Capítulo tres

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 -¡No puede ser cierto!

-Te lo juro…

¿Cuántas veces había dicho aquella frase a lo largo de nuestra conversación?

Habíamos vuelto rápido de nuestro viaje por Londres después de que me encontrasen en aquel entramado de calles y vieran mi cara.

-¿Estás bien, Adri?- me preguntó Cynthia.

-Tengo que contarte algo…- le susurré en español para que Isabella no preguntase.

Decidí que la mejor escusa para volver a casa era fingir que me encontraba mal. Y allí estábamos, a las 7 de la tarde preparadas para “dormir” cuando aún era de día. Aquello de cenar en torno a las 6:30 de la tarde era matador.

 -¡Es que es imposible!

-Eso pensé yo… Pero era él, ¡de verdad!

-¡Oh, dios mío! ¿Por qué? ¿Por qué para un segundo que te separas de mí te encuentras con el mismísimo Louis Tomlinson?- dijo con dramatismo.

He de reconocer que de haber sido en el caso contrario, yo también estaría loca de envidia.

-Me dijo que fuese mañana al Big Ben a las 10 y me presentaría a los demás…- Cynthia abrió la boca para interrumpirme, pero me adelanté y añadí con voz cantarina-: ¡Y puedo llevar acompañante!

Mi amiga se quedó boqueando como un pez de la impresión.

-Si es una broma para ya, porque está dejando de tener gracia… Bueno, nunca la ha tenido.

-¡Lo digo en serio Cynthia!

-Y en el caso de que me estés diciendo la verdad, ¿qué coño se te pasó por la cabeza que no le abrazaste? ¿Que no le diste tu Twitter? ¿Que no le agradeciste todo? ¿Que te quedaste ahí como si fuese alguien normal? ¡¿No es tu favorito?!

Me quedé pensando en lo que acababa de decir un momento.

-No… No reaccioné…

-¡Bueno! ¡No importa! El caso es que se supone que vamos a conocerles, ¿no?

Me alegré de estar hablando en español. Con los gritos que Cynthia estaba dando era raro que nadie en la casa nos escuchase.

Me acerqué a ella que estaba tumbada en su cama y la sujeté la mano.

-Mañana cumpliremos nuestro sueño.

La alarma de mi móvil sonó como cada mañana con la melodía de It’s Time To Get Up de los chicos. Me incorporé más rápido que ningún día.

Las 8:30.

Tiré de las sábanas de Cynthia que se encogió y bufó.

-¡¡Vamos!! ¡Tenemos que estar allí a las 10!

La siguiente hora fue un caos. Mi amiga y yo nos peleamos por el baño que había junto a nuestra habitación la mayor parte del tiempo. Nos empujamos a codazos para recuperar nuestro trozo de espejo mientras nos peinábamos. Cynthia vació la maleta, que seguía sin deshacerse, y empezó a esparcir ropa por toda la habitación hasta que decidió qué ponerse. Al final optó por una camisa vaquera con un top negro debajo y unos tejanos. Yo, por mi parte, me puse unos shorts rosas y una camiseta blanca de lado.

Vi que mi amiga corría apresuradamente al baño con cosméticos en las manos.

-¿Vas a maquillarte?

-Sí, un pocito.

No sé que entendía ella por “pocito” porque se estaba embadurnando entera…

Yo opté por no imitarla. No quería conocer a mis ídolos pintada como un payaso. Tan solo me eché rímel y me pinté la raya.

Cuando por fin estuvimos listas, nos colocamos una junto a otra ante el espejo y sonreímos satisfechas. Agité mi moño alto hacia ambos lados.

-¿Sabremos llegar hasta el Big Ben en media hora?

-Esperemos...

Me quedé maravillada ante la belleza de uno de los monumentos más típicos de la ciudad.

-A laaaaa- dijo Cynthia con los ojos como platos.

Sí, a decir verdad era precioso.

 Esperamos allí más de media hora.

10:30

Otra media.

11:00

Y por si era poco, otra media.

11:30

Pero lo peor era que Cynthia empezaba a ponerse insoportable.

-¡Era todo mentira! ¡Te lo dije!

Me negaba a aceptarlo. Me dolía demasiado.

-Esperemos un poco más…

-No- respondió tajante-. ¡Vámonos! ¡Ya hemos perdido bastante el tiempo!

Asentí tristemente. No podía creerme que Louis me hubiese mentido de aquella forma. Me sentía estúpida y engañada.

Caminamos hacia la boca de metro que habíamos tomado a la ida con la cabeza gacha. Unas lágrimas querían salir de mis ojos, pero las mantuve ahí todo lo que me fue posible. Finalmente, una se escapó y rodó por mi mejilla. Cynthia me miró apenada.

-Siento haber sido tan brusca. Es que a mí también me jode haberme hecho tantas ilusiones…

-No tienes que disculparte de nada Cynthia.

Pasamos por varias tiendas pero aquella mañana ninguna parecía llamar la atención de mi mejor amiga. Ninguna excepto una enorme de tecnología. Había portátiles de último modelo, tablets finísimas y televisores enormes. La mayoría de ellos estaban encendidos creando un collage de imágenes. Pero solo una llamó nuestra atención.

Un presentador calvo con un micrófono con forma de pepino se acercaba junto a muchos otros periodistas de otras cadenas a un círculo de gente que no paraba de hacer fotos. Me recordó a lo que había vivido el día anterior y sentí una punzada en el corazón.

En el centro del círculo, (cuando las cámaras lo enfocaron Cynthia me agarró y soltó un gritito) un Louis Tomlinson confuso y distante miraba de un lado a otro con la frente arrugada.

Se me heló la sangre al fijarme en dónde estaba: justo bajo el Big Ben. ¿Y si era a mí la persona a la que buscaba?

-¡Corre!

Cuando llegamos al lugar en el que los paparazzis estaban retransmitiendo la noticia, (sentí envidia porque allí en UK se hablaría de ellos constantemente mientras en España raro era que lo hiciesen) observamos que apenas se habían movido respecto al momento en el que les habíamos visto por la televisión.

Louis seguía mirando a su alrededor en busca de alguien, y yo me adentré en el corro de fans con Cynthia. Mi cuerpo ardió en llamas cuando vi sus preciosos ojos clavados en los míos y vi que sonreía. Bajó su mirada a su mano derecha y yo le imité. Hizo un gesto casi imperceptible (apuesto a que ni Cynthia lo percibió) señalándome que esperara. Asentí levemente con la cabeza.

-Lo siento, pero tengo prisa- dijo tras dedicar algunos autógrafos y hacerse algunas fotos con sus admiradoras y salió del corro apresurado.

Cynthia tiró de mí al ver que se alejaba.

-Espera- susurré.

Caminó aún con algunas cámaras siguiendo sus pasos. Tras unos minutos, los periodistas regresaron con los equipos de grabación apuntando al suelo. Alcé la vista. Cynthia, que para mi sorpresa había permanecido todo el tiempo callada, preguntó:

-¿Y ahora?

-Tú quédate aquí.

Y Tommo apareció ante nosotras de nuevo, por el mismo camino por el que le habíamos visto marchar, observándonos con una sonrisa arrebatadora.

It Is What It IsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora