Capítulo 16

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No podía creer que esta semana no había visto ni una sola vez a Noah. No lo había visto más después de aquel viernes, hace una semana, donde nos dio nuestro primer ataque de deseo en nuestro mesiversario, después de una discusión que nos había distanciado casi tres días enteros.

Juro que aquel momento, donde nos besamos con necesidad, fue una de las mejores experiencias físicas iniciadas que he tenido, pero no quería llegar a tener sexo, no todavía.

No sabía sobre la historia de mi país o su geografía pero sí sabía que en la sociedad de hoy, hay demasiadas adolescentes embarazadas o ya con hijos, y yo tenía todo claro y planeado mi futuro. Y entre ellos no estaba amamantar a una criatura a los 17 años. No, señor.

Pero también quería volver a sentir a Noah y a su amigo cerca de mí. Lloriqueé en mi pieza, un jueves por la noche tirando mis lápices y hojas de estudio.

-¡Maldita escuela! –grité.

-Uy, creo que andamos de malas. –mi padre entró a mi habitación. - ¿Por qué los nervios?

-Ya no quiero estudiar. ¿Exámenes todos los días? ¿Es así como será mi vida ahora? –pregunté. Él rió.

-Ni te imaginas la facultad. –rió incluso más, alejándose de mi dormitorio.

Miré la hora y era casi las once, debía dormir. Pero antes, un mensaje para el amor de mi vida, quien estaba de viaje. En otro país.

"Te extraño como nunca"

Segundos después una respuesta.

Él: También te extraño.

Yo: ¿Ya me dirás por qué te fuiste?

No hubo respuesta.

Yo: Bien. –le puse de nuevo. Resentida fui a la cama a dormir.

Noah fue a Brasil junto con sus padres hace como tres días y no me contó que se iba hasta que se despidió cuando estaba por abordar el avión. Se lo agradecí sarcásticamente por avisar y no me hubiese enfadado si por lo menos me hubiere contado para qué o qué aquel viaje. Camille tampoco me dijo nada, mucho menos su marido, y Amanda decía que no podía decírmelo.

De todos modos iba por Liv para llevarla a escuela, y ella tampoco sabía nada de porqué el repentino viaje de la mitad de su familia. Decía que extrañaba a Noah, y nos encontrábamos iguales. Esos días que él se ausentó estaba tan estresada, que hubo momentos que de solo pensar en él ya se me pasaba mi enojo, pero luego volvía.

Y con el trascurso de los días, tampoco ayudó en que la chica mala de la escuela, se enterase que mi novio era ciego.

Se la pasó haciendo chistes malos sobre la discapacidad de los cuales ella era la única que reía. Era tan arpía y frívola hasta el punto de que me hizo llorar. No en público, pero sí en mi casa. No ayudaba mucho que esté en los días esos de las mujeres, porque aparte de que estaba ya cansada por tanto estudiar, que mi novio se haya ido y no me responda como de costumbre, me hacía poner  mal sentimentalmente. Lloré toda una tarde y noche.

Era ya viernes cuando sucedió lo de mi llanto, y una vez que Pamela hubo llegado, mi nana le contó que algo me pasaba, entonces vino a mi dormitorio, encendió el velador y se acomodó en mi cama.

-A ver, ¿Qué te sucede? –preguntó. Yo sorbí por la nariz.

-Es que Imbert se pasó la semana diciendo que mi novio era ciego. Es tan malvada, mamá que llegó a decir que tal vez yo esté con él por lastima, o que solo tengo novio porque él no ve. ¡Mamá, no soy fea! Ella es la que tiene la teta enorme y un trasero gigante horrible, además de sus barros en la frente que su maquillaje no lo cubre. ¿Ves en mi rostro algún grano? –conté mientras echaba lágrimas y palpaba mi cara, dramáticamente.

Te adoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora