Capitulo 4

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Habían pasado varios días de la última vez que estuvimos solos con Noah haciéndonos miles de preguntas. Tampoco tocamos ningún tema de que repitió constantemente los primeros tres días, que fue el: "Me agradas" y su: "Gracias por hacerme compañía", cosa que me había acelerado mis latidos. Los últimos días siempre estaba su abuela y Liv con nosotros.

Algunas veces jugamos con la pequeña a tomar el té en su habitación, los tres entados en una mesa rosa con tazas de cerámica imaginando que había té dentro. Otras escuchábamos músicas que provenía de la radio o de la televisión y Liv bailaba dando un espectáculo, Amanda y yo reíamos, y Noah solo sonreía o mientras eso, él leía algún libro absorto de todo.

Era 10 de diciembre cuando Amanda y Liv salieron por la tarde a comprar la merienda y tomar helado, cuando Noah me había preguntado si aún me apetecía aprender Braille. Me había tomado de sorpresa escuchar esa pregunta, ya que no sabía más que hacer con él, y me venía como anillo al dedo, aunque dudé un momento, accedí al final.

Aquel día había sido simpático, me dijo que lo esperara donde estábamos, en la sala. Él volvió al rato con una tabla blanca bajo el brazo y unos antifaces. Supuse lo que debía de haber en la tabla en cuanto lo vi, que no era más grande que de 30 cm, y cuando se sentó junto a mí, vi que la tabla contenía los puntos del braille, dándome la razón de mi suposición.

-Ponte estos. – me ofreció el antifaz para dormir de color negro.

-¿Y esto es para... -pregunté mientras lo tomaba.

-Para que no hagas trampa al sentir los puntos. –sonrió. Lo que me hizo suponer que bromeaba. Él suspiró. – Es para que te concentres mejor, Gianna. –añadió al final.

-Eso es más convincente. –observé.

Nos sentamos muy juntos, digo, él se acercó mucho más a mí, a tal punto de que pueda rodearme por la cintura con el brazo derecho y posar su mano en la mía por encima de la tabla. No evité tensarme en cuanto sentí su piel en la mía. Pude controlar a mis hormonas y solté un suspiro. Noah también soltó uno y eso hizo que mi corazón se acelerara de nuevo.

Con la mano izquierda bajé el antifaz a mis ojos y todo era negro.

-¿Lista? – preguntó y yo dije que sí.

La tabla estaba sobre mi regazo, las dos manos tenía sujetadas por Noah. Fue lindo poder sentir, por mis dedos, las bolitas que sobresalían en relieve. No es lo mismo que memorizártelas en internet.

También fue lindo sentir a Noah Galler muy cerca de mí, pero a la vez malo, porque no podía verlo, no podía ver nada y era tedioso por lo menos una hora. No quería preguntar si se sentía así de feo no poder ver nada, solo le conté que tenía imágenes del alfabeto braille en mi teléfono desde hace mucho, había preguntado el porqué, pero no supe que responder. Simplemente sigo sin saber por qué me gusta el braille.

Todos los días, después del almuerzo practicábamos y era divertido, porque estaba aprendiendo rápido y hasta podía leer pequeñas frases que Noah tenía preparado, era un buen maestro y eso solo hacía que me enamore cada vez más.

Lo último, por ejemplo, Tarah no lo sabía, nadie lo sabía, salvo yo misma.

Mi mejor amiga me preguntaba por Noah cada día por mensajes de texto o cuando iba a su casa, que era cada dos o tres días a la semana. Le decía que era lindo, sí, ambas lo decíamos, pero tenía miedo de mostrarle que cuando decía que era lindo, lo decía en serio.

Tarah me contó que Ian, su platónico, va todos los días a la tienda de joyas que tiene el padre de éste, y que ella se divierte más que nunca al salir a sentarse fuera de su local. Cosa que me hizo dudar sobre cuando decía que le gustaba Noah, ahora no sabía si de verdad le gustaba o solo por ser un chico guapo, pero me quedé callada.

Te adoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora