Capítulo 7: Una Nueva Aliada

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—Pues gracias, Elena.

—Es todo un placer, querida. —replica.

—Gracias... por no... juzgar mi estilo de vida, sé que no es el mejor pero...
Ella me interrumpe haciendo un gesto con su mano, restándole importancia.

—No hay problema. Todos tienen sus sombras —dice criptícamente.
—Yo también escondo las mías.

—Una cosa más. —digo después de un minuto de silencio. —¿Dónde estoy?

—Estás en los límites de Seattle —informa. Mierda, eso es lejos.

—¿Te importaría prestarme un teléfono? Christian debe estar preocupado.

Elena asiente con aprobación.

—¡Greta! —grita. Momentos después una muchacha de mi edad sale de la cocina. —Tráele a la señorita el teléfono, rápido.  —Greta trae el teléfono y me lo tiende.

—Gracias —le digo. Ella ladea la cabeza y se retira.

—Te daré privacidad —me dice Elena.

Ni bien termina de irse yo ya estoy llamando a casa.

¿Diga?

—Christian, soy yo.

¿Ana? Dios mío, ¿Dónde te metiste?

—Mmm... Límites de Seattle. No te preocupes. Voy en camino. —le respondo y tomo mi magdalena —Y lamento haber hecho un berrinche.

Tampoco te preocupes, sólo... —escucho su suspiro entrecortado —Tienes razón. Debemos solucionar esto, rápido, antes de que algo de lo que nos podamos arrepentir pase.

—Sí. Lo sé. Adiós —corto la llamada. Sé que he sido fría y probablemente algo acelerada, pero es extraño hablar sobre esto.

—¿Te vas? —me pregunta Elena, regresando.

—Sí. Me temo que ya no puedo evadir mi vida personal.

—¿Qué te ha dicho, querida?

—Que tenemos que hablar —susurro con melancolía —Que tenemos que solucionar esto.

—Entiendo. Tienen que hacerlo. Yo te llevo.

—Gracias. —le contesto sin pensar, porque siento que Elena no me dará la espalda, y que he encontrado a una fiel aliada. Lo sé cuando me da su número telefónico, me dice que todo irá bien y me despide con un beso y un abrazo. También sé que no me dejará sola cuando saca de su bolsa un perfume con feromonas y me rocía un poco. Me termino de convencer cuando se vuelve a despedir.

Tan pronto como entro a la casa veo a Christian sentado en un sofá.

Nos quedamos en silencio y yo juego con mis dedos, bajando la mirada.

—¿Ana? —Pregunta por mí. Entonces levanto la mirada.

Azul se encuentra con gris. Calidez y frialdad entrelazándose. Es cuando sé que la conexión que hay entre nosotros es tan tangible como nosotros mismos. Que nuestro deseo es evidente.

Christian se levanta y yo no intento reteoceder. Me toma un mechón de cabelli y lo coloca detrás de mi oreja. En la habitación hay un silencio enorme.

Tenemos una pequeña pelea visual. Yo parezco decir, ¿Por qué te resistes? Él parece responder, entiéndeme.

Me acerco y acaricio sus antebrazos con las manos. Chispazos de electricidad me recorren.

¿Por qué tiene que estar prohibido?

Está prohibido todo. Ver sus hermosos ojos grises más de lo debido, celarlo, tocarlo, besarlo... Recapacito.

Está mal.

Abro los ojos más de lo normal cuando por fin veo lo que Christian quería que viese. Que esto está mal. Muy mal. ¿Desde cuando todo ha pasado a algo tan pasional?

Miro sus labios, tan besables. Ladeo la cabeza evaluando mis opciones.

Sólo una vez. Me prometo. Sólo una vez más, y apartaré todo esto.

—Quiero besarte —dice entre un jadeo.

—Entonces hazlo —contesto.

Él no pone réplica.

Lo siento. Lo siento todo. La suavidad de sus labios, junto con la tibieza que trae consigo. También siento su aroma en mi gusto, el cómo nuestros dientes chocan un segundo. Es exquisito y escalofriante lo bien que encajamos. ¿Cómo es posible que no tenga pudor o torpeza a su lado?
No lo sé. Mierda, no lo sé. Pero no me asusta cuando sus labios descienden a mi barbilla y bajan a mi cuello. Tiemblo de deseo, y sí, también de pertenencia.

Porque está mal, pero, de alguna manera retorcida que no está a mi alcance, también sé que Christian es mi hogar y el único lugar donde deseo estar.

Forbidden Love #TheGrey'sAwardsIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora