Capítulo 1- Los Juegos del Hambre.

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Era Finnick. Estaba segura de ello, porque nuestras miradas se cruzaron y algo se estremeció en mi interior. Solo él era capaz de provocarme eso.

Pero en cuanto paró la cuenta atrás, volví a la realidad, y corrí hacia la cornucopia. 24 personas más me imitaron, pero yo era de las más rápidas. A mi lado corría Lily, la niña de trece años, al otro lado el tributo masculino del Distrito 6.

Llegué la primera a la cornucopia con los pulmones ardiendo por la carrera, y cogí una mochila. Como no había nadie más en mi lateral, pude coger un hacha. Lily llegó después. Su mirada de terror me produjo un escalofrío, ella pensaba que yo iba a matarla. Pero no era una asesina.

Cogí una mochila y se la lanzé, para que tuviese algo, ya que se había quedado paralizada. La cogió al vuelo y se dispuso a correr, cuando una lanza la atravesó el estómago. El tributo masculino del Distrito 6. Lanzé un pequeño grito.

La niña inevitablemente cayó al suelo, y no pude hacer nada por ella. No podía hacer nada por nadie. Su mirada perdió la vida en apenas unos segundos. Me levanté y me limité a correr, mientras el tributo que mató a Lily me perseguía. Oí el silbido de un cuchillo, y de pronto sentí un dolor punzante encima del codo. Pegué un grito de dolor. Se me había clavado en la carne completamente.

Mi giré y vi como el tributo se disponía a tirarme otro cuchillo. El pánico empezó a recorrerme el cuerpo entero junto con el dolor, me iba a matar, lo veía, el brazo me impedía correr como yo sabía, no podía sosportar el dolor que me causaba.

Podrías matarle, Clarie, podrías tirarle el hacha. Sonó una vocecilla en mi cabeza.

No. Prometí a mi hermana y a mi misma no convertirme en una de ellos. No era una asesina.

Me paré en seco, no podía correr más, se me empezaba a nublar la vista. Miré al tributo del Distrito 6. Ni si quiera sabía su nombre, pero si moría, al menos daría la cara, al menos miraría de frente a la muerte.

Me fue a lanzar el cuchillo. Apreté los puños, y aunque quería cerrar los ojos, los mantuve abiertos. El brazo seguía doliendome.

Cuando de pronto, una flecha atravesó a aquel tributo. La flecha que logró salvarme la vida, pero acabó con la de otro tributo. La flecha de Sidney.

-¡Clarie, CORRE! -Reaccioné, y eché a correr, aunque a penas podía ver con claridad.

El dolor del cuchillo clavado en mi brazo me nublaba la mente. Cuando entramos al bosque, me paré. Cogí aire, y me quité el cuchillo. Debería haberlo hecho con más cuidado, pero fue un impulso, no podía soportar correr con un cuchillo clavado en la carne de mi antebrazo. Grité de dolor y me caí de rodillas al suelo. Un dolor inhumano me recorría todo el brazo y se extendía a todos los lugares de mi cuerpo.

-¡Clarie, levanta! -Sidney me agarró del hombro y brazo bueno, y me ayudó a caminar.

Fuimos a paso rápido hasta el corazón del bosque nevado, hacía frío, pero no me importaba. Corrimos lo más rápido que pudimos, cortándonos con alguna rama, y tropezandonos con la nieve. Pero rápidamente nos levantamos de nuevo y corriamos hacia Dios sabe donde.

Vimos a la tributo femenina del Distrito 5. Sidney la mató.

Por fin, paramos detrás de una pequeña montaña de rocas, donde cerca pasaba un riachuelo. Me senté, jadeando.

Abrí mi mochila. Tenía una bolsa con tomates pequeños, un rollo de hilo, una manta, y una cuerda. No era gran cosa.

-Te voy a coser la herida. Espera aquí.

Sidney se dirigió a un árbol, y cogió un puñado de nieve. Me tensé ¿Había dicho coser la herida?

-Bájate la manga, que pueda ver lo que te han hecho.

La hice caso, y de pronto, el frío del ambiente se impregnó en mi piel. Y sin previo aviso, Sidney posó el puñado de nieve en mi herida. Grité de dolor.

-Esto te congelará la herida y no notarás tanto dolor cuando te la cosa. Servirá de calmante.

A penas la escuché, el dolor era insoportable y una lágrima se resbaló por mi mejilla. Sidney se dirigió a su arco y sacó un pequeño palito de metal, como una aguja. Cogió el hilo y rodeó el culo del palito.

-Te coseré con esto, es algo más grueso que una aguja, pero no hay otra.

-¿Qué...? No... -No podía acabar la frase.

Pero a pesar de mis súplicas, Sidney me cosió. El dolor me recorría cada centímetro de mi cuerpo. Al de dos o tres punzadas, perdí el conocimiento.

______

-Te quiero, Clarie. -Dijo Finnick en medio del beso. -Siempre te querré.

_______

Me desperté en el mismo montón de rocas de antes. Estaba cubierta con una manta, la herida no me dolía tanto, pero la cabeza me daba vueltas. Sidney me la había cosido, me había puesto la manga en su sitio de nuevo, y había puesto nieve encima de la ropa, en la zona de la herida.

Pero eso no me importaba.

Finnick estaba en la arena.

-Sidney... -Me levanté. -¡SIDNEY, DONDE ESTÁS!

Salió de detrás de un árbol.

-Cállate, te van a oír.

Me dirigí a ella.

-Sidney, él está aquí, Finnick... Está aquí. Tenemos que encontrarle.

Ella suspiró.

-Ha pasado antes por ahí con los gemelos del Distrito 1.

Estaba vivo.

-Tenemos que ir a buscarle.

Me miró duramente.

-No. Está con los profesionales.

-No, no... Ellos. Los del 1 no son tan malos como los de otros Juegos, ellos... Son nuestros aliados. Tenemos que ir a donde estén.

-Tú tienes que dormir, sigues débil.

-¿¡Como quieres que duerma!? ¡Tengo que verle! Oh, por dios. ¡Finnick está en la arena, y no se ni porque! ¡Tengo que ir Sidney! ¡Tengo que..!

No pude acabar, Sidney me dio con un palo en la cabeza, y me caí al suelo. Veía borroso.

-Será mejor que te tranqulices, Clarie.

Perdí de nuevo el conocimiento.

El verdadero amor de Finnick Odair. /sin editar/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora