Capítulo 13- La clave.

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Llegué a mi habitación, junto a Lucy. La cabeza me daba vueltas. Me senté en la cama.

-¿Porqué me dan un 12? ¿Qué pretenden? -Pregunté.

Lucy hizo el amago de hablar, pero de pronto, la puerta se abrió y entró Finnick, respondiendo por ella.

-Te han dado un 12 para que todos te vean como la mayor amenaza, y se alíen para matarte la primera. -Dijo.

Me quedé helada, y miré a Finnick, el que me estaba mirando amargamente, sin saber que decir.

-Bueno... Yo... Voy a ver a Steve. -Dijo Lucy, y se fue.

Cerró la puerta y Finnick se sentó a mi lado.

-Déjame sola un rato. -Le pedí.

Me miró, extrañado.

-No es nada malo, solo quiero pensar, mañana empiezan los juegos, y... No sé. Lo necesito. -Le miré. -Si me esperas abajo bajo en quince minutos.

El sonrió, y me apartó un mechón de pelo de la cara.

-Ahí estaré. -Dijo, y se fue.

En cuanto se marchó una lágrima se resbaló por mi rostro. Mañana a esa hora, tal vez estuviera muerta. Tal vez el baño de sangre me mataría y si no lo harían los otros tributos. Me estremecí solo de pensarlo. Y me estremecí de nuevo al pensar que no volvería a ver a Finnick.

Era lo único que tenía. Y tal vez sea el motivo por el que iba a luchar, para salir y poder ver de nuevo esos ojos azules y esa sonrisa que me emociona. Pero dudaba en que pudiese hacerlo.

Me quité el molesto vestido, y me deshice el moño, me puse una camiseta ancha y unos pantalones de pijama, y bajé. Sinceramente, estaba un poco ridícula, pero me sentía peor llevando ropa del Capitolio.

Al llegar, Finnick se giró y me sonrió, pero antes de que pudiese decir nada, la televisión se encendió. Era Caesar.

-¡Este es un mensaje para todo Panem, sobre todo para nuestros tributos! Dados una serie de problemas, los septuagesimo terceros Juegos del Hambre, se retrasan dos días. Los tributos podréis seguir entrenando como hasta ahora. Y a los demás ¡Nos toca esperar! Es una pena. Disculpen las molestias. ¡Buenas noches! -La televisión se apagó.

Finnick se levantó, y me miró, sonriendo.

-Dos días. -Dijo.

Yo sonreí. Sí, era el tiempo que disponíamos, pero era mejor que nada. Sonreí al darme cuenta de que no era nuestra última noche juntos, y corrí hacia él a abrazarle. Unos segundos más tarde, nos separamos un poco, y me besó.

De nuevo esas sensaciones tan especiales en mi. Acaricié su pelo con mis manos, y el mi espalda con las suyas. No quería separarme de él. Noté como sus labios se despegaron de los míos, y bajaron desde la clavícula hasta mi cuello, besando cada centímetro de mi piel. Pero paró.

Él sabía que yo no estaba preparada. Y yo sabía que el pararía en el momento indicado. Me tendió la mano, y nos dirigimos al sofá, aún con las nuevas sensaciones a flor de piel.

-Has estado muy bien en la entrevista, creo que has atraído a nuevos patrocinadores.

Sonreí. Aunque ya no me importaban los patrocinadores.

-Bueno, algo es algo. -Se tumbó en el sofá, y yo me tumbé a su lado.

Rodeó mis hombros con su brazo, y yo me apoyé en su pecho.

-Podría pasarme así los dos días. -Dijo él con su boca contra mi pelo.

Yo reí, y el empezó a jugar con algunos de mis mechones.

-Finnick, no quiero morir ahí. Antes sentía que no tenía nada por lo que permanecer viva, pero ahora... -Callé. Sabía que me refería a él, pero no era capaz de decirlo.

-Voy ha hacer todo lo que sea necesario para que salgas de ahí con vida. -Me dijo, con un tono seguro.

Yo suspiré entrecortadamente.

-No puedes hacer nada por mi desde fuera, no puedes evitar que me maten. -Dije, y el quedó callado por unos segundos.

Levanté la cabeza para mirarle, y ví que estaba pensativo.

-Desde fuera no, pero...

-¿Qué? -Pregunté.

Pareció que volvió a la realidad.

-Estaba pensando en como poder ayudarte más de lo posible. -Dijo, y volví a apoyar mi cabeza en su pecho.

Me acarició el brazo, y me dio un beso en la frente.

-Espero que descubras la manera de hacerlo.

No hablamos más esa noche, pero no hacían falta palabras en esos momentos. Simplemente con tenernos cerca, en contacto el uno con el otro bastaba. Me dormí rápidamente, sin embargo, Finnick tardó.

Porque aunque yo no lo sabía, él ya había dado con la clave para salvarme.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora