Capítulo 6

4.3K 354 4
                                    



Sabía que el orangután me estaba mirando desde hace bastante rato, si bien yo lo ignoré como si no me hubiese dado de su presencia, por el contrario, yo tenía muy buenos reflejos y sabia concentrarme no solo en lo que podía ver sino en mis demás sentidos. Quizá ser el conejillo de indias de Nix con sus pociones tenga un lago bueno.

- Me llamo Stephen Petrov. - Le oí murmurar como en un balbuceo mientras oía la hierba crujir con sus pisadas, quizás. - ¿Ahora dejaras de jugar con el tiempo?

- No me mandas mugriento chihuahua. - Le observé con una mirada totalmente apática como si su presencia de verdad me diese repulsión, cosa que pasaba, pero no estaba muy segura del hecho de que él lo supiese. - ¿Terminaste tu desayuno vegano? - Elevé las comisuras de mis labios formando una sonrisa caminando hacia un pequeño rosal, el cual se veía recién plantado. Acaricié los pétalos llenándolos de nieve hasta que su mano rodeo mi muñeca apartando mi tacto de la planta.

Le miré con algo de cólera en mis pupilas, ¿en serio no me dejará escarchar esa maldita planta? Pronto perecerá de por sí.

- No toques esa maldita flor.

- ¿Quieres que congele otras cosas? Quizá sea entretenido enfriar un poco a tus sirvientes o quizá hacer que las nubes de lluvia que cree se transformándola en granizo.

- No me chantajees bruja.

- No me toques los ovarios gilipollas lobuno porque de todas las razas sobrenaturales la tuya es la que más aborrezco. Así que mejor ve explicándome porque estoy aquí y porque no me dejan salir.

Él sonrió llevando mi muñeca a sus labios dándole un nauseabundo beso, quise apartarla, pero este parecía concentrado en lo que hacía hasta que sentí sus dientes clavarse en mi piel. Al principio grité de dolor mientras tiraba de mi brazo para soltarme, pero el solo la sujetaba más fuerte, mi muñeca ardía por la dureza con la que la inmovilizaba más hubo un punto en el que dejé de sentir la dolencia de antes siendo sustituida por una extraña sensación que identifiqué como agrado. Cerré mis ojos unos instantes hasta que dejé de sentirla dándome cuenta de que el había soltado mi muñeca, la miré descubriendo que sobre esta yacía una marca roja como si mi piel estuviese quemada o hubiese sufrido alguna especie de alergia rara.

La observé con paciencia mientras en algunas zonas mi piel volvía a tener el color normal y en otras estaba tomando un color cada vez más oscuro hasta llegar a ser perfectamente una luna creciente. Su mano volvió a cubrir mi muñeca, pero no la apretó por lo que elevé mi mirada muy confundida. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

- ¿Lo pillas? - Fruncí mi ceño para que me explicara a lo que el bufó. - Bueno pues es muy sencillo, esa marca quiere decir que tu perteneces a un hombre lobo, ósea yo.

- ¿Qué acabas de decir desgraciado? - Pregunté en un grito mientras apartaba su estúpida mano de mí. Ese gilipollas acababa de decir que yo era su mate, aunque el utilizó una palabra menos placida para mí.

Me alejé lo más lejos de él gritando antes de caer de rodillas tomando el césped en mis manos. Me concentré con los ojos cerrados tratando de visualizar lo que pretendía hacer con toda la fuerza que podía concentrar desde mi corazón, el odio recorría mis venas cada vez más hasta que abrí mis ojos viendo que mi piel estaba llena de símbolos procedentes de runa blancos brillando sobre esta. Miré a mi alrededor viendo que estaba en medio de una tormenta de las cuales pocas veces había visto que la misma naturaleza la crease. Había tantos relámpagos iluminado el cielo totalmente negro al igual que los rayos quebraban el silencio y la tranquilidad sembrando el terror mientras que la cortina de lluvia dolorosa para la piel era constante y solo se podían distinguir sombras.

Me levanté del césped buscando una salida del jardín, pero poco se llegaba a ver. Sentí algo moverse alrededor mío por lo que giré sobre mi misma tratando de ver lo que era en cambio apenas podía ver mis propias extremidades, la cosa volvió a moverse cerca de mi hasta que vi unos ojos rojos. En ese momento me di cuenta de lo que era, un vampiro, por lo que alcé ambas manos intentando atacarle, pero nada pasó. Esos ojos volvieron a perderse en la lluvia mientras que mi miedo crecía, jamás en mi vida me había fallado los poderes frente a un vampiro.

Volví a hacer un afán de que mis poderes volviesen a su normalidad, pero en cambio era peor aún, apenas podía sentir el efecto de adrenalina que se escondía debajo de mi piel con cada gota de poder que dejaba salir de mi cuerpo. Hice varios esfuerzos por ver si volvían en cambio no hubo nada. Esos ojos retornaron mucho más cerca de mi hasta que se fueron bajando antes de que un sonido extraño invadiera el lugar por encima del eco que la lluvia creaba en mis oídos, parecía una especie de rugido.

Di varios pasos atrás buscando alguna manera de salir de este maldito jardín con mi vida aun perteneciéndome, no obstante, me parecía un sueño en estos instantes. ¿Por qué todo se tornó tan terrorífico? Ni siquiera podía parar lo que yo misma había creado y ese era mi más mayor miedo, el descontrol de mis poderes. Siempre vivíamos tratando de no hacer la idiotez de dejar que nuestros poderes tomasen el control de nuestras acciones, y yo lo hice siendo la segunda vez en mi vida.

Sentí una mano sobre mi boca mientras un brazo me envolvía trayendo más miedo a mi cuerpo imitando un temblor.

- Soy yo. - Sus brazos me rodearon más fuerte después de darme la vuelta aun sin ver nada apenas. Abracé su cuello dando un pequeño salto pegando su cuerpo al mío. Preció extrañado, pero en poco tiempo me acomodó entre sus brazos caminando conmigo hacia algún lugar, yo había cerrado mis ojos y escondido mi rostro en su cuello. - Debes cambiarte. - Pronunció nada más dejarme en la cama, le agradecí que me trajera hasta aquí con una sonrisa mirando mi cuerpo. La tez que cubría mis músculos estaba roja, de seguro por la fuerte caída de las gotas de lluvia.

- ¿Y el vampiro? - Quise saber volviendo a mi humor normal.

- En un lugar seguramente oscuro del que no creo que pueda volver. - Rió mientras se quitaba su camiseta con trozos rotos. En aquel momento lo ocurrido vino más claro a mi memoria, el rugido, debía de haber sido él o su lobo. ¿Me había salvado? - Es bastante dulce que te preguntes eso a ti misma brujita, y si yo te salvé, en si ese es el deber de un hombre lobo cuando su luna está en peligro. Protegerla sin importar que pase o a quien. - Golpeó mi cabeza con su dedo índice informándome.

- No necesito tu protección.

- Díselo a mis instintos no a mí, porque si por mi fuese habría dejado a ese vampiro darte caza.

Atada al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora