Cap. 51

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Nunca Soy Lo Suficientemente Bueno.

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Pip, pip, pip, pip. Maldita alarma.

Abrí los ojos de mala gana y golpeé la pequeña bocina que me taladraba los oídos. Hacía tanto tiempo que no tenía que despertarme a estas horas, en realidad, tal vez no había tenido la obligación de despertarme a las seis de la mañana desde que Jos y los chicos me habían secuestrado. Normalmente a estas horas empezaba a alistarme para otro día en el infierno, o la escuela como la llaman mis padres y maestros. Pero ahora todo era diferente, antes aquella alarma indicaba el comienzo de un nuevo día y a la misma tortura, ahora indicaba el momento de volver a el camino donde más errores cometí.

Pip, pip, pip, pip, pip, pip. Sonó la alarma más fuerte.

Gruñí enojada y me di la media vuelta escondiéndome en el pecho de Jos mientras oía su perfecta y tranquila respiración. De un momento a otro la alarma paró y yo sonreí mentalmente, aunque solo fueron unos segundos de felicidad hasta que Cole entró gritando a la habitación golpeando una cazuela con una cuchara sopera junto con Freddy que traía una trompeta en la boca y bailaba por toda la habitación. Ese par me las va a pagar algún día.

--Buenos días soleci...¡Mierda! ¿Desde cuándo duermen juntos?—gritó Cole e inmediatamente se tapó los ojos con la cazuela--¡Aborta misión, Leyva! ¡Aborta misión!

Y después de eso los dos salieron corriendo dando enormes carcajadas y al final azotando la puerta. Suspiré enojada y volví a cerrar los ojos a la misma vez que Jos me abrazaba más contra él. Escondí mi rostro en su cuello y me embriagué con su dulce y masculino olor. Su mano se metió bajo mi blusa en mí espalda y empezó a acariciarla lentamente tratando de hacerme conciliar el sueño, y puedo decir que empezaba a funcionar a la perfección, hasta que la alarma a lado mío volvió a sonar.

--¡Me lleva el tren!—gritó Jos y antes de que pudiera reír, golpeó la alarma haciéndose añicos en el suelo

Miré aquella alarma echa puré y me alegré internamente de ya no tener nada que nos privara del sueño a el  y a mí, o al menos eso pensé hasta que vi por la ventana como el sol ya empezaba a salir y los rayos se filtraban levemente por la cortina. Mierda, ¿Tan rápido se había hecho de día? ¿No podía volver el sol a ocultarse y dejarme en paz por al menos cuatro o seis horas más? Dejé escapar un suspiro de resignación y miré a Jos antes de taparme con las mantas hasta la cabeza.

--Vamos, bebé, es hora de levantarnos—susurró Jos adormilado. Me negué y escondí mi cara en el tumulto de sabanas y almohadas que se habían creado a mi alrededor—Oh, vamos, sabes que voy a estar aquí. Todos vamos a estar, ya hablamos de eso anoche. Ahora, saca tu precioso trasero de ahí y metete a la ducha

Reí sin poder soportarlo y me destape mirando a Jos irónicamente.

--¿Me has estado viendo el trasero?—pregunté divertida y con una ceja levantada

Jos elevó los hombros sin importancia y me regaló una de esas encantadoras y atractivas sonrisas que tanto me gustan. Sentí como me ponía colorada de tan solo pensar que en cualquier momento Jos había podido estar vigilándome de pies a cabeza. Negué con la cabeza aun divertida y salí de la acogedora y caliente cama haciendo a un lado todas las almohadas y tratando de no pisar aquella alarma hecha añicos.

--Creo que, no has sido el único que se la pasa viendo todo el tiempo al otro—susurré en su oído y antes de que él pudiera agarrarme de la cintura para besarme, me escurrí corriendo hasta el baño

Reí cuando azoté la puerta y escuché los bufidos enojados de Jos por no haberme dejado besar al otro lado de la puerta. Negué con la cabeza y encendí la ducha templándola a una temperatura adecuada para aquel día. Afortunadamente no hacia tanto frío como ayer, pero a pesar de eso los huesos se te helaban si no llevabas por lo menos un pequeño suéter encima. No importaba, yo ya estaba acostumbrada a los grandes cambios de temperatura en mi Londres.

SecuestradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora