Capítulo 4:

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Recogí del suelo la flecha que me había lanzado Nix. La apreté observándola. Quería desintegrar el material con el que estaba hecha aunque me clavase las espinas causando que la sangre recorriera mi mano.

- ¿Cómo? - Susurré dolida mientras cerraba los ojos sintiendo el dolor de las espinas. Mi hermana comenzó a divagar con sus suposiciones. Esta flecha gritaba el nombre de Nauto, en cambio, él debía estar comido por los gusanos.

- Mist, tu tranquila. De seguro que alguien la elaboró para dañarte. - Se levantó quedándose a mi lado pero me zafe de ella. Nadie sabía lo que yo.

- El hierro es forjado a mano, el cuerpo está hecho del tallo de una rosa de Halfeti. Es una rosa completamente negra y en cambio estamos entrando en pleno invierno. El único que era capaz de vencer a la madre natura era él. No sabes de lo que hablas. - Rompí la flecha antes de salir corriendo hacia una parte del bosque. Deseaba estar sola.

Una vez alejada de Nix me dejé caer al suelo frío mientras unas lágrimas silenciosas tallaban mis mejillas recordando a Nauto. Fue la única persona del sexo opuesto en la que creí, a la que pude entregarle lo que quedaba de mi corazón, el único vampiro que nunca quiso verme sufrir. Él fue el único hombre que me había defendido después de mi padre. Por algo su muerte me afectó tanto. Lo vi morir ante mis ojos mientas sus labios pronunciaban una y otra vez mi nombre para que no le dejara caer en el lugar de donde procedía. El no merecía morir por salvarme de aquel demonio. No merecía tal final siendo alguien tan bondadoso.

- ¿De verdad esta Nauto en algún lugar, Ruby? - Pregunté mientras observaba mi collar que había quitado de mi cuello. En la piedra preciosa se reflejó un chico de pelo platino y ojos verdes cual esmeraldas. Acaricié la superficie. - ¿De verdad eres tú? - Susurré con una pizca de esperanza. Aún le deseaba. Aún se filtraba en mis sueños haciéndolos dulces.

- Mist debemos irnos. Zafiro dice que los vampiros se acercan. Hay que aligerar y llegar a la frontera de la manada Petrov, debemos entrar y buscar refugio. - Limpié mis mejillas al oír la voz de Nix mientras se acercaba. Me levanté mientras colocaba mi collar de nuevo. Me acerqué a ella asintiendo antes de comenzaron a correr detrás de ella.

Sentí varios movimientos de personas que no éramos ni ella ni yo. Este bosque no es habitado dadas las leyendas que inventan los humanos y no tan humanos. Me paré observando a mí alrededor al sentir una respiración pesada.

- Mist, mueve tu culo gordo porque si te pillan no te ayudaré. Recuerda lo que paso la última vez, y el lobito no está aquí para protegerte. - Gruñí sintiendo demasiado enfado para ser normal. No necesitaba que nadie me protegiera y menos un maldito lobo sarnoso. - Venga, ¿o quieres que llame a Sheila?

- No gracias. La última vez que lo vimos me hizo andar a la fuerza esposada. Era como si yo fuese la esclava y ella la ama. Y es al revés. - Mascullé volviendo a correr recordando la forma que tiene de comportarse conmigo. Es como si el dato de que lo hubiese salvado de los humanos que querían arrancarle las alas no fuese nada importante. Y para toda hada son importante esas alas que portan en sus espaldas.

Oí un gruñido por lo que me volví a pasar observando más detalladamente mi entorno pero no había nada más que árboles de color negro enroscados sobre sí mismos y hierba musgosa. Volví a correr diciéndome a mí misma que debía de imaginarme cosas porque de seguro no era bueno andar ahí parada buscando algo que no existe mientas los vampiros se van a cercando las a nosotras. Después de correr por más de media hora y de que Nix me insultase tantas veces como paraba para comprobar que nadie me seguía, nos encontrábamos enfrente de las puertas de la manada Petrov. Miré a los lados queriendo ver si alguien nos seguía a lo que mi hermana me dio una hostia.

- Nadie nos sigue, psicópata. - Gruñó mientras empujaba la verja de la puerta aunque la detuve con la mano encima del metal. Me miró con furia.

- Recuerda, los hombres lobo son posesivos con su territorio. Somos extrañas y nos harán prisioneras.

- Es verdad. - Se dio la vuelta sonriéndome antes de darme un buen puñetazo en mi mejilla derecha antes de saltar encima de mi mientras me golpeaba más. ¿Qué le picó a la condenada? Al sentir sangre en mi boca decidí golpearla a ella también hasta que la quite de encima de mí por completo, elevé mi mano estampándola contra la verja mientras la iba haciendo cada vez más puño estrangulándola.

En un movimiento inesperado algo golpeó mi cabeza distrayéndome ya que caí al suelo, dolía mucho. Me quise dar la vuelta para poder ver que es lo que había sido, pero algo me tomó de mi pelo tirando de mi cuerpo por el suelo hasta que conseguí tomar una piedra en mi mano dándome la vuelta viendo que Nix estaba concentrada en buscar algo así que aproveché y tiré la piedra a su cabeza tambaleándola. Me levanté a duras penas mientras tosía y sujetaba mi abdomen con una mano la cual sentía apenas. Miré a mi hermana tendida en el suelo, su rostro tenia sangre al igual que su frente y brazos además de que su cuello estaba en parcialidad rojo. Sonreí mientras golpeaba su abdomen llena de furia porque ella me atacó primero además de que tantos golpes que me había llevado me estaban desquiciando por el dolor.

- Para. - Musitó abriendo sus ojos. Me detuve antes de caer de rodillas cansada al suelo entre que ella se incorporaba. - Tenemos nuestro pase a la aldea.

Nos ayudamos mutuamente a caminar hacia la verja y empujarla pasando dentro. Apenas podía sostenerme en pie ya que mis rodillas temblaban antes de que diese el mínimo paso, ni siquiera podía mantener mi cabeza alta para ver por dónde iba ya que al parecer yo era la más herida de las dos. Oí unos gruñidos por lo que hice un esfuerzo para poder levantar mi cabeza topándome con cuatro hombres de los cuales solo había podido reconocer a dos de ellos, no me jodas. Sus ojos oscuros se posicionaron en mí sin moverlos y apenas pestañeando hasta que le dio por caminar hacia mí tratando de tocarme pero me zafé de su rozamiento cayendo al suelo ya que el apoyo de Nix había desaparecido. Su brazo derecho rodeó mi abdomen al principio de forma fuerte aunque se suavizó cuando queje, me elevó dejando que me recostara sobre su pecho. Cosa que no agradecí.

- Mandad preparar unas nuestras casas. - Le escuché pronunciar mientras me recostaba más en su cuerpo al ver que con los segundos mi cuerpo perdía su fuerza. El me sujetó más fuerte al ver que caía de nuevo hacia al suelo tomando mi rostro en una de sus manos firmemente. - Para verme solo debías decir mi nombre, no esto brujita.



Atada al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora