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¿Cómo es posible? ¿Cómo todo esto puede ser posible? ¿Cómo es que una persona como yo le pudiera ocurrir algo así? Nunca me había sucedido, nunca había experimentado aquella sensación rara y perturbadora. No entendía del todo su significado y su porque pero en cierto sentido no había podido dejar de pensar en sus ojos color miel. Aquella chica había ocupado la mayoría de mis pensamientos diarios. Ella era el motivo por el cual pensaba las veinticuatro horas, y tan solo había transcurrido dos semanas. Hacía dos semanas que no la veía, lo suficiente como para que un hombre como yo pudiera olvidarse de una extraña. Tendría que a ver una razón, un para que. Tal vez aquella chica era lo demasiado atractiva y por ese motivo cautivo mi atención – pensaba diariamente hasta tal punto de convencerme de aquella conclusión. – Y si era así, y si tan solo era pura atracción física. A eso no le tenía miedo. –

-Lo que detestaba era el amor –

En ese instante no solo interrumpen mis pensamientos sino que también interrumpen aquella reunión en la cual le estaba dando muy poca importancia. Mi asistente Sally me estaba llamando. A regañadientes me levanto de mi respectivo haciendo y dejo la sala. –De seguro será algo importante – pienso.

-¿Qué necesitas? – pregunto frustrado.

-Señor, lamento molestarlo pero recursos humanos se ha ofrecido a recomendarnos empleados para ocupar el lugar del jefe de maquinas en caso de que no hayamos elegido ninguno aun.

Mi mirada habrá sido lo bastante intimidante.

-Necesitan que le confirmemos ahora – agrega con algo de nerviosismo.

-De acuerdo. Dile que no necesitaremos de sus servicios – Sin esperar reacción suya, luego de mi anuncio me encamino hacia la sala nuevamente.

Aun así, puede ver la expresión de sorpresa en el rostro de mi asistente. No se lo esperaba.

-Está bien Señor – contesta detrás de mí.

Cierro la puerta en su cara.

Horas más tarde me encuentro frente a una decisión que como dueño de una gran empresa tendría que emprender. Cualquiera diría que era una decisión muy fácil pero aun así, me había sorprendido a mi mismo pensando en ella todo el día. No sabía exactamente quién era, tampoco la conocía lo suficiente, ni tampoco sabía lo necesario de su vida. Simplemente sabía su nombre.

Agarro la ultima planilla. La decisión está casi tomada. Mejor dicho lo está.

-Elijo esta. Por favor llámenlo para que empiece mañana mismo.

Mi asistente se acerca hacia mí. Agarra la planilla

-¿A la señorita Elena Parks?

-La quiero a ella.


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