CAPÍTULOS 60-61-62

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                                                                             CAPITULO 60.

- Ay me duelen los pies.- se quejó Manuela tirando los pies encima del asiento del auto.- ¡No entiendo como a vos no te duelen! Tenés tacos más altos.

- Estoy acostumbrada, creo.- se encogió de hombros.

Esa fue la única conversación que se mantuvo en el auto, en todo el camino. Maximiliano descansaba su cabeza en el hombro de su novia, mientras Mariana tenía su espalda apoyada en el pecho de su novio y los brazos en su cintura. Si bien apenas eran las diez cuarenta y cinco de la noche, el día había sido tan intenso que estaban todos cansados, como si fuera de madrugada.

Llegaron al hotel y se despidieron hasta el (gran) día siguiente. Se sacó los tacos mientras Pedro trancaba la puerta y se metió en el baño.

- Pitt...- lo llama.

- ¿Qué? - él ya estaba metido en la cama. Para él todo era más agotador, él era el que trabajaba. Se sentó y miró la puerta del baño.

- Vení, ayudáme...- se rió y él se levantó.

- ¿Qué pasa?

- Bajáme, no puedo.- le dio la espalda y señaló el cierre del vestido. Él se rió y se giró para que quedara de frente. - ¿Qué hacés?

- Así es mejor.- la miró con una sonrisa de costado, de esas lindas, y besó su boca mientras con la mano derecha buscó el cierre y lo bajó.

El vestido llegó al piso y no tuvo necesidad de sacar sus pies de dentro, él hizo fuerza con sus manos en su cintura para levantarla. Caminó hacia atrás unos cuantos pasos y ya estaban fuera del baño. Llevó su mano y deshizo el moño que se había hecho en los últimos minutos; cada tanto le decía que amaba su pelo suelto, lo sabía.

Ahora fue ella, la que llevó una mano a su entre pierna y bajó el boxer negro. Él era tan perfecto, que hasta combinaba el boxer con el color de su pantalón, por si se llegaba a bajar y ver algo. Él bajó sus manos por su espalda hasta llegar a la prenda íntima, bajó los tirantes con los pulgares y cayó sola al suelo. Sacó los pies de dentro y él le dio un giro rápido, sin dejar de besar su boca. Su equilibrio siempre le había sorprendido.

Cayeron en la cama y no hubo ningún tipo de preámbulo, puso sus manos en su cintura para acomodar su cuerpo al suyo y se unió a ella con el mayor de los cuidados, pero con el mayor de los placeres. Las embestidas se hicieron rápidas en apenas segundos, nunca había sido tan pasional pero la estaba rebosando, la estaba haciendo sentir como nunca le había hecho sentir antes.

Se abrazó a su espalda, y aunque, siempre había dicho que le parecía vergonzoso imaginarse gimiendo, eso hizo: gritó en su oído con el mayor de los placeres, eso parecía incentivarlo, porque aumentaba el ritmo y la hacía gemir cada vez más fuerte.

Sacó sus manos de su espalda, puso cada uno de sus brazos a un lado, puso los suyos encima y entrelazó todos los dedos. La miró, los ojos siempre se le ponían más brillantes cuando hacían el amor. Justo entonces, llegaron al clímax, sincronizadamente, como si los dos cuerpos estuvieran hechos para estar juntos.

Se dejó caer sobre su cuerpo, aunque se sostuvo con los antebrazos para no aplastarla. La abrazó por el cuello, y sentiste su respiración agitada en tu oído. No hizo como siempre, que se movía hacia uno de los lados, sino que se quedó allí. Encima de ella.

Te amo... te amo tanto que a veces tengo miedo de que no alcance, le susurró en el oído. Sacó la cara de su cuello, lo miró con una sonrisa. Le hizo una caricia y acomodó un par de pelos rebeldes en su cabellera. Él también le sonrió y la volvió a besar, primero sobre su cuerpo, pero finalmente se fue al costado y se quedaron así, como otros diez o veinte minutos.

"CON LOS PIES EN LA TIERRA Y LOS OJOS EN EL CIELO" TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora