Capítulo 8:

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Me desperté de un ruido extraño, era un grito ensordecedor que seguía escuchándolo aun estando despierta por lo que no era un delirio de mis frágiles sueños. Me levanté de la cama sintiendo como mis músculos estaban tensos, dolía moverme por lo que apenas podía mantener bien el equilibrio. Al salir al pasillo el grito se escuchaba mucho más intensificado por lo que bajé las escaleras con cuidado el mínimo ruido posible.

Al final me encontraba en el sótano, algo oscuro, de la casa frente a una puerta de color metálico algo oxidado y gastado en donde los gritos hacían que quisiese arrancarme los tímpanos así que a continuación abrí la puerta con bastante dificultad. Al abrirla me quedé helada en el umbral con miedo en cada parte de mi cuerpo ante la pintoresca escena que tenía frente a mí, llevé mis manos a la boca para evitar un grito de temor sin saber qué hacer. Quería detener lo que ocurría en cambio tenía pavor por lo que me pudiese suceder a mi si hablaba o detenía a la persona que estaba de pie en la habitación, de espaldas concretando aun más.

Lo siguiente que hice fue dar varios pasos apresurados hasta que coloqué mis manos en su espalda sintiendo como se tensaban sus músculos, al darse la vuelta dejo caer el látigo que sostenía en su mano derecha dándome una mirada llena de aturdimiento, parecía no estar en sus cabales ya que su primera reacción fue tocar mi mejilla manchándola de sangre opaca, aguanté mi mueca de asco y mis ganas de insultarle colocando mi mano sobre la suya. Sus ojos ya no tenían ese color oscuro, sino que en ellos brillaba un tono violáceo, así que entendí que el que estaba a centímetros de mí cuerpo no era el chucho al cual yo odiaba sino su parte más salvaje, y no tenía ni ganas ni fuerzas de entablar una pelea exigiéndole que volviese a su forma humana ya que no saldría nada bien. Debía sacar su lado humano de otra forma con menos posibilidades de que uno de los dos quedase muerto en el suelo.

- ¿Mate? - Su tono de voz era distinto al que tenía normalmente, era mucho más grave y áspero. Di un paso hacia atrás provocando que en sus ojos apareciese una chispa de dolor que pronto se apagó. Su cuerpo se tensó nuevamente al oír como la persona que había detrás soltaba un quejido por lo que quise ver quien era, apenas había prestado atención a esta mujer. No pude ya que el lobo colocó su brazo para que yo no me acercase más a la mesa donde estaba atado el cuerpo de aquella mujer que me había ayudado a vestirme de muy mala manera, fruncí el ceño antes de mirarle con cólera sin entender porque la estaba torturando si era parte de su servicio. - Ella desobedeció y puso en peligro el bienestar de Mate, debía pagar. - Comentó mirándome extraño. Jamás había interactuado con la bestia de un lobo, no sabía cómo actuar. Normalmente no ocurría, cuando un hombre lobo dejaba que su bestia tomase el control era para convertirse en lobo no para quedarse en forma humana, quizá no sabían tanto de los chuchos como creía.

Tomé su mano izquierda tirando de su cuerpo fuera de esa habitación cerrando la puerta con fuerza, él se estaba dejando guiar y yo se lo agradecía. Subí de nuevo a la primera planta hasta que lo llevé a la habitación principal metiéndolo en él baño, ahí lo hice sentar en la taza del váter para así poder limpiar las heridas que tenía sobre su rostro y la sangre de sus manos, aunque también debía darse una ducha. No despegó ni un segundo su oscuro mirar de mis movimientos como si desconfiase de mí, su cuerpo estaba tenso mientras pasaba él algodón empapado con alcohol por los rasguños y la sangre reseca que había. Al parecer esa perra se había defendido bastante bien ya que él tenía marcas por sus brazos y rostro más que nada.

Al terminar le dejé en el baño solo diciéndole que debía darse una ducha. Espero que se las apañe él solo.

Mientras que el hacía eso yo volví a bajar al sótano pasando a la habitación, la sirvienta nada más verme comenzó a hacer unos ruidos de súplica para que la desatará, pero en cambio me encaminé hacia la pared llena de armas tomando un puñal de color plateado opaco, me acerqué de nuevo a ella tomando su pelo entre mis dedos tirando de este.

- ¿Pensabas que te desataría? - Pregunté con una sonrisa sádica en mis labios. - Aun recuerdo lo que hiciste, y esto no es sólo por haber arañado a Stephen o haberme obligado a vestirme con un vestido de estampado floral o que me hubieses dejado caminar sola cuando apenas podía sostenerme. Esto es por lo que le hiciste hace un par de años a Nauto. - Le hablé mientras pasaba la hoja por su mejilla siguiendo una línea imaginaría hasta su clavícula derecha. Apenas era consiente de mis actos ya que muy poco tiempo le habría cortado casi todos los dedos de una mano en busca de una información crucial para mí. Las ganas de venganza hablaban y actuaban por mi. - ¿Recuerdas a ese chico de pelo platino y ojos verdes cuales esmeraldas? Pues a ese vampiro tan bueno como él pan, lo vendiste a aquel demonio sin importante las consecuencias. Así que me vas a dar ese nombre quieras o no. - Pasé el puñal por su otra mejilla cortándola un poco mientras ella se removía aún más consiguiendo que la hoja pasase también por su nariz. - ¿Creías que no te recordaría? ¿Sabes cuánto tiempo llevo pensando en donde podría encontrar a esos traidores? En cambio, nunca supe que una de ellas estaría al servicio del hombre lobo al cual su Diosa me ha ligado de por vida, ahora irás al mismo lugar donde mi querido Nauto está atrapado.

Seguí hablándole haciéndola sufrir mientras sus lágrimas inmundas recorrían sus mejillas antes de que le clavase el puñal en el cuello de forma vertical matándola en el acto acabando con sus suplicas y lloriqueos jurándome que ella no había hecho nada de eso, en cambio lo recordaba a la perfección aquella rubia de ojos oscuros sedientos de venganza. Según ella yo había matado a sus padres en cambio nunca había pasado. Solo estaba algo loca y me arrebato lo que más quería.

Limpié mis manos en el camisón que tenía puesto de color blanco manchándolo de sangre asquerosa antes de volver a subir hacia el dormitorio en donde todo estaba destrozado, casi. La mayoría de la ropa estaba rota y tirada por el suelo, del diván estaba partido en dos trozos, el armario estaba hecho astillas e incluso el papel de las paredes estaba rayado. Mi mirada de detuvo en el hombre que se encontraba en medio de la habitación encorvado con las manos golpeando el suelo con saña.

- Oye. - Tiré de su hombro para que dejase de hacerlo por lo que él se volvió a tensar elevando su cabeza de un movimiento brusco. Su expresión se relajó bastante al verme por lo que me alejé un poco de el tomando la ropa que había en el suelo hasta encontrar una camiseta la cual no estaba destrozada. Se la lancé y el me observó extraño. - ¿No sabes vestirte o que chucho?

Rodé mis ojos acercándome a él tomando la camiseta, le ayudé a colocársela al igual que hice con los pantalones. ¿Quién en el jodido mundo tendría una bestia interior la cual no sabe vestirse? Obviamente y al parecer Stephen.

Lo saqué de la habitación yendo a la cocina en donde nada más pasar se lanzó hacia la nevera, pero rápidamente se retractó al ver más verdura que carne, posiblemente haya un aspecto en el cual me lleve bien con su bestia. Le saqué un poco de carne calentándola en una sartén mientras buscaba en los armarios lo necesario para poder hacer una pócima, una vez le di el trozo de carne frente a él lo tomó con ambas manos dándole bocados de animal.

Aguanté unas arcadas viéndole comer así mientras trataba de no recordar que esto lo veía normalmente entre los otros brujos, pero a veces con carne cruda.

Concéntrate Mist.

Me repetí a mí misma mientras sacaba las cosas que necesitaba de sus lugares dejándolos en la isla. Tomé una gran olla colocando agua para poder calentarla. Añadí los ingredientes poco a poco mientras que vigilaba a la bestia, la cual me observaba con los codos hincados en la isla y su cabeza apoyada en las manos, su ceño estaba fruncido entre que me estudiaba.

Dejé esperar a que el brebaje se enfriase. Le observé con mi ceño fruncido antes de que el sonriese de forma extraña.

- ¿Por qué mate macho sus delicadas manos con la sangre de esa pecadora? - Su sonrisa se borró en poco tiempo mientras su mirada comenzaba a volverse cada vez más violácea. Esto iba por el camino equivocado, necesitaba tranquilizarlo no ponerlo cada vez más enfadado.

No respondí, preferí permanecer en silencio mientras le servía en un vaso de cristal con pequeñas incisiones de rombo formando una malla, el líquido verdoso viéndole atentamente para que se tomase hasta la última gota. Y así lo hizo, no protestó ni yo tuve que amenazar por nada del mundo, aunque su mueca de asco cuando aparto el vaso me indicó que no le había gustado el sabor picante. Sus pupilas tomaron un color dorado en cuestión de segundos al igual que desapareció ese color dejando ver sus ojos aun violáceos.

Atada al AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora