Capítulo siete

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Esa mañana tocaba llamar a casa. Llevaba ya dos días sin hacerlo y tenía varios SMS de mis padres preguntándome si seguía viva. Traté de sonar entusiasta cuando les conté las cosas que había visitado, pero por supuesto, no les dije nada de los chicos. Sabía que para empezar, pensarían que me había vuelto loca, y además se preocuparían.

Mientras hablaba con mi madre, Cynthia caminaba de un lado para otro del cuarto con su móvil pegado a la oreja también, pero a juzgar por el entusiasmo con el que hablaba no podían ser sus padres. Traté de afinar el oído y concentrarme lo suficiente como para atender a lo que me decía mi madre y escucharla a ella. ¡Estaba hablando en inglés! No había lugar a dudas, hablaba con los chicos.

-Bueno mamá, tengo que dejarte. Creo que Cynthia ya tiene plan para nosotras hoy. Ya te contaré. Te quiero- y colgué antes de oír su contestación.

Mi amiga colgó casi al mismo tiempo.

-¿Y bien?

-¡Nos vamos al museo de cera!

-¡Qué egocéntricos!- dije riendo.

-¡Lo sé! ¿Pero no me digas que no va a molar verles doble?

Aquel día estaba nublado, algo que cuadraba más con el clima de Londres. Me puse unos pantalones largos morados y Cynthia unos vaqueros. Una chaqueta de cuero negra con una camisa blanca para mí junto a una vaquera con camiseta fucsia para ella. ¡Y listas!

Aquel día pedimos un taxi que nos llevase directamente hasta allí, ya que los chicos nos esperarían en la puerta del museo. Durante el trayecto recordé la reacción de Cynthia tras haberme obligado a contarla TODO lo que había pasado con Harry. Se había puesto a saltar sobre las camas y a gritar y reír al mismo tiempo.

El gran edificio del Museo de cera Madam Tussaud's estaba ante nosotras. Los chicos no tardaron en llegar. Todos nos dieron un abrazo a cada una excepto Harry, que me plantó un beso ante mi sorpresa. Los demás se pusieron a silbar y a reír. Todos menos Louis que se mantenía serio. ¿Qué le pasaba?

Paseamos por el museo riendo y haciendo bromas sobre las figuras. He de admitir que algunas eran tremendamente horribles, mientras otras estaban muy logradas. La gente señalaba a los chicos y cuchicheaban. Era como si sus respectivas figuras de cera hubiesen cobrado vida en el museo. Posamos para decenas de fotos imitando las poses de los artistas y famosos allí representados y finalmente llegamos hasta el lugar que Cynthia y yo hubiésemos visitado de todos modos, aun sin haberles conocido: el lugar dedicado a ellos cinco.

Todos rieron al verse reflejados y yo no pude evitar sentir la misma lástima que había sentido cuando había visto la foto de las figuras de One Direction por primera vez al ver en vivo y en directo la cara de Liam. No le hacía justicia en absoluto.

Cada uno se situó junto a su copia y Cynthia sacó su cámara haciéndome un gesto con la cabeza para que me colocase. Me situé en el centro, detrás de Louis que me cogió a caballito ante la atenta mirada de Harry. Luego fue el turno de mi amiga que se colocó, cómo no, junto a Niall.

Me sentí enormemente afortunada por tener aquella foto única.

A la salida Harry se acercó a mí y me tomó la mano. Al instante supe lo que quería. Que estuviésemos solos. Me acerqué a Cynthia y le dije lo que ocurría.

-No pasa nada Adri, tú vete tranquila.

Yo me quedo con ellos… le faltó decir.

Fui a Queen Mary's Gardens agarrada de su brazo y con la cabeza apoyada en su hombro. Tenía todos los nervios del mundo metidos en mi estómago. Paseamos por los caminitos rodeados de árboles y flores por todas partes. De vez en cuando, él giraba la cabeza y me daba ligeros besos en la parte alta de mi cabeza. Adoraba cuando hacía eso.

