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Ahogado de trabajo. Eran las nueve am y ya no tenia noción de lo que hacía, de mis pensamientos, estaba agobiado.

Había tenido que cancelar todas mis citas y reuniones programadas para la fecha con un único objetivo de conseguir un empleado. Muchas personas, más bien en mi entorno familiar decían que estaba empeñado en conseguir a aquel empleado, pero ese era el problema. No era cualquier empleado. Era el jefe de las maquinarias, el cual la empresa estaba prácticamente en sus manos, un acto fallido y la empresa se derrumbaba por completo. Mi empresa era la empresa más grande en la cual se dedicaba a un futuro desde la última tecnología y a este paso, mi empresa no tendría un futuro.

Desde las siete am, me había enfocado en escuchar cientos de entrevistas voluntarios para el puesto pero aun así ninguno que me llamara la atención.

Había repensado cientos de veces la idea de pospones las entrevistas para otra fecha pero por alguna razón no lo hice, tenía que resolver el problema... era lo correcto.

Una de mis secretarias me da un recado.

-¿Señor hago pasar al siguiente?

-Hazlo – respondo irritado.

Al cabo de unos minutos el nuevo ser humano al cual desea, anhela conseguir el puesto. Toca la puerta.

-Pase. – grito sumergido en las inmensas ganas de ahogar la frustración en un buen baso de coñac.

La perilla de la muerta hace un movimiento consiguiendo abrirla y revelando al postulante para el empleo.

Un sentimiento de sorpresa es lo que siento, y no era la misma sorpresa, era distinta. Me sorprendía al punto de darme cuenta que era una absoluta ironía, era una mujer.

En ese instante supe que esto era una broma, un estilo de broma que algún dios me jugaba, sabía que no llegaría a ninguna parte. Como todo hombre sabia que ninguna mujer podía hacerse cargo de un sector muy importante de una empresa millonaria pero aun así, había otro indicio que me hacia sorprender mas, y tan solo era aquella mujer. En el primer momento que la vi había un sentimiento extraño dentro de mí, tal vez de frustración y desagrado por la situación o por el hecho de que era una mujer pero más aun, me parecía atractiva.

Sus rizos eran castaños, llevaba el pelo recto, lacio y suelto ajustado en una bincha lo bastante ordinaria para mi gusto, aun así aquel accesorio reflejaba sus rostro, sus ojos eran un tono miel esmeralda, me habían resultado extravagantes. Llevaba la cara completamente lavada y pulcra sin el más mínimo maquillaje y aun así era perfecta. Su cuerpo se hallaba escondido en una falda negra la cual podía ver sus estilizadas y perfectas piernas y muslos junto a un blusa blanca, sin duda su potencial demostraba que era un chica atractiva de clase media, la cual daba a las circunstancias que no estaría lo suficientemente capacitada para afrontar aquel trabajo.

-Buenos días ¿señorita...? – pregunto deseando saber su nombre. Me sorprendo a mi mismo una vez más, me encontraba a centímetros de ella recibiéndola como si fuera alguien importante y por algún motivo mis ojos no podían despegarse de los suyos.

-Buenos días Señor Hamilton. – Tartamudea nerviosa pero intenta sonar lo bastante segura – Mi nombre es Elena Parks – sonríe ruborizada.

Estaba a punto de sonreír, aun así, yo no sonreía, o al menos no acostumbraba hacerlo. Tenía que controlarme, tenía que parecer un hombre serio.

Oprimo aquella sonrisa y me enfoco a lo importante apartándome de sus ojos perfectos.

-Toma asiento – señalo el sillón justo enfrente de mi mientras que me recuesto detrás de mi escritorio.

Ella obedece.

-Aquí tiene mi currículo señor Hamilton – deja el currículo en el escritorio.

-¿Por qué quieres el empleo?- pregunto omitiéndola.

Había prácticamente toda la jornada perdiendo el tiempo y esta no era la excepción.

Por un momento noto que ella luce incomoda. Se acomoda en el asiento y dice

-Bueno, de hecho quiero el empleo porque tengo conocimientos, y creo que soy muy capaz. Le podría de ser de mucha utilidad.

En ese momento alzo mis cejas ante la respuesta. Me esperaba la típica respuesta de algo así como: "siempre lo he soñado" pero en cambio esta era diferente, esta chica era realista, sincera... y ha dicho que ¿me sería útil?, por su puesto. En ese momento aquella chica me parecía interesante.

No era una pérdida de tiempo, lo sabía.

-De acuerdo – digo ocultando mi asombro. – Y bien... ¿Cuántos años tienes? – pregunto interesado. En cierto modo me parecía más atractivo saber sobre su vida personal que sobre el motivo de su visita a mi empresa. Quería saber de ella, quería saber todo de ella.

Ella sonríe. Parece relajada. Como si le hubiera sacado la presión preguntándole aquella pregunta.

-Veintidós.

-Lo sabia- pensé- Aquella chica era mucho más joven que yo pero aun así perecía lo bastante inteligente y madura. No me hacían falta más preguntas, había algo en ella que me lo respondía a todo.

-Bien, de acuerdo, gracias. Mi asistente te llamara en caso de que quedes. – digo serio levantándome de mi asiento. Ella parece perpleja sin duda nunca nadie había tenido una entrevista de trabajo tan corta pero lo cierto era que por un lado no quería dejar de verla, era atractiva, sexy, y por otro lado mis ojos necesitaban apartarse de los suyos, nunca antes había tenido tanto contacto visual con una persona a tal punto que era perturbador, tenía miedo, tenía miedo de lo que pueda llegar a pasar.

-Oh, de acuerdo – adiós – dice dedicándome una sonrisa en el mural de la puerta.

Miro sus ojos color miel. Tal vez por última vez.

-Adiós Elena.

Cierro la puerta. Respiro hondo. Se ha ido. Ha acabado este mal sueño o esta perfecta realidad.


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