Capítulo 1

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—Deberían ir a la iglesia a aprender lo que son los valores humanos. —dijo la señora Thumprey, una de las residentes del condominio "Albert's Palace".

—Pero señora Thumprey, ¿Cuál es el problema? —preguntó Leah Fleekbourn, parada al lado de su mejor amiga.

—¿Ustedes creen que pueden tomarme el pelo? ¡Yo vi bien que hicieron! ¡Voy a llamar a las autoridades! —la mujer mayor hacía movimientos desesperados, típico de una vecina espantada.

—¿Pero que hicimos? —volvió a preguntar Dove Miller, la mejor amiga de Leah. Ambas eran como uña y mugre, y es que, por más que las dos sepan que no son ningunas santas, esta vez no habían hecho nada fuera de lo normal en el condominio, y claro, era cosa rara.

—Yo se muy bien que desde el otro día las vi consumiendo drogas, señoritas. —la "vieja" miraba espantada a las dos chicas, mientras que sus ojos intentaban no salirse de su cara por la impresión de lo que había descubierto.

—¿Qué? —Dove y Leah exclamaron al mismo tiempo, mientras intentaban ocultar su sonrisa y disminuir su voz de risas.

—No soy ciega, niñas. Las vi consumiendo unas pastillas, mejor llamadas, droga. —añadió Theodora Thumprey.
Dove y Leah empezaron a reírse sintiendo un poco la falta de respeto que le daban a su vecina.

—Señora Thumprey, nuestra droga es muy dulce, y además viene en colores. —dijo Dove. La mujer las miraba extrañada y algo furiosa.

—No me falten el respeto que voy a llamar a sus padres para que sepan lo que están consumiendo desde tan jóvenes. —Leah y Dove pararon de reír un momento.

—Si, dígales a NUESTRAS MADRES, ya que yo no tengo padre, que nosotras compramos cada semana una cajita de dulces Wonka "Sweet Tarts", y que si alguien tiene la culpa, es la fábrica de dulces por hacer caramelos en forma de marihuana. —dijo Leah sacando de su mochila una caja de colores llena de Sweet Tarts.
La señora se quedó un momento con la boca cerrada, intentando decir algo.

—Oh si no es al culpa de Wonka, es la culpa de su oculista por no decirle que usted es daltónica. —finalizó Dove, mientras Leah le daba una manotada en la cabeza por lo que había dicho.

—Ya veran, niñas, la próxima vez que las vea haciendo algo, van a pagarlo muy caro. —la señora Thumprey dio media vuelta y se fue a su casa.

—Como diga, anciana daltónica. —Leah y Dove dieron media vuelta y empezaron a caminar calle arriba, mientras sacudían la cajita con una mano y se metían los dulces a la boca con la otra. Su reputación de chicas problemáticas iba bastante bien, aunque todos, cada uno de los vecinos del condominio las consideraban un huracán de líos. Dove y Leah no eran mala influencia para los demás chicos, como Flora, Cindy y Eric. Ellas solo se divertían a su manera.
Y todos sabían que la manera de ser las líderes de "La Patata Kriptoniana" (que era el nombre del grupo) era siendo buena amiga y causando algunos problemas, y después solucionarlos. Cindy y Flora eran las aprendices de ambas, dos chicas de catorce años, que amaban estar con Dove y Leah. Y no olvidemos a Eric.
A Eric le gustaba Leah, y a Leah le gustaba Eric, pero como no son lo suficientemente valientes para crear un romance en La Patata Kriptoniana, siempre quedaron como amigos.
Sacando a las estresantes ancianas y los demás vecinos de Albert's Palace que aborrecían a Dove y a Leah, su vida en el lujoso condominio era perfecta, y siempre sería así, todo en orden (orden con travesuras, claro) y siendo las líderes de las ideas para meter en problemas a todos. Sus vidas eran perfectos problemas con color...
Aunque quizás no todo sea así...

Después de caminar algunas cuadras de la urbanización privada, las amigas llegaron a la casa de Dove, y entraron por la puerta trasera. Se escuchó un grito, era Marcelino, la cabra de Dove. Marcelino le dio la pata a Leah para "saludarla" y les abrió la puerta de vidrio con la boca. Subieron escaleras arriba y cada habitación que caminaban, saludaban a todos los hermanos de Dove. Cuando llegaron al cuarto, cerraron la puerta y se sentaron en la cama a mirar televisión. Dos minutos después, la puerta sonó y Dove jaló una cuerda celeste que estaba en el piso, y cuando lo hizo, la puerta se abrió. Era una manera más fácil de abrir la puerta creada por ella.
Era Marcelino, que entraba a la habitación con una bandeja con galletas en la boca, mientras se sentaba debajo de la cama y comía haciendo ruido con sus dientes.
Leah se paró y se dirigió a la ventana para mirar su habitación. Las casas de ambas estaban una al lado de otra, y la habitación de Dove daba a la de Leah.

—¿Qué dibujaste? —Leah se acercó a un dibujo que había hecho Dove con acuarelas, que estaba bastante lindo.

—Dibuje a Marcelino con el pelaje de colores. —respondió Dove.

—Me acabas de dar una idea.

—Tienes razón...

—¿Lo hacemos?

—Desde luego... —Leah recogió unos pinceles que estaban en un vaso con agua. Dove abrió uno de sus cajones y sacó su tableta de pinturas.

—¿Que es ese ruido? —preguntó Dove. Leah miró a la ventana que daba a a la calle, y se dio cuenta que había un camión grande de mudanzas que paraba en la casa de al frente.

—Alguien se está mudando a la casa moderna.

—Diablos, más vecinos.

—Que importa, sigamos con el plan.

—Tienes razón. —las dos, (tres con Marcelino) bajaron escaleras hasta llegar al jardín, mientras sacaban una manguera y mojaban a Marcelino.

—Marcelino, ¿Quieres pintarte como Nicki Minaj? —preguntó Dove. La cabra lanzó un grito de afirmación, y Leah empezó a pintar la cabeza de Marcelino de color celeste, mientras que Dove lo pintaba de rojo al otro lado.
Diez minutos después, la cabrita parecía un arco iris, y cuando ya habían acabado, recogieron la manguera y se limpiaron las manos. Leah, para hacerle una broma a su amiga que tenía la manguera, abrió el grifo completamente y un chorro de agua salió expulsado mojando entera a Dove, que por venganza, mojó a Leah. Ambas estaban llenas de pintura y agua, embarrándose en el jardín de Dove. Seguían haciendo su guerra de agua, cuando se oyó el motor de un auto, ambas miraron hacia la calle, y un Mercedes Benz completamente nuevo paraba detrás del camión de mudanzas, y Leah y Dove supieron al instante que eran los nuevos vecinos. La puerta de atrás se abrió, y una chica con el cabello pelirrojo perfecto y unos tacones altos y dorados salió del vehículo mientras se colocaba sus lentes de sol negros y se acomodaba el vestido rosa piel y se dirigía a la casa.
Y por la puerta del otro lado, una chica un poco más baja que la otra salió igual, con un cabello lacio y rubio perfecto, un vestido verde menta y unos tacones altísimos que presumían las piernas de Barbie de la chica rubia.
Ambas divas empezaron a caminar juntas al mismo tiempo, cuando decidieron mirar a la derecha, y pudieron ver a dos chicas embarradas de tierra mojada, pasto, pintura y completamente mojadas que no les quitaban la mirada de encima.
Mostraron una mirada de disgusto, y siguieron su camino.

—Bienvenidas a Albert's Palace. —dijo Dove mientras apagaba la manguera.

Problemas con Color©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora