6.

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La cena se hallaba repleta de mis empleados. Era una cena como la de cada año a diferencia que no todos los años uno tiene en quien pensar.

Estaba en la barra del hotel junto con otros colegas los cuales entablaban una conversación no muy interesante para mi gusto.

Ella aun no había llegado y eso me hacia desearla aun mas. Con un simple brindis abandono a mis colegas y me dispongo a caminar por el hotel, donde la mayoría disfrutaba de estar parados, conversar, tomar y servirse algún bocadillo.

Me detengo en frente de una cuadro cuya pintura era completamente rara y me resultaba imposible descifrar ese dilema.

-¿Linda pintura no?

La miro. A mi lado estaba ella observando aquella pintura, no parecía notar que la observaba pero estaba linda. Su pelo semi recogido junto a un vestido azul que le llegaba poco más de las rodillas. Me mira. Me sonríe.

Trato de apartar la mirada de sus ojos y me enfoco a la pintura. Ella continúa.

-Me encanta el arte.

-¿Pintas? – la miro.

-No – ríe – Digamos que no tengo ese talento pero me encanta observar una buena pintura como esta, ¿a usted no? – me mira.

Miro la pintura.

-No. La detesto – le doy un trago a mi coñac.

Ella deja de mirarme y sonríe.

-Claro...

-Pero te diré otras cosas que me gustan – la miro.

Ella sonríe.

-Claro, ¿Cómo qué?

-Como que en este instante me gustaría bailar con usted – le tiendo mi mano.

Ella ríe.

-¡Pero no hay música!

En ese instante la música comienza a sonar como una balada.

Ella parece sorprendida.

-Y bien ¿Bailas?

-Es que yo no...

-Soy tu jefe – la interrumpo.

-De acuerdo. – sonríe rendida.

Coloca su mano junto a la mía.

-¿Usted ya sabía que esto ocurrirá?

-Llevo años teniendo esta cena de aniversario. Sé exactamente lo que va a pasar.

-Claro, debí adivinarlo- Sonríe.

Continuamos bailando a los compas de la música, nuestros cuerpos juntos, nuestras manos cerca.

La miro bailar. Tan callada y perfecta.

Noto su piel ruborizada y su corazón palpitar.

Estaba nerviosa.

En ese momento agarro su mano. La hago girar. Ella sonríe.

La atraigo hacia mí.

Estábamos terriblemente cerca, de alguna u otra manera las demás parejas nos miraban. Ella por un instante me miraba a los ojos. Sus ojos fijos y brillantes como las estrellas y ese color claro y dulce como el amanecer me lo decían todo.

En ese instante estoy a punto de que mis labios se pierdan en los suyos pero la música para y nuestra pequeña cercanía es separada. Todos aplauden por el gran baile. Ella sonríe.

-Fue un gran baile – sonríe

-Si lo fue.

Luego de aquel baile no la volvía a tener tan cerca.

Mis sentimientos cambiaron.



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