Capítulo uno

11.7K 96 21
                                    

Miraba constantemente el reloj mientras tamborileaba con el pie el suelo del avión. Sentía un nudo en el estómago producido por los nervios y las ganas de llegar a mi destino.

El viaje había sido aburrido. Cynthia había estado todo el tiempo cabeceando, y no sin algún que otro ronquido que me había obligado a darla golpecitos antes de que los demás pasajeros comenzasen a darse cuenta de los sonidos que producía mi mejor amiga.

Las nubes pasaban rápidamente por la ventanilla cada vez más densas según nos acercábamos al permanentemente cubierto cielo londinense. Cada kilómetro que recorríamos hacia el lugar donde íbamos a pasar las siguientes dos semanas aceleraba aún más mi corazón.

Desperté sobresaltada al escuchar la voz de la azafata anunciando el inminente aterrizaje. Propiné un buen codazo a mi amiga que arrugó la nariz, murmuró algo inentendible y agitó la mano para que la dejase en paz.

-Cynthia, hemos llegado- susurré en su oído.

Aquellas palabras sonaron para ella como fuegos artificiales. Abrió de golpe los ojos, se irguió en el asiento, y bostezó.

-Estoy agotada. No he dormido nada.

Solté una carcajada que atrajo varias miradas. Tan solo llevaba durmiendo las dos horas de viaje desde España.

-Apenas…- dije sonriendo.

Aquel intercambio me hacía mucha ilusión. Y aún era mejor pudiendo ir con mi mejor amiga. Tome la mano de Cynthia y se la apreté con fuerza. Ella me devolvió el gesto y sonrió distraída. A mi amiga, más que eso de practicar el idioma, visitar otro país y visitar a gente nueva, de Reino Unido la atraía otra cosa: era el país de mucha gente famosa, incluidos nuestros queridos One Direction.

-¡Seguro que encontraos cientos de cosas de ellos allí!- había dicho mientras estábamos sentadas en las sillas metálicas del aeropuerto. En eso estaba de acuerdo, cuando fui más escéptica fue cuando ella añadió-: ¡¡Podremos hasta verles!! Les pediremos autógrafos y nos haremos fotos con ellos y…

-Wuo, wuo, wuoo ¡Frena! Tienes que barajar la posibilidad de que no les encontremos, hay gente que vive allí y nunca les ha visto.

-Pues que vida más triste…- dijo ella fingiendo limpiarse una lágrima. No pude evitar sonreír al recordarlo.

En cuanto nuestro avión aterrizó, Cynthia bajó la escalerilla dando saltitos y saludando a gente invisible que la aclamaba abajo.

Tardamos un buen rato en encontrar nuestras maletas, principalmente, porque mi amiga comenzó a andar por la cinta transportadora y el guardia de seguridad se puso a darnos la charlita mientras veíamos como tras él, la enorme maleta rosa a juego con el neceser y la mochila de Cynthia y mi gran bolsa azul y negra se alejaban cada vez más.

Una vez con nuestros equipajes, por fin, recorrimos el aeropuerto no sin cierto nerviosismo ante la idea de que no sabíamos cómo era físicamente la familia en cuya casa nos íbamos a alojar. Vimos un grupito de gente con carteles unos pasos a la derecha y Cynthia empezó a reírse como una loca.

-¡Mira Adri! ¡Como en las películas!

Y mientras reíamos, (Cynthia se paraba cada dos pasos y se doblaba sobra la cintura agarrándose la tripa) avanzamos hacia la familia formada por tres miembros que llevaba en sus manos un cartel amarillo con nuestros nombres: Adriana Gutiérrez y Cynthia Puentes.

Pero de repente, Cynthia dejó de reírse, se detuvo y me sujetó del brazo para que la imitase. Me quedé a su lado contrariada sin saber qué ocurría, pero entonces lo oí, la música del aeropuerto acababa de cambiar y estaban sonando los primeros acordes de Live While We’re Young junto con las primeras frases de Liam.

It Is What It IsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora