Capítulo 1

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CAPÍTULO 1: "TOC-TOC"


012, este número se presentó justo delante de mis ojos e hizo que sonriera involuntariamente, parecía que todo estaba ligado entre sí, que todo eso, esa aula, esa universidad, esa carrera y esa asignatura en concreto fuesen creadas para mí.

Aula: doce. Carrera: Filología clásica. Asignatura: Mitología griega. No sabía por qué, pero tenía la impresión de que en este sitio se iba a crear pura magia.

Solo al poner un pie dentro del aula el olor a libro viejo embriagaba mis fosas nasales y me perdí por unos pequeños segundos en los recuerdos de la niñez. Sonreí. Mis ojos, que buscaban el lugar perfecto donde poder sentarme en esa pequeña aula, localizaron uno de los asientos de la primera fila y mis pies pusieron rumbo hacia ese. Al sentarme y sacar el libro de mi bolsa mis ojos se posaron en las palabras que adornaban la pizarra.

"Los humanos eran monstruos de cuatro brazos y cuatro piernas además de dos rostros. Temiendo su poder, Zeus los separó en dos partes, condenándolos a pasar el resto de sus vidas buscando a su otra mitad. – Platón"

Reconocí el fragmento al instante, el mito de El Banquete o El Simposio, era un buen mito para empezar la asignatura, aunque tampoco se le podía llamar asignatura, ya que es una clase voluntaria que da la universidad al terminar el horario de la mañana, como si fuese una extraescolar, y este pensamiento tan infantil me hizo sonreír de nuevo.

Escribí las palabras en mi libreta y vi por el rabillo del ojo cómo alguien entró en el aula. Levanté la cabeza para poder ver mejor a la persona que había interrumpido mis anotaciones. Un chico, bastante alto y pelinegro, al cual no pude ver el rostro entró en el aula sin decir palabra.

-Hola -dije en voz alta cuando pasó por delante de mi mesa, pero él no respondió y siguió caminando ignorando por completo mi presencia. El chico tomó asiento también en la primera fila, pero dejando dos espacios libres entre nosotros.

¿Qué es lo que pasa con él?

Vi como dejó su mochila en el suelo cuidadosamente y como este la abrió para sacar un pequeño estuche, del cual sacó tres bolígrafos para colocarlos perfectamente alineados encima de su mesa: Azul, negro y rojo, ese era su orden. Los tocó repetidamente hasta que estos estuvieron perfectos. Luego, sacó un cuaderno y también lo colocó encima de su mesa, primero completamente recto para después inclinarlo suavemente unos pocos centímetros hacia su izquierda. Al ver este pequeño espectáculo parecía que todo estuviera milimetrado, era muy meticuloso. De golpe giró su cabeza, sus ojos marrones me miraron impasibles y lentamente, una de sus cejas se levantó interrogativamente.

Un ruido salió de la puerta rompiendo nuestro contacto visual, miré hacia esta con las ansias que el viejo y amable señor Estévez apareciera por la puerta, pero en su lugar apareció un hombre joven y puso su maletín en la mesa del profesor.

-Buenos días –dijo con voz grave.

-Buenos días -respondió mi compañero que al parecer sí que podía hablar.

-¿Y el señor Estévez? -Pregunté mirando al nuevo profesor.

-No podrá dar la asignatura este año, cuando vengan los otros alumnos os explicaré el por qué -dijo sonriéndonos a ambos-. ¿Cómo os llamáis?

-Ariadna -contesté y pude notar como los dos me miraban.

-Evan -respondió mi compañero.

¿Evan? Tiene un nombre muy inglés para alguien que vive en Barcelona y parece no tener ningún acento.

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