Cada vez que posaba mi frente en el suelo me venía la imagen de Khadija muerta, podía notar perfectamente como mi corazón se hacía pequeño. En cuanto termine, me quede un buen rato encima de la alfombra recordando cada palabra que fue dicha por ella. De repente me vino la palabra ''cuidale'' a la cabeza, en su momento no le di mucha importancia a lo que me pedía ¿Que cuidara de Mohamed? ¿Cómo? ¿De qué forma iba a cuidarle? ¿Qué querría decirme? También cuenta el hecho de que en su momento ella no sabía que le di mi palabra a Salim, me habría echado la bronca del siglo. Me habría dicho que porque después de saber que Mohamed me quería he aceptado a Salim. Pero también hay que ser realistas, cuando me enteré de que Mohamed sentía algo más por mi no estaba preparada para nada. En cambio cuando justo llego Salim a mi vida el cambio conmigo... Tanto no me debió de haber querido ¿no? Ya tendría a otra chica, porque dejó de mostrar interés por mí. Es más me había retirado hasta la palabra. Eso no es amor, ni mucho menos luchar por lo que uno quiere. Debo de admitir que no sabía lo que sentía yo por él, pero en ese momento seguía pensando que no es más que un amor especial de amigos. Amigos... Ya ni eso somos ahora. No era una buena vida aquello, pero me había acostumbrado a ellos. Aunque sea una mala mirada, me acostumbre a que él me mirase así. Me había acostumbrado a la compañía de Khadija... Mi khadija que tanto extraño. Me levanté para dedicarle un par de rezos, aunque sea llorando su ausencia. Recé para Allah para pedirle bendiciones para la mujer mas buena que he conocido, recé para que esté en paz, recé para enviarle mis recuerdos.
-Te quiero Khadija- pensé en alto.
-¿Qué haces aún?- dijo mi madre parada en la puerta del cuarto con Nassir en brazos -La cena ya esta lista por si tienes hambre...
-Que raro en ti te preocupas de que tenga hambre... - me miró malamente y se fue.
Sin dejar de pensar en todo lo que pensaba me levante para comer algún bocado. Aunque no tenía apetito, en aquella situación quién lo iba a tener. Mi madre no parecía molesta, de hecho no parecía que hubiésemos discutido. Estaba serena y no soltaba en ningún momento a mi hijo.
Corté un poco de pan y no pude terminarlo, no me entraba nada. Me seguía sintiendo cansada, tenía la necesidad de seguir durmiendo.
-Estás a dieta o qué, come que cuando se enfríe no hay quien lo coma- dijo con tanta insistencia mi madre, no me lo podría creer.
-Estas muy amable mamá ¿Tienes miedo de que papá te divorcie o qué?- me miró y siguió comiendo como si no le hubiese dicho nada.
Amaneció, se me hizo la noche corta. Me levanté muy temprano, con el objetivo claro de buscar trabajo, tenía un hijo y no quería depender de mi padre. Era hora de poner un punto definitivo a todos mis recuerdos, era hora de empezar a vivir. El tiempo pasaba y sin darme cuenta no disfrutaba como debería de mi hijo, algún día me topare con que ya es un joven adolescente que ni caso querrá hacerme, tenía que aprovechar cada minuto junto a él. Junto al pedacito de mí. Él seguía dormido, mis padres también lo estaban. Así que opté por despertar a mi madre para que pueda quedarse con Nassir.
-¿Estas loca? Como pretendes que me quede yo con él, llévatelo contigo así darás más pena...- dijo aún somnolienta
-Venga mamá es por unas horas nada más, cuando encuentre trabajo lo meto a una guardería si no quieres cuidar de él, pero ahora no tengo para esos caprichos.
-Pídeselo a tu padre- dijo alzando la mano como restándole importancia a lo que decía mientras volvía a la habitación. Quedé parada sin habla, mientras pensaba en alguna idea. Sin pensarlo mucho fui a mi madre y le susurre:
-El niño sigue dormido, yo me voy. Cualquier cosa que le pase la responsabilidad es tuya, hasta luego mamá...- dije rápidamente para que no le dé tiempo a levantarse y detenerme.
-¿Cómo? No, no espera...- fue lo último que escuche mientras cerraba sigilosamente la puerta.
Después de entrar en miles de tiendas, supermercados, casas... Todo lo que aparecía delante de mí me rendí por aquel día, y llegué a casa agotada. No hubo suerte aquel día pero no pensaba parar hasta conseguir algo, así que me planteé salir todos los días a donde sea.
Nada más entrar a casa me recibió mi madre con sus quejas:
-¡Qué sea la última vez que dejas al niño de estas maneras!
-Y a quien se lo dijo mamá...- dije con voz cansada mientras abrazaba a mi hijo y me recosté en el sofá
-¿Has encontrado al menos?
-No mamá, por hoy no ha habido suerte- suspiré
-Normal, desde cuando tienes tu suerte para tenerla ahora...- dijo en tono de burla a lo que yo le respondí con una sonrisa, dentro de lo que cabe no era mentira.
Me levanté para rezar y comer algo, miré el móvil por si tenía alguna llamada de alguien, de Mohamed básicamente. No había nada, era como si todo lo que hubiese vivido en Barcelona fuese un sueño, un sueño en el que desperté. De no ser por mi hijo que es la prueba de aquel mal recuerdo podría haberme creído mi propia mentira, la mentira de que es una simple pesadilla.
Después de rezar y demás pasé un rato agradable con mi niño y mi padre luego fuimos muy pronto a la cama para dormir, ya que pensaba levantarme pronto de nuevo.
Pasó alrededor de casi tres semanas y mi rutina era la misma, levantarme pronto buscar, buscar y volver a casa con las manos vacías. Un día me percaté de que un chico con gorra y capucha me vigilaba o más bien me seguía. Quise quitarme la paranoia y pensar que es pura casualidad pero las casualidades no pasan dos veces en este caso. Aquel día no le di mucha importancia por lo tanto no pensé mucho en ello.
Al día siguiente, noté como una mirada se clavaba en mí. Miré hacia atrás y era ese desconocido encapuchado de nuevo...
-Oh... No... Me han seguido hasta Madrid- me dije en voz baja mientras aceleré mi paso pensando que sería un sicario o algo por el estilo.
Empecé a trotar sin mirar atrás, cada vez que lo pensaba se me erizaba la piel. Temía mirar y que sea lo que pienso. En cuanto empecé a correr sentí como alguien corría detrás de mí, miré hacia atrás y estaba cada vez más cerca. Me cogí la parte baja de la falda en manos y corrí lo más rápido posible. Hasta que noté como una mano me agarró del brazo bruscamente haciendo que del impacto caiga al suelo, pero no vacilé en levantarme.
-Ya está, ya me ha pillado- pensaba en mis adentros mientras respiraba sofocada por la carrera, sin mirar a la persona me giré con la esperanza de huir. Y su mano me detuvo de nuevo:
-Lo siento no quería tirarte- dijo mientras recuperaba la respiración apoyando los brazos en sus rodillas medio agachado.
-¿¡Qué quieres de mí por qué me sigues!?- grité para llamar la atención de la gente que pasaba por sí me arrastraba a algún lugar que haya testigos.
-¿Cómo estás Fátima?- dijo aquella voz conocida, ya uniforme por haber recuperado el aliento.
-¿Mohamed?- estaba asombrada- ¿Qué haces aquí?Continuará...