Capítulo 2: What You Do To Me?

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Oh my my my what you do to me?
.
O Lord of mercy
I'm beggin you please
I'm feelin drained
I need love

.

El resto del día pasa lento, muy lento. El día es gris, aunque en Seattle suele ser así la mayoría del tiempo, va a llover sin remedio. No mejora con Ana exasperandose por una tontería, por su fiesta de cumpleaños.

—Basta. —le ordeno. Me frunce el ceño y baja del Audi con un portazo. Me bajo y la sigo. Empieza a llover finamente.

—Anastasia Rose Steele... —le advierto.

Me observa desde el marco de la puerta con los brazos cruzados y una expresión desafiante. No puedo seguir viéndolo.

Mis ojos se pierden en su nariz, en sus labios, en su cuello, en sus pechos. Escucho un bufido, e inesperadamente, Ana me cierra la puerta en la cara. Yo extiendo la palma y golpeo la puerta.

—¡Ana! —grito.

—¡Estás de su lado! —chilla —¡No soy una niña para una fiesta!

—Pues deja de actuar como si lo fueras.

Yo no debí decir eso. Sólo escucho sus pasos furiosos subir las escaleras.

—Ana, nena, lo lamento. —murmuro contra la puerta. La lluvia empieza a caer con intensidad. Ya no puedo ver más allá de tres metros. Entonces recuerdo que justo detrás de mi habitación, hay un árbol. Un árbol lo bastante grande y fuerte para subir por la ventana de mi cuarto y no caer. Camino rápidamente hasta ahí y empiezo a subir con cuidado, lo menos que quiero ahora es matarme.

Por suerte suelo ser descuidado, y me he dejado la ventana abierta. Cuando pongo un pie dentro de la habitación, un rayo que cae cerca de casa hace que resbale y me de un buen porrazo contra mi escritorio.

—Carajo —Siseo. Me tomo el brazo, me levanto, cierro la ventana y me encamino al baño.

Con el agua caliente mis músculos se destensan y puedo pensar con claridad: Hay cosas que no debí de hacer. Hay cosas por las que Ana no debe de molestarse tanto. Ambos dijimos cosas o acciones hirientes, yo con mi gran boca y ella con su silencio. Ella con su gran boca, no pudiendo quedarse callada al respecto y yo con mi silencio, afrontándolo sin hacerlo realmente.
Finalmente abandono el agua, me coloco una toalla en la cintura y muevo mi trasero a su habitación.

Abro la puerta silenciosamente. Ella es apenas un pequeño bulto en la cama, se mueve suavemente. No tardo en descubrir que se sacude a causa del llanto. Me muevo hasta sentarme en su cama, entonces, se queda muy quieta.

—Hey... —susurro en un tono tan bajo que ni yo reconozco mi propia voz.

Todo pasa muy rápido. Primero siento su pequeña mano estrellándose contra mi pecho, después ella disparándome algo totalmente doloroso que hace que caiga en su cama.

—¡¿Qué Cojones te pasa, Rose?! —grito totalmente adolorido, y usando su segundo nombre, ese tanto odia.

—¿Christian? Lo lamento, no pensé que fueras tú. ¡Lo siento tanto! —se disculpa y rueda para ponerse a horcajadas sobre mí y examinar la herida en mi hombro. —No se ve bien —dice mientras la toca suavemente. Ignoro mi estremecimiento.

—¿Que no se ve bien? —pregunto incrédulo —¡Claro que no se ve jodidamente bien! ¿Qué mierda me lanzaste?

Se muerde el labio y desvía la mirada a la alfombra. En ella, yace inocentemente la pistola de pintura que le compré el año pasado.

—Cuando la compré, descarté absolutamente la posibilidad de ser herido con ella. —Le digo con una sonrisa.

—¿No estás enojado?

Forbidden Love #TheGrey'sAwardsIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora