Nayae I: Una Boda en el Oeste

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NAYAE


Se movían en una caravana de carruajes blancos y dorados junto con una columna de soldados a caballo. Guiando la partida, estaba un caballero vestido en armadura dorada como el sol, que brillaba a la reflexión de las llamas de las antorchas. En el carruaje más ostentoso iba su madre y por supuesto, ella misma: Nayae Leslia.

Su hermana pequeña también iba, así como sus damas de compañía. Era un viaje lleno de emoción pues era la primera vez que saldría de las fronteras del reino de Solara. El único reino donde el sol sí se asomaba en la mañana y se ocultaba al crepúsculo. Era pues un lugar seguro, donde no había salvajes ni brujas.

El carruaje daba pequeños saltos a lo largo del camino y Nayae ya se había empezado a marear, era tanta responsabilidad en una sola chica. Ella ya había cumplido la mayoría de edad y hacia mucho que había tenido su rojo florecimiento, por lo que ya estaba lista para ser desposada. Su madre le había inculcado en persona la educación de una dama por su propia mano, sin valerse de institutrices y su misma madre le había diseñado y confeccionado los vestidos.

—Madre por favor, me siento mareada. Detened el carruaje por favor, quiero descansar un poco. —Insistió la joven mientras se pasaba la delicada y pálida mano a sus delgados y rosados labios. El cabello de Nayae era de un rubio casi blanco, con ojos verdes brillantes. El peinado se le había deshecho y sudaba, su estomago estaba hecho un nudo y probablemente vomitaría si hubiese tenido más en el estomago.

—Ya casi llegamos al Río Blanco. —Repitió la anciana madre, mientras cosía un pañuelo con una mantícora bordada en hilos de oro sobre la tela brillante lila. —Ahí descansaremos, así que aguántate unos cuantos minutos más.

Nayae sabía que era imposible discutir con su madre, nadie nunca se oponía a cualquier orden que diera. A su madre no le interesaba lo que Nayae tuviese que decir. "Soy su marioneta" se decía la chica, "Y ella es mi titiritera".

Nayae miró a través del cristal los grandes nubarrones que se hallaban por delante de la caravana sobre el gigantesco y tupido bosque.

—¿Mamá, va a llover allá? —Irrumpió la niña pequeña de unos diez años, como gran parte de las mujeres sureñas, ella también tenía el cabello rubio blanco.

—No Verona, no va a llover, ahí es donde empieza la Noche Eterna. —Le respondió la anciana madre, —Recuerda que vamos al Oeste, al reino de Kalos, donde inicia la oscuridad.

—¿Entonces nunca sale el sol? —Le volvió a preguntar la niña. Sin embargo, su madre no tuvo interés esta vez en responderle a su hija menor.

—Que mal, no me gustaría despertar sin el sol que me cayera en el rostro. —Dijo Verona, entonces la niña giró la cabeza y miró a Nayae con una burlona sonrisa en los labios.

—hermana tienes muy mala suerte con los hombres. —Dijo Verona.

Nayae tampoco le respondió, no la estaba escuchando, o más bien, no le interesaba escuchar a su hermanita, Nayae estaba tratando de recordar su hogar en Heliopolis, y su vida en la mansión de Villa Sol Adentro. El nombre dado por el arquitecto que la diseño, a consecuencia de las grandes ventanas que dejaban que el sol penetrara iluminando toda la estancia.

—Basta Verona. —Pronunció la anciana madre. —Lord Blackstroke, es un señor con gran influencia en el Oeste. Se dice que son descendientes en tercer grado del rey de Kalos.

—Sí, sí, bueno... supongo que tendrán todo un río de velas en la capilla del dios, Helio. ¿Verdad madre? Ya sabes que a Nayae le gusta ir a rezar todas las mañanas. —Dijo incisivamente Verona.

ERA OSCURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora