XI

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Kiara me observa fijamente. No me atrevo a sostenerle la mirada.

-¿Eran novias? - Pregunta.

-Si. Pero ella sólo estaba jugando conmigo. - Suspiro. -Hizo una apuesta con sus amigas, consistía en salir conmigo, durante un mes como mínimo.

-Uh... Tú... ¿La amabas?

-No en el termino amar. Nunca he sentido mariposas en el estomago. - Suspiro. - Ella me pidió ser su novia, ya que supuestamente yo le gustaba mucho. Y yo... no quería que ella se sintiera mal. Pero terminé sintiéndome mal yo. A mí... No me gustan las chicas.

-Lo siento, de veras.

-No importa. Me ha pasado lo mismo con chicos. Sólo soy un juguete para ellos.

-Para mi no. Eres alguien especial, que alegra mis días, al 100%. - La miro a los ojos. No puedo evitar soltar una sonrisa.

-Gracias, eres muy tierna. - Ella sonríe. Desordeno su cabello.

-¡Hey! - Ambas reímos. Observo la hora. Ya era tarde, debía volver a casa.

-Lo siento Kiara, debo irme. Mi hermano ya debe estar en casa.

-Entiendo. Vamos, iré a despedirte. - Nos levantamos de la cama. Tomo mi mochila. Bajamos las escaleras. Me despido de la madre de Kiara.

Kiara abre la puerta. Salgo y me giro. Ella me sonríe, con aquella sonrisa radiante que solo ella posee.

-Adiós Lenka. - Besa mi mejilla, yo beso la de ella. -Ten cuidado.

-Adiós pequeña, lo tendré. - Desordeno su cabello y sonrío. Me giro, escucho que Kiara cierra la puerta.

Camino en dirección al departamento. Comenzaba a oscurecerse y hacia frio. Me coloco mis audífonos y reproduzco la música, con volumen bajo.

(...)

Entro al apartamento y dejo mi mochila en el suelo. Veo que mi hermano está viendo la televisión. Hay unas bolsas sobre la mesa. Las observo de reojo y me dirijo a mi habitación.

-Compré almuerzo para mañana, así no cocinas.

-Bien. - Abro la puerta de mi habitación. Iba a entrar, pero mi hermano sujeta mi mano. Me giro.

-Hey, no quiero que estemos así. Sé que cometí un error y me descontrolé, bastante. Di un muy mal ejemplo como hermano mayor. Aún así, siempre te preocupas de mí. Prometo que nunca más te causaré problemas de esa gravedad. Lo siento mucho, de veras. - Él me mira a los ojos.

-Sabes que eres el mayor idiota del mundo, ¿No?

-Lo sé, soy un grandísimo idiota. - Ambos sonreímos.

-Perdonado. - Nos abrazamos. Tenía que pararme de puntitas para alcanzar su cuello. Él sujeta mi cintura y me levanta del suelo.

-Dios, estás muy delgada. ¿Has comido bien?

-Sí, he comido bien.

-¿No crees que haces mucho ejercicio?

-Es bueno para la salud.

-Dormir es bueno para la salud, ve a dormir ya. Es tarde.

-Está bien.

Entro a mi habitación y cierro la puerta. Me quito la ropa de colegio y la doblo, para mañana. Me coloco mi pijama. Veo la hora, ya eran las 21:23. A esa hora ya comenzaba a darme sueño.

-Agh, que sueño. - Suspiro y me estiro. Apago la luz de mi habitación y me acuesto en la cama. Al acostarme, choco con el velador, haciendo que una caja de allí se cayera. -Dios, que fastidio.

Amigas, ¿por siempre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora