VI

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- Las ruedas del infortunio:

- El tiempo acompañaba a esta fecha en la cual acudía al velatorio de Cathy Price, una misa breve a la que se presentaron familiares y amigos para despedir su cuerpo. Al acabar el día de luto empezó a diluviar, abrí mi paraguas para resguardarme del aguacero y anduve dirección a la salida de la casona donde se organizó todo.

Había dicho adiós a varias personas desde que se produjo el crimen de Anne Gallahan, el cual estaba intentando resolver. Aún me esperaba aparcado en el bordillo un conocido que me había aproximado en su automóvil al hecho.

● William Adams: ¿Qué tal ha ido?

● Elliot Britt: Me ha resultado duro verla encerrada en aquella urna de madera.

● William Adams: Siempre es difícil despedirse de la gente a la que aprecias.

Durante todo el trayecto miraba como las gotas chocaban con el cristal de la ventana, intentando aislarme. Llegamos a su vivienda ya que previamente me había invitado con el motivo de que tenía que hablarme acerca de un tema.

● William Adams: Repantígate en uno de los asientos, el que desees.

● Elliot Britt: ¿A qué se debe tanta intriga? - Dije comenzando a preocuparme.

● William Adams: Ayer me reuní con un conocido que se dedica al periodismo y entre palabras le mencioné que accederías a un encuentro al anochecer. - Dijo mientras agachaba la mirada lentamente comprendiendo como reaccionaría ante ello.

● Elliot Britt: ¿Una reunión? Ya sabes lo que considero acerca de los periodistas; cordiales en la entrevista pero cuando llega el momento de publicar, retocan los argumentos a su beneficio.

● William Adams: Él es diferente, nos conocemos desde hace bastante tiempo y sé como aplica el contenido.

Reflexioné un pequeño instante la proposición y me vi obligado a aceptar; después del esfuerzo que había realizado no podía negarme.

● Elliot Britt: Está bien, ¿te ha comentado la hora y el lugar?

● William Adams: A las 8:30 p.m en " The Clink Restaurant ".

● Elliot Britt: Antes he de acercarme a cumplir un encargo.

● William Adams: Gracias por aceptar; sé lo incómodo que te resulta después de todo lo que está sucediendo.

Puse una cara de agradecimiento por sus palabras y me volví hacia la salida de la residencia. Antes de marchar, concertamos una hora para reunirnos en su garaje ya que él me acercaría a la cita.

Antes de cruzar la puerta y dar por concluida la visita, empezó a zumbar la mesilla cercana al sofá haciendo referencia a una llamada entrante.

● William Adams: ¿Si? Vale, espere un momento. Preguntan por ti, es de las oficinas de " Royal Mail ". - Dijo pasándome la llamada.

Me acerqué con paso ligero hasta William Adams y cogí el teléfono.

● Elliot Britt: ¿Hola?

● Cartero: ¿Es usted Elliot Britt?

● Elliot Britt: Así es, ¿cuál es el motivo de la llamada?

● Cartero: Acaba de llegar un paquete y el remitente del mismo a insistido repetidas veces que se le entregara en persona lo más pronto posible.

● Elliot Britt: Eso no puede ser correcto, en ningún momento he concertado un pedido. - Dije extrañado.

Tras un intenso periodo de disputa, decidí acercarme esa misma tarde para la recogida del paquete. William Adams se ofreció nuevamente para acompañarme, pero en esta ocasión me vi obligado a negarme.

● Elliot Britt: Estaré de vuelta en escasos minutos.

Las oficinas " Royal Mail " se encontraban a dos manzanas de la vivienda de William. En la entrada se podía observar cómo unas robustas columnas se alzaban hacia lo alto de la construcción donde se unía en el tejado con acabado en cúspide.

Irrumpí en una amplia sala tras atravesar sus desmesuradas puertas; a lo lejos se observaban unas oficinas con largas colas de espera donde la gente solicitaba ayuda. Después de una ansiada espera, llegó mi turno.

● Cartero: Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?

● Elliot Britt: En realidad no vengo a solicitar su ayuda; me acaban de llamar desde este recinto para que acudiera cuanto antes a
recoger un pedido.

● Cartero: ¡Ah! Usted es Elliot Britt. Yo mismo he sido el que a realizado la llamada, espere un momento, ahora mismo voy a por el paquete.

Se levantó de su silla forrada con cuero y anduvo hasta perderse por uno de los pasillos. Al cabo de poco tiempo, aparecía al doblar la esquina del corredor con una caja envuelta en un papel de colores oscuros sujetado con una fina cuerda.

● Cartero: Aquí lo tiene.

● Elliot Britt: Una pregunta más, ¿cuando aquel señor le entregó esto, le dio algún mensaje?

● Cartero: Me temo que no, lo único que soltó por su boca en todo ese instante fue que se le entregara a usted lo más pronto posible.

Lo cogí entre mis manos, y me retiré dando las gracias. Aún me sobraban unos minutos más antes de acudir al encuentro con el periodista en" The Clink Restaurant ". Después de una corta caminata estaba de vuelta; golpeé con los nudillos la puerta hasta que me abrió.

● William Adams: ¿Estás preparado para el encuentro?

● Elliot Britt: Eso creo, no me gustaría causar un impresión errónea a causa de los nervios.

● William Adams: Tranquilo, apenas serán un par de horas dialogando.

Cogió su paraguas ya que el cielo estaba empezando a nublarse de nuevo y era probable que a lo largo del resto del día cayeran unas gotas. Rebuscó las llaves del recinto en los bolsillos del pantalón y una vez encontradas anduvimos por un camino formado con piedras que atravesaba su jardín y que concluía en el garaje.

Introdujo la llave en la cerradura y giró el pomo de la puerta para desbloquearla; palpó la pared hasta toparse con el interruptor de la luz y lo accionó. Tardaron unos segundos hasta que se iluminaron los rincones de la ajustada habitación; un escalofrío me recorrió todas las extremidades del cuerpo al ver como las cuatro ruedas del vehículo se encontraban sin aire.

Alguien se había molestado en punzar la goma de los neumáticos y así ocasionar que no pudiera acudir al encuentro y dejarme como un indeseable ante los medios. Intenté numerosas veces contactar con el periodista, pero en ninguno de esos intentos contestó a las llamadas.

Ya se habría marchado del restaurante al esperar y ver que no aparecía; solo me quedaba aguardar a mañana y ver el resultado en el periódico. Me encontraba sentado en uno de los múltiples sillones del recibidor en la casa de William; alcé la vista y recordé que aún no había abierto el paquete que recogí esa misma tarde en las oficinas.

Me incorporé y lo cogí, rasgué cuidadosamente el papel que lo envolvía y desvelé su contenido. Dentro de ésta solo se hallaba un sobre el cuál me dispuse a desvelar su contenido: " Siempre se puede cambiar el destino de una persona si sabes jugar sus cartas ".

El misterio de Anne GallahanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora