Había salido al jardín con una taza de café sentándome en el césped mirando a los arboles los cuales perdían las últimas hojas, aunque los rosales seguían en flor, pero no tenían tan buen aspecto como el día que las vi por primera vez. La única flor que seguía estando resplandeciente era la rosa roja que estaba entre las blancas, Stephen la cuidaba con mucho esmero. En las mañanas siempre le veía desde mi ventana en el jardín regándola y cuidándola más que a ninguna otra rosa que había en el lugar.
¿Que tendrá aquella flor para que la cuidase tanto?
- Buen día para estar en el jardín, ¿no brujita? - Fruncí mi ceño al oír a una mujer hablándome. Me levanté observando a la mujer que me había hablado, era una chica quizás con unos años más en sus hombros que yo con cabello rubio largo y liso, unos ojos grandes de color avellana y un cuerpo que yo deseaba tener. Era bonita para que mentir.
- ¿Quién eres? - Murmuré acercándome a ella mientras comenzaba a reír como si le hubiese contado uno de los mejores chistes.
- Digamos que soy muy buena amiga del Alfa, así que ya puedes ir y llamarlo, tengo temas importantes que tratar con el sarnosa sirvienta. - Sonrió falsamente. Gruñí antes de sonreír haciendo que pasase a la casa, siendo cortes. Decía ser una buena amiga del Alfa y yo sé perfectamente cómo tratar a las personas como ella, necesitan respeto y entretenimiento en la espera.
Fui a la cocina para preparar un té de manzanilla y menta, dejé la bandeja con las dos tazas humeantes en la mesita de café. Le pedí que me contase de donde conocía a Stephen mientras yo ordenaba un par de libros que había sacado de la librería. Ni siquiera la estaba escuchando solo oía palabras sueltas cuando le contestaba con simples monosílabos para que siguiese con su absurda historia, sonreí al acabar de colocar todos ellos. Ahora era el momento más adecuado para enseñarle como trato yo a los invitados que no avisan con antelación de su llegada, me di la vuelta recitando un hechizo que servía para controlar el cualquier liquido a antojo del recitante, el té empezó a salir de las tazas y se dirigió hacia ella hasta que me quedé callada causando que la infusión aun caliente cayese sobre ella. Gritó pidiéndome ayuda
Fingí falsa preocupación sin saber que es lo que había pasado, fui a la cocina llenando una jarra del agua que había dejado sobre un fogón. Me acerqué de nuevo a ella tirándosela mientras gritaba aún más, harta de sus quejas estúpidas fui de nuevo a la cocina llenando de nuevo la jarra, pero esta vez dejé caer sobre su cabeza agua helada, siendo algo buena.
- Lo has hecho aposta. - Gruñó mientras me estampaba contra la librería tirando varios libros al suelo. Sonreí haciéndole la tontita dejando que me pegase hasta que me harte estampándola contra una pared mientras movía mi mano estrangulándola.
- ¿Quién es la sarnosa ahora rubita? - Sonreí. - Seguiré así hasta que Stephen venga.
- No hace falta que sigas. - Giré mi rostro deshaciendo mi mano mientras ella caía al suelo arrastrándose hacia él en busca de protección, pero lo que consiguió es que le diese una bofetada. Ella se llevó la mano a su mejilla con la cabeza baja mientras pedía disculpas aun a sus pies. ¿Y la dignidad de esta chica donde quedó? Se alejó de ella acercándose a mi tomando mi rostro en sus manos. - ¿Te ha hecho daño, neblina? - Negué sonriéndole mientras veía a la rubita.
- Dijo que era una muy buena amiga tuya, así que le hice la espera más amena. - Le sonreí después de que él besase mi frente, se separó de mi sacando a esa mujer del salón llevándola al sótano, pero no tardó en salir.
- Luego me ocuparé de hablar con ella, aunque hiciste un buen trabajo brujita linda. - Sonrió revoloteándome el pelo antes de recoger los libros que había en el suelo mientras que yo pasaba la fregona. - Aunque a la próxima sería mejor que lo hicieses fuera, has puesto el sofá perdido de té y agua. Tardará bastante en secarse.
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Atada al Alfa
Werewolf-Neblina.- Esa voz me hizo estremecer en lo más profundo de mi ser, no titubeé al reconocer a la persona quien la estaba produciendo. Abrí mis ojos moviendo mi rostro a derecha e izquierda hasta que vi en la lejanía una sombra de un hombre imponente...