12.

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La ciudad estaba apagada, aunque aun el cielo brillaba. Era de noche, una noche sobria y estrellada.

Me dirigía de camino a la casa de mis padres junto con Elena a mi lado.

-¿Crees que estoy bien así vestida? ¿Les gustara? – preguntaba ella nerviosamente.

-Creo que estas hermosa – le contesto mirándola.

-Bien, pero deja de mirarme así y mira a la carretera o tendremos un accidente catastrófico – argumentaba exageradamente.

-Creo que estas muy nerviosa ¿No? – rio.

-¿Y tú qué crees?... encima me haces sentir más incomoda – murmura para sí misma pero la oigo. Sonrió.

-Relájate, mis padres no son los peores padres del mundo.

-No claro, pero son padres al fin y al cabo.

Rio.

-Solo relájate.

-Bien... - se acomoda en el asiento.

-Ya casi llegamos.

Ella se tensa.

Rio.

-No es gracioso. – Se cruza de brazos – quiero ver cuando tu futura querida hija traiga a su novio.

Ella vivía pensando en el futuro. Creo que desde chica lo proyectaba perfectamente ya que cada centímetro de él estaba planificado.

-No lo creo... - comento – Bueno bien, ya llegamos.

Frente a nosotros una casa lo bastante inmensa como para vivir tres familias juntas. Aquella casa de techo de teja, rejas de un metro e iluminada en cada sector destacaban entre las demás del vecindario.

Dejo el auto justo delante de la fuente de la entrada.

Elena sin embargo se había mantenido callada desde que llegamos, estaba boquiabierta observando cada detalle, desde luego que ella no estaba acostumbrada a cierta clase de cosas.

Ella baja del auto embobecida por la vista.

-Puedes decir algo... - bromeo.

Ella respira hondo y murmura algo imposible de descifrar.

Llamamos a la puerta. Al finalizar unos minutos que de seguro habrán sido una tortura para Elena, la ama de llaves de la casa Lily nos abre la puerta,

-Buenas noches Señor y Señora Hamilton.

Elena se tensa mientras entramos.

-Me gusta cómo suena – le susurro.

Ella sonríe con una mirada juguetona.

Sonrió.

-¡Hijo! – exclama mi madre al recibirnos.

-Hola madre – sonrío y la saludo.

Elena mientras tanto observaba cada detalle de la casa, la sala, el hall, la enorme escalera que descendía de los dormitorios y hasta la mueblería.

-Elena, ella es mi madre Jo Thompson Hamilton y el es mi padre Mickey Hamilton.

Mi padre desciende de la escalara y se dispone a saludarnos lo cual le dedica una sonrisa al ver a Elena.

-Ella es Elena Parks

-Un placer Señor y Señora Hamilton.

-Oh, el placer es nuestro. – contesta mi madre mientras toma a Elena y la conduce al Salón. – El nunca ha traído a nadie a casa – murmura contenta.

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