24.
Yo no rezaba, ni siquiera creía en Dios; no desde lo de Ciara, no después del accidente.
«Accidente». Un hecho sin voluntad de hacerlo.
No había sido un accidente... Lo supe desde que vi el coche acercarse a lo lejos, acelerando cada vez más hasta que el golpe fue lo suficientemente duro para que ni siquiera él se salvara.
Un ruido atroz, gritos y lágrimas. Sangre.
— ¿Por qué permites que esto suceda...? — Murmuré, había dejado de llorar hacía unas horas, en cuanto Dan y yo llegamos al hospital y nos dijeron que lo único que podíamos hacer por nuestros amigos era esperar.
Yo no quería esperar. No podía esperar y ver cómo, poco a poco, el corazón se me rompía.
— ¿Por qué permites que esto suceda? — Repetí, esta vez más alto, casi gritando y con los puños apretados; para ver si así, quien estuviera ahí arriba me escuchaba. — ¿¡Por qué!?
No sabía cómo había acabado ahí, solo que había echado a andar por el barrio y que en cuanto vi el edificio a lo lejos, una rabia muy fuerte me había azotado por dentro y había acabado propinándole puñetazos y patadas a la verja oxidada de la iglesia.
— Estas cosas no deberían pasar... — Murmuré de nuevo, mirándome los nudillos destrozados. — Ellos no tenían la culpa de nada...
Devolví la vista al suelo y volví a darle una patada más a la verja, si seguía dándole tan fuerte puede que pudiera romper el candado que la cerraba.
— Pienso matar a quién lo hizo... — Era una promesa, en voz alta, para que hasta el mismísimo diablo pudiera escucharla. —Pienso matarlo.
Y es que puede que al final de todo haya aprendido una lección de todo lo sucedido. Y es que he aprendido que soñar no es gratis, que al final, la vida viene a cobrarte un par de hostias.
***Volví al hospital justo cuando una enfermera hablaba con Dan; el cual no se percató de que había vuelto hasta que Annalise no gritó mi nombre y salió corriendo a abrazarme.
Annalise no era la única que había venido a esperar las noticias: Zack, Vicky y Owen tenían la mirada fija en Dan y la enfermera, como si desde la distancia pudieran leerle los labios y enterarse de la conversación que mantenían.
Le devolví el abrazo a la morena, quién tenía los ojos rojos, brillantes e hinchados: había estado llorando.
— ¿Qué te ha pasado en las manos? — Me preguntó, cogiéndome las muñecas y examinándome los nudillos.
— He hecho una promesa... — Mustié.
— Más bien parece que te hayas peleado con alguien. — Razonó Zack, después se levantó, dejándome su sitio para sentarme y ofreciéndome un vaso de agua.
— Gracias.
Dan se acercó entonces, con aquella mueca en la cara, como si sintiera cada uno de los segundos en aquella sala como una gota de ácido en la espalda.
— Todavía no se sabe mucho... — Anunció. — Brandon y Reed son los que mejor están, solo unas cuantas contusiones y heridas sin importancia.
Todos asintieron, yo me dediqué a mirar el agua de mi vaso. No sabía si quería escuchar el resto de lo que tuviera que decir.
— Reed consiguió girar el coche lo suficiente como para que el choque no diera de frente, pero no evitó que arrasara con todo el lado derecho. — Continuó. — Dante tiene el peroné roto por la mitad y la mayor parte de la sangre que había en el coche era suya, lo están operando de urgencias ahora mismo, pero se pondrá bien; todos se pondrán bien...
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Como la cafeína para la resaca.
AksiDespués de tres años viviendo en los barrios bajos de Nueva York, Maxine Bianco se había acostumbrado a la extraña rutina de su vida, como a sus horarios de vampiro, a tratar con borrachos o simplemente a reconocer la sirena de la policía desde la d...