Nos detuvimos en un banco y él se sentó y dio unos toquecitos en sus muslos. Yo, obediente me senté en sus piernas. Me abrazó con fuerza y me besó con dulzura. Aquello era como estar en una nube.

-¿Quieres que nos veamos mañana?- susurró.

-Nada me apetecería más que eso- balbuceé.

Cynthia no paró de hablar mientras me contaba cómo había ido paseando por las calles de Londres con los chicos y cómo las Directioners la miraba muertas de envidia, pero yo no la escuchaba. Mi mente estaba colapsada con el recuerdo de los labios de Harry sobre los míos y la emoción de poder verle al día siguiente.

La mañana siguiente fuimos a Trafalgar Square. Habíamos paseado por las orillas del Río Támesis los siete, pero cuando los periodistas empezaron a perseguirnos, Harry tomó mi mano y nos desviamos para despistarles. Y allí estábamos, en la plaza más famosa de Londres dados de la mano y comiendo un helado. Parecíamos una pareja normal como las que caminaban a nuestro lado, y he de admitir que a pesar de estar junto a Harry Styles, no me sentía como tal. Mis nervios cada vez eran menores. Y sentía que podía conocerle como a una persona más, no como a mi ídolo. Y eso era una sensación maravillosa.

Nos acercamos a la fuente, me apoyé en el borde y observé la estatua que imitaba a… ¿qué eran? ¿Una sirena y un tritón junto a un delfín? Algo así… Harry observó mi cara de concentración con el ceño fruncido y aguantando una sonrisa. Cuando le miré cogió agua en su mano y me salpicó.

-¡Eh!- le grité divertida y le mojé yo a él también.

No me di cuenta de que me había pasado con la cantidad de agua hasta que la camiseta blanca que llevaba se le pegó al cuerpo. Me quedé mirando sus abdominales hipnotizada, y en ese momento de debilidad, me cogió de las manos me dio la vuelta y quedé con la espalda pegada a su pecho y los brazos cruzados sobre el mío. Me mordió la oreja y yo empecé a retorcerme mientras mi corazón latía desbocado. Cuando finalmente me soltó, me giré y me acerqué a él y pasé los brazos alrededor de su nuca para besarle.

En ese momento no importaron la gente ni los periodistas, los rumores ni las fotos. Solo estábamos él y yo.

-No me quieres por quién soy- dijo cuando nuestras bocas se separaron-. Sé que lo que sientes es de verdad. Por eso eres distinta a las demás.

-Tú me haces distinta- respondí sonriendo.

Harry arrugó la frente.

-Yo no quiero cambiarte…

-¿Qué más da si lo haces si es a mejor?

-Si es así lo permitiré- y besó mi cuello con suavidad.

Podría haber estado así, en sus brazos, toda una vida.

Cuando regresé a la hora de cenar me encontré con George y Melanie caminando de un lado a otro del salón mientras hablaban por el móvil y a Isabella sentada en el sofá con la mirada perdida.

-¿Qué ha pasado?- pregunté preocupada.

-Es Cynthia ella… La ambulancia está al llegar… Yo…

¡¿AMBULANCIA?!

Subí las escaleras de dos en dos y abrí de golpe la puerta de nuestra habitación. Su neceser rosa chillón y mi bolsa de aseo turquesa estaban abiertos y todo su contenido estaba desperdigado por el suelo. Las cajas con todo tipo de medicamentos que mi madre me había metido para tener solución a cualquier cosa que me pasase estaban también abiertas y muchas pastillas estaban tiradas por el suelo. Lo mismo pasaba con las suyas.

Mi mejor amiga estaba tumbada en el suelo sin moverse.

-¡¡Cynthia!!- chillé. Me coloqué sobre ella y la agité con fuerza, desesperada-. ¡Cynthia, joder! ¡¡Cynthia, por favor!!

Oí sirenas en el exterior, pero ni siquiera pude ver cómo los médicos entraban en la habitación, me apartaban de encima de ella y se la llevaban, porque estaba ciega por el dolor y las lágrimas.

It Is What It IsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora