Prólogo

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REMI


Aquella noche estaba lloviendo. El choque del agua contra el escudo de acero que recubría del patio hasta la torre de guardia, generaba un estrepitoso ruido, como una cascada chocando con las rocas. El gran patio del castillo estaba desierto, en la segunda torre una luz de fuego brillante iluminaba la instancia y un leve olor a grasa inundaba la habitación.

     Remi de Noir, un hombre relativamente joven de 28 años, sus ojos eran de un gris azulado y el cabello de un rubio tan claro que no se podía distinguir si era rubio o plateado. <<No pasara mucho tiempo antes de que nos corran>>había escrito sobre el pergamino. <<Esto no es el oeste, es el rudo norte>>.

      Las Espadas de Wyvern siempre habían sido bien recibidas en el reino de Kalos en las tierras del oeste. Donde lechones recién hechos, tarros desbordantes de cerveza, carne de res, venado y cerdo, pan lleno de frutos secos, queso y panales de abeja para cada uno de sus hombres.

      A los comandantes siempre los invitaban a sentarse en la mesa del rey en Cristalia o del Castillo del Lord al que habían llegado a refugiarse. Y a veces los dejaban quedarse ahí hasta pasado el mes, antes de que los espadachines por decisión propia dejaran la comodidad de aquel lecho para seguir su marcha.

     Ese era el oeste, el sueño de las espadas de Wyvern.

      Sin embargo, estaban en el norte en el reino de Mithril, donde muy pocos eran los dispuestos a ayudarlos. Y las noches eran tan frías que no se necesitaba salar la carne para mantenerla fresca. Bastaba con ponerla en un balde de agua y dejarla colgando de las almenas donde el viento chocaba contra los muros de granito y hielo de los castillos. Para al amanecer encontrarla atrapada dentro de un bloque de hielo.

     —En el norte no hay hospitalidad. —Dijo Remi rascándose la barbilla, donde pequeños pelos gruesos como las cerdas de los cepillos le crecían.

     Tres días atrás se había afeitado con la hoja de la espada antes de presentarse con el Lord de aquel castillo. "Golian el Rudo"; un hombretón de unos cuarenta y tantos, de más de dos metros y medio, con barbas color negro que le daba un aspecto muy cruel y sus ojos eran amarillos como el oro.

     Los ojos de Golian eran unos ojos enfermos, por ser ambarinos. Y sus dientes estaban negros y podridos.

     Como era costumbre en el norte los bigotes y las barbas terminaban trenzados de los cuales colgaban grandes anillos y brazaletes de cobre y el hierro del norte. Un hombre que parecía más un gigante que hombre. Pero esa era típica complexión en el norte. Ellos eran hombres tan velludos como osos.

     —¡Capitán! —Exclamó exaltado un hombrecillo de no más de un metro con cincuenta, que tenía la cara alargada como la de un caballo, pero con dientes como los de un ratón.

     Sus ojos eran pequeños como los de los ratones y su cabello era una pequeña maraña de mechones color castaño como el caramelo. Al mensajero empezaba a faltarle el aire.

     —Recupera el aliento y dime, ¿Qué ocurre Brick? —Le preguntó Remi de Noir. —Nuevamente posó los ojos en la carta y continuó escribiéndole al comandante en el oeste.

     —Señor, es Lord Golian. —Dijo el hombrecillo. —¡Nos está echando a punta de lanza a todas las espadas!, dice que ya no nos quiere aquí, que nos hemos acabado su comida y hemos hecho que los salvajes ataquen sus tierras. Él cree que no queremos irnos tampoco y que pensamos apropiarnos del castillo.

ERA OSCURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora