IV

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- El campanario encantado:

- Me encontraba fijo en la hamaca sosteniendo entre mis manos la nota que descubrí en unos de los libros de Anne Gallahan. Le daba vueltas al asunto planteándome si sería una idea acertada acudir a un lugar tan lúgubre sin intuir con qué me encontraría. Apenas podía flexionar el brazo a pesar de que el médico me había sustraído el veneno inyectado disimuladamente por el asesino al impactar.

Decidí bajar a la avenida y dirigirme a Hyde Park para airear mis reflexiones. Sus jardines me pedían que les mostrara mi atención; aquello era el pulmón de Inglaterra. Sus caminos me condujeron a un arco abrazado por enredaderas y una serie de bancos sobre los que me acomodé para recobrar el aliento.

Aquello no se podía describir, era algo que no puedes nombrar con palabras; un lugar donde encontré lo que tanto ansiaba: la soledad. Pero lo bueno siempre es breve; en ese preciso instante me acordé que se aproximaba la hora para reunirme con la persona incógnita que me había citado.

Me levanté y puse rumbo de vuelta a casa; anduve hasta que me recogió un taxi para acercarme a mi destino. Durante el trayecto se elevó una niebla a la vez que se alzaba la noche, dejando poca visibilidad en el camino del conductor. Abrí la puerta del vehículo y pagué lo correspondiente al taxista; subí las escaleras mientras introducía la mano en el bolsillo de la gabardina para agarrar las llaves.

Las introduje en la cerradura y giré para acceder al piso; no disponía del tiempo necesario si quería llegar temprano, así que cogí mi arma que se ubicaba en uno de los cajones del escritorio y raudo volví a descender tras mis pasos.

● Abie Coleman: Buenas tardes Señor Britt, ¿a que se debe tanta prisa? - Dijo una voz proveniente de una zona posterior a la que yo me hallaba.

● Elliot Britt: Buenas tardes Señora Coleman, no me había percatado de su presencia; he de acudir a un encuentro importante.

● Abie Coleman: En ese caso, no le entretengo más. - Dijo mientras se adentraba en su hogar.

● Elliot Britt: Gracias. - Dije despidiéndome.

La Señora Coleman siempre había resultado una mujer de lo más peculiar al igual que entrometida. Cerré la puerta tras mis pasos y bajé veloz las escaleras; seguidamente anduve un periodo corto hasta llegar a " Saint Mary's Cholsey Cemetery ".

La verja permanecía cerrada y resultaba complicado abrirla ya que la envolvían unas cadenas de hierro unidas por un candado. Opté por buscar otra alternativa para acceder; rodeé varias veces los límites del lugar pero no visualicé un posible hueco por el que atravesar los densos muros de piedra. Trepé uno de los tabiques intentando crear el mínimo ruido para no levantar sospechas en las residencias cercanas al cementerio.

Una vez dentro, caminé a hurtadillas, me posicioné detrás de una lápida para cubrirme y aguardé a que se presentara la persona que me hizo llegar el mensaje. La niebla acompañaba al escenario haciéndolo aún más espeluznante y obstaculizando mi campo de visión. Inesperadamente, tras una agotadora espera, se empezaron a escuchar unos pasos que provenían de la arboleda posicionada tras el campanario de la iglesia.

Recorrí el sendero hasta introducirme en la densidad del bosque, podía sentir cada vez más cerca las pisadas hasta que dejaron de oírse. De repente, una luz parpadeante salió de la torre de la ermita; di media vuelta e intenté llegar lo más veloz posible. La entrada estaba bloqueada desde dentro, la única manera de acceder era entrando en la parroquia. Me vi obligado a forzar la entrada debido a que permanecían cerradas desde hace un largo periodo de tiempo. El párroco se vio obligado a clausurar de manera permanente la iglesia ya que se le acusaba de hurto del cepillo que se recaudaba cada domingo de misa. Sólo se permitió una apertura del cementerio regida por horarios, pero eso no era motivo para no proseguir con la investigación.

Ascendí los escalones, entre abrí el paso retirando obstáculos y me apresuré en subir los peldaños; una vez en la cima, desaparecieron todas las señales. Buscaba con ansias a la persona que estaba provocando todas estas indicaciones; asomé la cabeza entre dos columnas del torreón y pude divisarlo; un individuo con una toga oscura que le ocultaba el rostro permaneció inmóvil durante unos segundos hasta desaparecer entre la densa niebla.

El desconcierto me paralizó durante un breve instante, hasta que reaccioné y volví a descender por la trampilla de acceso hasta la salida de la capilla. Podía ver como el asesino cubierto con la túnica había aguardado a mi presencia; si no quería perderle el rastro tendría que seguirle. Tras una costosa persecución disipé la pista; por mucho que mirase a mis alrededores no le localizaba; hasta que empezó a sonar una voz grave, pero no conseguía averiguar el lugar del que provenía.

Su tono me había conducido hacia la densidad del frondoso bosque, pero una vez compadecí allí era como si se hubiera esfumado hasta que las indicaciones volvieron a manifestarse. Inesperadamente, surgió nuevamente de entre los alrededores pero me resultaba confuso el averiguar su procedencia.

● Asesino: ¿Por qué no te das por vencido y admites que he ganado la partida?

● Elliot Britt: Estás muy equivocado, el juego solo acaba de empezar. - Dije mientras contemplaba las zonas próximas a mí.

● Asesino: ¿Y si mi siguiente objetivo fueras tú?

El miedo me hizo retroceder pasos hasta que pise algo tras ellos; al darme la vuelta me esperaba lo peor pero solo permanecía en el suelo una grabadora. Y hasta donde me alcanzaba la vista, pude divisar como la capa colgaba de una de las numerosas ramas de un árbol. El asesino se había divertido moviéndome a su capricho, como si fuese su peón; y cuando quise reaccionar resultó ser demasiado tarde. De pronto una voz femenina me llamaba desde el otro lado del recinto, se trataba de Abie Coleman.

● Abie Coleman: ¿Se puede saber que hace a estas horas de la noche en este lugar? - Dijo mientras se asomaba con cierta dificultad entre los vanos de la valla.

● Elliot Britt: Señora Coleman, ¿no habíamos quedado en el rellano de mi casa que usted se iría a descansar mientras yo seguiría con mis ocupaciones? - Dije en un tono burlesco.

Pero aún así, permanecía de pie esperando a que la diera una respuesta.

● Abie Coleman: Por qué no vuelve a casa y deja de hacer majaderías; va acabar haciéndose daño, con esta niebla no se sabe que hay bajo tus pies.

Ya eran altas horas de la noche, por lo que decidí aceptar la proposición de la Señora Coleman y volver a mi hogar a descansar; mañana me aguardarían nuevos misterios.

El misterio de Anne GallahanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora