Capítulo 38

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Capítulo 38: Una puta locura

Narra Chloe

— Ya levántate Chloe, hoy tienes trabajo.

Me incorporé rápidamente al punto de marearme, puse una mano en mi sien.

— Tienes que cuidar el nieto a Carmen —movió sus cejas pícara —, ella saldrá y no volverá hasta las ocho.

Suspiré dudosa. Otra vez tendré que seguir al mocoso por toda la casa para quitarle su maldita droga, el café. Es el mismísimo demonio de Tasmania. Pero tengo que hacerlo si quiero darme ciertos lujos así que no puedo rechazar la oportunidad de ganar dinero.

—    ¿Y tiene que ser ahora? —asintió—, ¿exactamente ahora? Pero tengo que... —miré el reloj de la pared y marcan las dos en punto — almorzar.

Arrugué mi nariz, nunca me he levantado tan tarde.

—    Carmen dejó todo preparado para ti y para él, sólo tienes que ir y supervisar al chico.

¿Chico? Debe haberse confundido, sólo es un niño de 9 años.

— Ok... ahora me levanto...

Mamá siguió mirándome con una sonrisa.

—Y me cambiaré de ropa...

Sigue ahí. ¿Cómo no entiende la indirecta pero directa de que quiero privacidad?

—    Y sacarme el pijama.

— ¡Oh! Sí, perdón —soltó una risa —, ahora me voy.

(...)

Camino mientras silbo una canción y en menos de dos minutos llegué a la casa de mi vecina y cuando estoy a punto de tocar el timbre, ella abrió la puerta asustándome.

—Mier... coles por la tarde —reí nerviosa, casi salió a flote mi grosería —. Hola señora Carmen.

—    ¡Chloe! —tiró de mis hombros para abrazarme —, muchas gracias por aceptar venir, ahora estoy atrasada así que ya sabes dónde está todo, no dejes que Bernard salga ¡Adiós!

En cosas de segundos ella subió al taxi que la esperaba, se despidió por última vez con un movimiento de mano. 

«No es el mocoso Chloe..., es Bernard»

¿Bernard? ¿Y quién es ese? ¿Dónde está el demonio de Louis? Saldré de la curiosidad al momento de entrar sino, ni modo. Sacudí mis hombros y solté el aire, ahí voy.

Todo está en silencio y eso en parte me asusta porque vamos, estoy en una casa que no es mía y con alguien que nunca he visto en mi vida. Sólo espero que a lo menos tenga unos catorce años. Entrando a la sala principal vi que la comida estaba servida, e incluso llegaba a notarse lo caliente que estaba, solamente faltaba traer el jarrón con jugo que está en la cocina. Ya en mis manos me dispuse a salir pero quedé estática al sentir un leve apretón en mis hombros.

—    Bu... —habló con voz seductora y ahí perdí la cabeza. El jarrón se soltó de mis manos estrellándose en el piso —, a mi abuela le dará un paro cardíaco cuando se entere que su jarrón favorito está hecho trizas. Estás literalmente muerta... Chloe, si no mal recuerdo tu nombre.

Me giré y me encontré con un chico sumamente alto que me mira con una sonrisa burlona. Hijo de su madre me ha dado el susto de la vida. No puede aparecerse por ahí como si fuera un fantasma.

—    ¿Tú e-eres... Bernard? —Balbuceé con una mano en el pecho intentando recuperar el aire —. Oye, no te acerques tanto... — ahora llevé mis manos a su pecho y lo empujé para mantener distancia. Su diferencia de altura me incomoda.

Me enamoré por error ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora