Capítulo 8: "La malla de bronce"
-¿Y te besó? ¿Así? ¿Sin más? –preguntó Paula a la mañana siguiente, después de que le narrara todo lo ocurrido la tarde anterior.
-Sí.
-¿Por qué? –Preguntó ella de nuevo mientras fruncía el ceño-. ¿Le diste algún motivo para que él hiciera eso? ¿Crees que le gustas?
-¿Crees que no le puedo gustar? –la pregunta salió de mis labios de forma dolorosa. Sus palabras me habían afectado en cierto modo. ¿Por qué no creía que yo le pudiera llegar a gustar a Evan? ¿Acaso el chico era alguien inalcanzable engendrado por un dios? No. Evan no tenía atractivo alguno, al menos no físicamente. Ya que psicológicamente era un maldito imán.
-No, no me malinterpretes –respondió Paula al momento en el que procesó mis palabras-. Es solo que él es muy raro, simplemente es inteligible. A mí en clase me parecía que le gustabas pero después de lo ocurrido ayer y de cómo reaccionó ante ti durante esa hora me dio a entender que te odiaba. No lo sé Ariadna. Yo no lo veo demasiado claro, en realidad todo lo que respecta a Evan es demasiado misterioso y no sé por qué pero no me da muy buena impresión. Aquí hay alguna cosa que no me huele bien –terminó ella llevándose la taza de café a los labios. Estábamos de nuevo en la cafetería de la universidad, esperando a que el profesor Parker apareciera, o al menos, esperando a la hora exacta para poder volver a entrar en el aula-. ¿Y tú que hiciste?
-¿Qué hice? Pues la verdad es que no me dio tiempo a hacer nada, él solo vino y presionó sus labios con los míos y se fue por donde vino.
-¿Y cómo se sintió? –Preguntó Paula dejando la taza de café encima de la mesa, lo que me hizo levantar mi mirada para contemplar cómo la gente empezaba a abandonar la cafetería.
Esa pregunta me dejó trastocada por unos segundos... ¿Cómo se sintió? ¿El qué? ¿El beso? ¿Evan? ¿Su bipolaridad? ¿O la ya habitual huida? Mi cabeza se había hecho todas esas preguntas durante la noche, impidiendo a mi cuerpo la opción de relajarse. Estaba en completa tensión, en alerta a cualquier peligro que pudiera acercarse, y el que más miedo y terror me daba era el mismo Evan, pero no tenía idea alguna de por qué.
-Si te soy sincera no sé cómo debo responderte. Fueron pocos segundos, un simple contacto pero se sintió...raro. No sé cómo definirlo –confesé.
-¿Por qué dices eso?
-No se sintió bien –respondí mirando sus ojos con preocupación-. Pero tampoco se sintió mal, no quiero que me malinterpretes, simplemente fue como una enorme incomodidad. Una incomodidad que me ha impedido dormir esta noche.
-¿Y qué piensas hacer con eso?
-Pues la verdad no tengo ni idea –confesé-. Nunca se a que agarrarme con él, a lo mejor hoy me vuelve a odiar... cada día es algo nuevo.
-Hasta que te hartes de aguantar sus cambios de personalidad –mencionó Paula.
-Eso creo.
-Yo ya lo habría mandado a la mierda –confesó ella-. O si o no, no puede ser que rebote de un lado a otro en fracciones de segundo. O blanco o negro.
-Supongo que él es una especie de gris.
-En el amor no hay grises –respondió ella tajante-. En serio, yo no sé cómo aguantas eso, ¿no te dan ganas de mandarlo a paseo?
-A veces tengo ganas de estrangularle –confesé al pensar en su comportamiento el día anterior.
-Pues pasa de Evan y quédate con Ian –contestó ella con una enorme sonrisa.
