porque en ese momento solo era tu Jürgen, ese que te hablaba de amor y lealtad hasta el momento en que la muerte decidiera separarnos. Juntos estábamos haciendo realidad tu sueño, ese que desde niña habías imaginado como un cuento de hadas perfecto. Eras una princesa y yo, el príncipe de tu cuento... quién diría que con el tiempo tu noble caballero terminaría resultando imperfecto y defectuoso, acallando en silencio sus temores y volviéndose inevitablemente inservible, aquejado por los cientos de demonios que no lo dejarían en paz y le quitarían cada noche el sueño.

Cada día que pasa, cielo, me siento un poco más culpable, pero al final, no me arrepiento por hacerte feliz, por darte la satisfacción de sentirte amada y protegida, aunque a veces desearía no haber comenzado a ilusionarte con todo esto, con una vida y matrimonio perfectos. Quizás si estos sentimientos confusos se hubieran presentado antes de que todo se volviera tan complejo, me habría alejado a tiempo de ti para no mentirte como lo he estado haciendo durante todo este tiempo.

Te amo, demasiado, pero hay días como hoy, en que la culpa me carcome y me gustaría tomar el valor para preguntarte ¿Qué es lo que aceptarías a cambio de perdonar todas y cada una de las mentiras que me he visto obligado a decirte, Mörgen? ¿Cuál sería el precio que habría de pagar, para dejarme ir de tu lado sin resentimientos ni reproches?

Me pregunto...

Jürgen

La puerta 307© (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora