Era adorable ver la forma en la que ese nuevo noviazgo comenzaba. Por una parte Junmyeon no había salido con alguien desde que su esposa murió y hasta más tiempo puesto que llevaba casado bastante tiempo con Haneul como para recordar qué era tener un noviazgo; por el otro lado, Yerin jamás había tenido un novio, era muy inocente en ese aspecto así que los dos actuaban algo torpes luego del baile.
Mark y Hanna se desesperaban de verlos actuar como siempre, como si no fueran nada pero no era cierto, había más miradas entre ellos, pequeños intentos de Yerin de querer tomar la mano de Junmyeon, fracasos de él para besarle de repente y así se iban los días. Aunque eso sí, se veían casi todos los días, Yerin comía ahí con ellos y cenaba también, cuando el trabajo le dejaba.
También se hizo la costumbre de ver películas los viernes en la noche con todos ellos, salir al pueblo, ir al lago. La vida se había vuelto más alegre, los dos niños estaban felices de que al fin su padre sonriera tanto y hasta pensaban ya en Yerin como en una madre, una muy infantil y torpe pero con un gran corazón.
Ese día las cosas fueron diferentes, los dos adultos preparaban la comida para la llegada de los dos pequeños. Hanna entró corriendo con una sonrisa pero Mark no llegó, sólo escucharon como azotaba la puerta.
— ¿Qué le pasó a Mark? – preguntó Yerin a Hanna quien ya estaba sentada en la mesa esperando el desayuno.
—Es que se le cayó su desayuno enfrente de la niña que le gusta – explicó.
— ¿Qué? ¿A Mark le gusta una niña? – preguntó Junmyeon, Hanna asintió.
— ¿Cómo lo sabes? ¿No están en diferentes edificios? – Yerin miraba a Hanna con confusión.
—He ahí el problema, al parecer hizo el gran ridículo porque hasta nosotros nos enteramos – le dijo Hanna quien parecía no preocuparle tanto aquello.
—Deberíamos ir a hablar con él – propuso Yerin mirando a Junmyeon, él aceptó y pronto estuvieron yendo hacia arriba.
—Mark – llamó el padre tocando la puerta pero no recibió respuesta — ¿Podemos pasar? – siguió sin respuesta así que lo tomó como un sí y entró.
Mark estaba acostado en su cama viendo el techo, se sentía terriblemente humillado puesto que aquella niña de verdad le gustaba, se odiaba por ser tan torpe. No quería hablar con alguien o tal vez sí.
— ¿Estás bien? – le preguntó Yerin sentándose en el borde de la cama.
—Sí pero – resopló – ¡Hice el ridículo! – exclamó lleno de frustración.
—Eso le pasa a cualquiera – le animó Junmyeon.
—Sí, mírame a mí, siempre hago el ridículo frente a tu padre – comentó Yerin y obtuvo la risa de los dos hombres – no es para reírse – refunfuñó.
—El caso es que, Mark, no debes sentirte mal – agregó Junmyeon.
—Deberías olvidarlo y seguir – le dijo ella, Mark se levantó.
— ¿Cómo volveré a verle a la cara? ¡Jamás le podría hablar!
— ¿Quién dices? Tú sólo ve y háblale, si quieres te doy una canasta de vegetales para que la conquistes – los dos se la quedaron viendo como si fuera la cosa más extraña pero luego se soltaron a reír.
—Creo que eso sólo te conquistaría a ti, amor – dijo con ternura Junmyeon, ella se sonrojó puesto que jamás le había dicho así y es que le había salido de manera natural – mejor dale otra cosa, chocolates o no sé, ¿qué les gusta ahora a las niñas? – Mark rodó los ojos, ¿cómo es que ellos dos habían logrado salir?
—Mejor no me aconsejen, andan igual o peor que yo, además parecen dos viejitos con 45 años de casados, mejor vayan a ocuparse de su noviazgo – los arrastró hasta la salida y los echó de su cuarto.
— ¿Viejitos? – preguntó Yerin.
— ¿45 años de casados? – le siguió él.
Se fueron de ahí riendo, aunque tal vez no habían sido los más afectivos pero no era por anticuados sino que aún no se rompía el hielo entre ambos.
***
Al final Mark bajó a comer con ellos y pronto estaba mejor, no era tan difícil de superar después de todo. Era ya de noche cuando Junmyeon y Yerin decidieron platicar en el pórtico sentados en los escalones de la casa.
—Mi madre dice que pronto regresará – comentó ella de repente.
—Al fin conoceré a tu famosa madre – rio ligeramente — ¿debería prepararme?
— ¿Por qué? No creo que le caigas mal – sonrió para él, miró hacia el cielo que estaba iluminado por las estrellas.
—Es que... — acercó su mano izquierda para tomar la derecha de ella y la extendió con sus dedos para quedar pegadas — ¿No te molesta que nos llevemos diez años?
—No – negó rápidamente – ni siquiera había pensado en eso
— ¿Y en que sea padre? – volvió a negar.
—Amo a tus hijos, Junmyeon – él sonrió.
Apretó por fin su mano y la jaló hacia él, besó su frente y luego bajó la vista para encontrar sus labios. Otro beso fue dado esa noche bajo las estrellas.