Atracción Eterna

Ocho. Traición.

Algo en mí se rompió. No había otra forma de describirlo. Aún sabiendo que Peter no era quien había besado a Jane, sentí mi corazón romperse, partirse en mil pedazos, clavándose como agujas en mi interior. También sentí nauseas. Repugnancia, que atravesó mi estómago. Nadie me había advertido que sucedería si tu compañero besaba a otra persona, sobre todo cuando la relación estaba asumida.

Traición. Eso era lo que gritaba mi corazón. Pero fue demasiado el dolor cuando ví que Peter le correspondía el beso.

Traición, gritó mi mente, junto a mi corazón.

>>Para-pensé-. Por favor, detente. Para. ¡Para!<<

Las lágrimas cayeron implacablemente por mi rostro, y no pude resistir viéndolos besarse, por lo que corrí fuera de la habitación, agarré mi campera y me fui del departamento, bajé por las escaleras y me dirigí a un parque cercano. El llanto me impedía ver, y tropecé y caí, raspándome las manos, haciendo que sangraran. Me quedé en el piso quieta, acurrucada, aún llorando. ¿Qué era lo que había llevado a Peter a hacer eso? ¿O acaso era que Jane era tan buena besando que no había podido resistirse? No, eso no podía ser, él ya la había rechazado antes. Entonces, ¿por qué? ¿Acaso no me quería más?

Oí los pasos de alguien acercándose y de pronto ya no estaba más en el suelo. Supe que era Peter por su aroma masculino, pero no hice nada, ni siquiera lo miré. Me llevó hasta su Audi y me metió dentro, me puso el cinturón y luego se sentó tras el volante.

No abrí la boca en todo el camino hasta su casa y él tampoco. Entró al garage, paró el auto y lo rodeó para abrirme. Pero no me moví. No podía moverme. Sabía que aún lloraba, ya que notaba el sabor a sal en mis labios, pero no encontraba la fuerza para secarlas. Me sentía drenada, como insensibilizada a todo. Mi corazón latía despacio, roto, amenazando con disolverse.

Peter, al ver mi inmovilidad, me alzó en sus brazos y me llevó a su habitación. Me depositó suavemente en la cama, y se inclinó hacia mí. Tomó mi rostro entre sus manos y secó mi lágrimas. Yo aún tenía la mirada perdida. Con delicadeza, posó sus labios sobre los míos y me besó, pero aquella reacción que solía tener con sus besos no se produjo. No sentí nada.

Estaba muerta por dentro.