17. Él.

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Tema: Decidiste dejarme/ by Camila.


Cuando le pedí a Camilo que me acompañara a leer las cartas jamás creí que cambiarían mis intensiones. Hasta ayer pretendía buscar a mi padre para reclamarle que poco antes que mi madre muriera fue hasta casa buscando sabe Dios qué, pero ahora pretendía que me explicara todo. Quiero saber porqué me mintió, porqué desapareció, porqué no volvió. Necesito que sepa cuanto lo necesité, todo lo que lloré al esperarlo y él nunca llegaba. Tiene que ser consciente de que por más que tuve a la mejor madre del mundo muy en el fondo y aunque no quisiera admitirlo, siempre necesite un papá que me celara, que amenazara a los chicos que se me acercaban, que discutiera conmigo por no dejarme ir a bailar. Quiero reclamarle cada lágrima que derrame por su ausencia, quiero que sepa que despertó en mi sentimientos horribles, quiero gritarle en la cara que aún dudo si merece mi perdón.

Confirmé si la dirección que aparecía en sus cartas era la misma en la que vive ahora y así es. Me armé de valor y aunque demoré más de una semana en sentirme preparada para verlo me encuentro rumbo a su casa. No le avisé nada ya que pretendía ver su reacción al presentarme allí de sorpresa.

No puedo evitar sentirme muy ansiosa. Me muevo una y otra vez en mi asiento mientras Camilo acaricia mi pierna intentando calmarme. No me habla y se lo agradezco con mis sonrisas nerviosas. En este tiempo ha aprendido a conocerme y es como sin leyera mi mirada, sabe lo que pienso y lo que siento. Él ve mi alma no tengo dudas.

Llegamos a la dirección indicada. La casa era hermosa y se veía acogedora. Dos ventanales daban al frente con cortinas blancas de encaje, puerta de madera, color mostaza en sus paredes y los zócalos blancos. Un hermoso jardín repleto de coloridas flores y un gran árbol para la sombra.

De repente mi corazón se dutuvo. Allí estaba él tal como lo recordaba, solo que algunas hebras platinadas cubren su cabello y algunas arrugas adornan su rostro pero por el resto no ha cambiado en nada. Juega con una niña que no pasa de los 7 años y un chico de unos 10 años lee un libro con una mujer notablemente más joven que mi padre, sentados en un sillón de jardín.

Tengo frente a mis ojos la familia que siempre anhelé y jamás tuve. Toco la cadena de mi mamá que llevo puesta <<perdón ma por tener estos pensamientos cuando hiciste todo por mi>>, pensé.

Una lágrima rodó por mi mejilla.

—Adela, amor...

—Me siento tan mal. Primero porque esa familia él nunca me la dio y siempre la deseé. Y después por tener estos pensamientos, porque creo que al sentirme así no estoy valorando todo lo que mi mamá hizo por mi.

—No debes sentirte así amor, es normal tener esos sueños y con eso no traicionas a tu mamá. ¿Crees qué ella sería capaz de enojarse contigo?, porque yo lo dudo. Ni antes estando aquí ni ahora que ya no está. Así que para de atormentante.

—No sé como lo haces pero siempre logras calmarme y centrarme.

—Solo existo para hacerte sentir bien— besó mi frente.

—Ya es hora de ir a enfrentarlo —dije decidida.

—Yo te espero aquí por cualquier cosa, ¿de acuerdo?

Asentí y bajé del auto. Me dirigí a paso lento pero firme hacia la entrada de la casa y me paré frente al cerco de madera.

—Buenas tardes — dije lo más tranquila que pude, cosa que me costó.

La mujer y el niño me miraron con curiosidad y ella me dedicó una dulce sonrisa con un gesto interrogante. Él al oírme detuvo su juego y me observó mientras la niña aún se carcageaba a consecuencia de las cosquillas que había recibido por largo rato.

En La Piel De Adela. ©[Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora