II

147 6 0
                                    

- El té contaminado:

- Me puse en marcha a la salida del alba, bajé a una cabina de teléfono cercana a " Prince Charles Cinema " donde intenté ponerme en contacto con mi primera sospechosa. Tras varias llamadas sin éxito, descolgaron el aparato y una voz aguda que correspondía a la de una mujer contestaba a la señal.

● Señora: ¿Quién es?

● Elliot Britt: Disculpe por llamarla a estas horas pero el motivo es urgente. Me gustaría conversar con usted acerca de lo sucedido con su inquilina Anne Gallahan.

● Señora: De acuerdo. - Dijo transcurrido un silencio.

Entre palabras llegamos a un acuerdo para vernos y poder platicar acerca de lo sucedido; pensé que lo más acertado sería citarnos en algún lugar público. Entonces en ese instante recordé la inauguración de una nueva exposición de obras de arte que se celebraría hoy al atardecer en el Museo Británico.

Una vez acordado todo, colgué y anduve en dirección a " Stratford Police Station "; se podría decir que un añorado conocido me debía un pequeño favor. Tras un largo periodo avanzando a pie, me encontraba frente a sus puertas; pulsé repetidas veces el timbre de la entrada hasta que un cabo del cuerpo de policía me dio paso.

Pregunté por el comisario Scott Weaver, el cual se encontraba en su departamento de oficina en la segunda planta. El cabo me acompañó hasta su puerta y una vez allí se retiró; me esperaba sentado aparentando que conocía el motivo de mi visita. Accedí y retiré uno de los asientos que se hallaba frente a la mesa, me senté e incorporé y me dispuse a dar la explicación de la causa por la que había asistido.

● Scott Weaver: Ya decía yo que estabas tardando en venir después de todo lo sucedido con aquella mujer.

● Elliot Britt: Estuve muy ocupado el día anterior, por lo que me resultó difícil acudir.

Necesitaba los impresos que hacían referencia a crímenes que se hubieran ocasionado en los últimos años. La lista era de lo más amplia, pero me centraría en los datos que harían alusión a características propias de nuestro probable asesino.

● Elliot Britt: ¿Le importaría si me los llevara para hacer una investigación a fondo sobre ellos?

● Scott Weaver: Te recuerdo que son documentos oficiales y no los puedo sacar del recinto policial sin un permiso.

● Elliot Britt: Necesito que lo consigas, me servirían de gran apoyo.

Le costó ceder ante la proposición pero terminó entregándomelos. Llegaba con el tiempo justo al encuentro con la arrendataria; al llegar a Montague Street se acercó una dama de mediana estatura, pelo lacio, tez de un tono blanco pálido y unos ojos rasgados con matices verdes.

Se hacía llamar Skeeter Philan, y sí, era la propietaria del piso; la invité a entrar, todo estaba listo para que dieran inicio al estreno. La multitud abarrotaba toda la sala, apenas se podía dar escasos pasos hasta que llegamos a un claro; nos sentamos en una de las mesas que habían situado cerca de ventanales en los que se podía contemplar unos jardines con fuentes donde servían cócteles y la gente dialogaba sin contemplaciones.

Un sirviente se acercó desde la barra, y nos cortó la conversación enunciando un encargo.

● Sirviente: Disculpen, pero aquel caballero insiste en invitarles a una infusión. - Dijo señalando a una de las numerosas mesas que ocupaban un espacio cercano a la entrada del recinto.

Le comunicamos al sirviente que le diera las gracias de nuestra parte por convidarnos. Podía ver en su rostro que se encontraba un poco tensa por la situación en la que iba a exponerla, pero la mencioné que no era motivo para estarlo. Si nos centrábamos en lo que habíamos venido a hablar, sería una velada relajante y dinámica.

● Skeeter Philan: No creo que le vaya a gustar lo que le voy a contar acerca de Anne Gallahan.

● Elliot Britt: No se preocupe, son años los que llevo trabajando como detective y resulta difícil que algo me sorprenda.

Aún así todavía afloraba en ella pequeños nervios y la ofrecí que bebiera del té para calmarse. Después de unos continuos sorbos, se dispuso a contarme todo lo que conocía acerca del asunto, pero empezó a mostrar mareos y dificultad respiratoria. Necesitaba que alguien la auxiliara, pero la gente se encontraba entumecida y no respondían.

● Elliot Britt: ¡Ayuda por favor, necesito un médico urgentemente!

Cayó desplomada al suelo y su pulso se notaba levemente; cuando intentaron reanimarla y no conseguían reconfortar su cuerpo, se me desvanecieron las escasas esperanzas que residían en mí. Su cuerpo yacía en el suelo sin vida; igual de rápido se llenaron las salas como se vaciaron después de lo ocurrido, una vez más se me escapaba algo y no era capaz de averiguarlo.

De vuelta en casa, volví a echar un vistazo a todos los documentos facilitados por Scott Weaver e intentar sacar alguna relación con lo sucedido en el Museo Británico. Al ver que no logré nada de lo esperado, decidí tenderme en el lecho. Pasada la noche, llegó la madrugada y con ella una convocatoria que provenía de la " morgue " , conocida comúnmente por ser el lugar donde se analizan los cuerpos de víctimas de los cuales no se conoce la causa de su muerte.

Preguntaban por mí, al parecer habían dado con la base de la defunción de Skeeter Philan; me cité con ellos a una hora de la tarde en Lambeth Walk. Quedaban apenas unos instantes, bajé velozmente las escaleras del edificio y pedí un taxi que me llevara hasta allí. Nunca me ha gustado aquel lugar, es frívolo y oscuro; creo que a nadie le agrada visitarlo.

Me estaban esperando a la vuelta de la manzana, pagué lo correspondido al conductor y le di las gracias. Entramos y anduvimos todo el pasillo hasta llegar a una de las salas del fondo a la derecha. Podía imaginarme qué había bajo la tela blanca, sería su cuerpo.

Los forenses tenían a mano los informes, me permitieron echarlos un vistazo y en la esquina de uno de los folios pude ver: " Causa de la muerte: envenenamiento por cicuta ". Fue entonces cuando até los últimos cabos que me quedaban sueltos; fue extraño que la persona que nos invitó al té no se dejara ver el rostro; y fue aún más raro que nada más echar un trago se empezara a sentir mal llegando al extremo de que le causara la muerte.

Una vez más habíamos tenido a una escasa distancia al asesino y apenas se había echo notar. Mi autoestima bajaba en picado, jamás me había ocurrido esto en casos oficiales; decidí marcharme e irme a casa para otorgarme un descanso.

No sabía por donde agarrar el suceso; entré en una taberna que se encontraba cerca para intentar aliviar mis penas en alcohol, algo que resultó no ser una idea favorable. Tras horas pretendiendo ahogar mi amargura, era de los últimos consumidores que quedaban y tenían que cerrar.

● Tabernero: Disculpe, siento decírselo, pero tenemos que concluir el día de servicio.

● Elliot Britt: Tome, cóbreme y quédese con el cambio.

● Tabernero: Muchas gracias. - Dijo mientras cerraba la caja.

Cogí mi gabardina y salí a la calle dirección a casa. Al llegar, me encontré con el portón de la entrada del edificio abierto y en el suelo unas pisadas de barro que ascendían por los escalones y terminaban en el rellano de mi piso, el cual también se hayaba al descubierto.

No había señales de un posible robo debido a que la prueba estaba aderida en la puerta. Se trataba de un sobre en el que ponía mi nombre, lo despegué de la madera y me dispuse a romperlo para ver su contenido. Dentro venía un papel doblado, parecía un mensaje impreso: " Una vida sin homicidios para mí, es como una vida sin alimentos para usted ".

El misterio de Anne GallahanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora