Unas cuantas semanas pasaron y un nuevo suceso comenzó a pasar. Yerin salió corriendo hacia la casa de su novio para ir por ayuda como siempre, entró sin tocar y al entrar se encontró con los tres mirando la televisión.
— ¡Bin dará a luz! – gritó conmocionada.
— ¿Qué? – preguntaron los tres al unísono.
— ¿Quién es Bin? – preguntó Hanna sin saber aquello, de hecho ninguno sabía.
—La yegua que adopté – respondió Yerin, al parecer había olvidado contarles sobre ella.
— ¿Adoptaste una yegua? – preguntó Mark, Junmyeon recordó aquello así que no parecía ya tan confundido.
— ¡Sí! ¡Y está dando a luz! ¡Vamos! – les dijo moviendo su mano para que fueran con ella.
Y así fue, los cuatro corrieron hacia la casa de Yerin, al entrar se dieron cuenta que jamás habían ido ahí puesto que siempre iba ella a su casa. Los condujo hacia el huerto y luego hacia la pequeña bodega donde tenía a Bin. Efectivamente la yegua estaba dando a luz a un pequeño potro.
—Oh dios, seré abuela – empezó a decir Yerin que estaba emocionada.
— ¿No deberíamos hacer algo? – preguntó Junmyeon.
—No, ella puede sola, sólo que quería que vieran esto – le contestó.
Poco a poco la pequeña criatura empezaba a salir de su madre, los cuatro se quedaron callados viendo el milagro de la vida y aunque Mark dijo que era algo asqueroso, Yerin estaba conmovida, era algo hermoso, para ella. Pasaron varios minutos más y luego ahí estaba el pequeño potro.
—Se parará pronto – aseguró ella, esperaron más pero no sucedió — ¿tendrá algo?
—Quizá lo haga después – le dijo Junmyeon para animarle – nos iremos ya Yerin, los niños van mañana a la escuela
—Está bien – aunque no se movió.
Se llevó a sus dos hijos hasta su casa pero cuando entraron decidió que era mejor regresar, le dijo a Mark que cuidara la casa mientras no estaba y se fue corriendo. Cuando llegó ella seguía ahí viendo, se acercó lentamente y se conmocionó al ver que la criatura no se movía.
—Creo que se murió – murmuró ella, se volteó a verlo con el rostro contraído, estaba llorando.
Junmyeon la abrazó y dejó que llorara en su pecho. Mientras la abrazaba miró como la yegua movía a su cría intentando revivirle de alguna manera, ver eso también le dolió. Recordó lo que se sentía perder a alguien importante así que sin querer soltó unas ligeras lágrimas mientras abrazaba con fuera a Yerin que seguía desconsolada, minutos atrás estaba emocionada.
—Ven, vamos a dentro – le dijo luego de un rato.
La llevó hasta su casa, se fijó más en los detalles de esta, en las fotos en las que aparecían varios chicos y Yerin, una pequeña Yerin que iba creciendo en cada foto. Algo que notó fue que no había ningún padre y es que ella tampoco lo mencionaba nunca.
—Arriba es mi cuarto – dijo de repente yendo hacia arriba.
Junmyeon le siguió, quería dejarla en su cama para sentirse más tranquilo, cuando entró se sorprendió al ver que su cuarto era bastante normal. No había muchas cosas, una cama, un escritorio, un armario y ahí acababa todo. Yerin se sentó en la cama y le invitó a que hiciera lo mismo.
—Casi nunca dejo que los demás entren a mi casa porque comienzan a preguntarme muchas cosas – empezó a decir ella – pero tú eres especial así que puedes preguntarme lo que quieras, quiero ser sincera contigo – la observó por unos segundos y luego asintió.