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La movida, como todos predijeron, acabó el sábado, y pareció que aquel día todo el puto barrio decidió esconderse en sus casas hasta la hora de apostar. Porque sí, porque puede que pareciese que el mundo entero se hubiera desvanecido, pero la gente de estos lares es como las cucarachas, esperando a la noche para salir a las calles, y más si tienen un reclamo tan llamativo como lo era la carrera de esta noche.

― ¿Te encuentras bien? ― Me preguntó Calipso, frunciendo mucho el ceño. No le hacía ni puta gracia el tener que ir a La pista después de tirarse toda la semana trabajando.

― Sí... ― Miré a los chicos, que me miraban fijamente. ― Sólo estaba pensando.

Habían venido a tomarse unas cervezas a casa antes de la acción, supongo que para bajar un poco los nervios. Los únicos que no bebíamos éramos Dan y yo, más que nada porque necesitábamos estar bien despiertos para esta noche.

Reed me miró fijamente desde su posición, seguramente pensando en lo mismo que yo.

«Brox.» No me quitaba el puto nombre de la cabeza desde hacía días, y siempre iba seguido de la imagen de Emma y el nombre de Ciara, de la mirada de Zack y el olor del cloroformo.

― ¿Hoy también vas a apostar, Max? ― Me preguntó Ian, que estaba sentado casi encima de Brandon, que no paraba de quejarse de que era un puto pesado.

Asentí. Aunque no tenía ni puta idea de cómo iba a hacerlo. Nunca había visto a Lennon corriendo, y no estaba segura de acertar aquella noche.

― ¿Sabes por quién vas a apostar? ― Preguntó Reed, más tenso y gruñón que de costumbre; y no me extrañaba.

Negué.

― Todavía no.― Pillé el mechero y me encendí un cigarro con torpeza. ― No conozco a Lennon en la pista, y si todo el jodido barrio anda de los nervios será por algo, ¿no?

Ian se encogió de hombros.

― No es para tanto.

― No sé, yo no menospreciaría a Lennon. ― Confesé.

Dan soltó un gruñido, llevaba un humor de perros encima que no se soportaba ni él. De hecho, llevábamos todos una mala leche dentro que de la tensión que había en la habitación se podría cortar el ambiente.

― ¿Qué te pasa a ti con Lennon? ― Me ladró Dan. ― Desde el otro día estás como agilipollada, joder.

¿Y a este que mosca le ha picado?

― ¿Qué coño te pasa a ti? ― Salté, a mí que no me tocara los cojones con gilipolleces ahora.

― ¡Que estoy hasta la polla de que andes perdida detrás de ese, eso es lo que me pasa! ― Se puso de pie y se puso la cazadora con rabia. ― ¡No me toquéis más los cojones con la jodida vuelta de Lennon si no queréis que os salte los dientes! ¿Estamos?

Y salió del piso dando un portazo.

Apreté los dientes y casi partí el filtro del cigarro.

― Ni puto caso, Max. ― Dijo Ian. ― Anda de los nervios últimamente.

― Eso es que está celoso. ― Convino Calipso.

Asentí. Qué mal le sentaba a algunos no ser el centro de atención, joder.


***

Si La pista se llenó a los topes cuando Dan volvió, ahora que tanto Lennon como Walker iban a competir, esto estaba a reventar. Por eso mismo decidí meterme en las Caballerizas nada más llegar y no salir de allí hasta que la gente se hubiera marchado a sus putas casas nada más acabar.

Como la cafeína para la resaca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora