Capítulo 3

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Capítulo 3: La historia se repite de nuevo.

El café con leche de la cafetería de la universidad no era nada del otro mundo, pero desde luego, ayudaba a mantenerse activo. En general había logrado dormir las últimas noches, pero algo me hacía despertarme cada dos por tres, impidiendo así, que tuviera un sueño agradable. El cansancio se hacía notorio en mi sistema y algo me dijo que no se iría así como así, que este mal presentimiento me acompañaría durante un tiempo.

Después del día anterior cargado de trabajos para la universidad, el jueves me sonreía de una forma dulce, casi tan dulce como el aroma de este azucarado café.

Había decenas de alumnos en la cafetería, esperando, seguramente, impacientes a que la jornada del jueves terminara para ellos. Pero a mi aún me quedaba una clase por hacer, probablemente la única en la que me permitía disfrutar al escuchar, porque, aún y solo haber hecho dos clases, sabía perfectamente que el ambiente de esa aula te seducía de formas inexplicables.

Esperaba sentada a que Adonis llegara para ayudarme a despejar mi mente antes de entrar en mi última clase del día. Pero, en vez de Adon, una chica que era absolutamente toda piernas apareció por la puerta con cara de preocupación.

-¡Ariadna! -Exclamó Paula desde cinco mesas de distancia-. ¡Ayúdame! -Rogó mientras se sentaba en una de las sillas vacías que aparecían en mi mesa-. No encuentro nada desconocido sobre Zeus que ya no sepa -dijo ella sacando dos pesados libros para ponerlos encima de la mesa y que casi me aplastaron los dedos con-. He buscado y rebuscado ¡pero ya me lo sé todo! ¡Ayúdame! -Exclamó de forma desesperada-. ¿Qué podría presentarle a la clase? ¿Qué crees que buscaba el profesor?

-Pues la verdad es que no lo sé Paula -confesé-. Te dijo que buscaras algo poco conocido sobre Zeus, pero puede ser algo que tú ya sepas pero los demás no -dije para tranquilizarla-. A ver, déjame ver esos libros –pedí y le cogí uno de ellos sin siquiera pedir permiso.

Me entretuve unos minutos buscando entre las páginas de ese libro algo que los demás no supiéramos sobre Zeus, pero mucha de la información y de los mitos que aparecen eran terriblemente conocidos. Detuve mi mirada sobre la página que explicaba la descendencia del dios, las siete esposas y sus hijos. Al empezar a leer mi vista se detuvo en la primera esposa, la oceánide Metis, madre de Atenea, y en cómo Zeus siguió los pasos de su padre. Al ser la historia del nacimiento de Atenea, yo ya conocía la información, pero estaba al cien por cien segura de que más de la mitad de los presentes en la clase no lo harían. Creí que el tema podría resultar interesante, ya que al fin y al cabo, Zeus terminó haciendo lo mismo que su padre, rebajándose a su nivel.

-¿Por qué no utilizas esto? -pregunté y ella se dedicó a estudiarlo un momento.

-¿Los matrimonios de Zeus? -Preguntó ella mirándome con confusión.

-Concretamente el primero y el nacimiento de Atenea -le señalé el párrafo donde salía la información-. Hizo lo mismo que su padre, puede que a la clase le interese ya que ya saben la historia de Cronos.

-No había caído en eso -dijo Paula aun pensando en la idea-. Podría valer...

-¿Ya ha encontrado algo para mi clase señorita Ferrer? -Preguntó una voz a mis espaldas, una voz que se identificaba a la perfección con la del profesor Parker.

-Pues la vedad es que Ariadna me acaba de iluminar el camino –respondió la chica con una enorme sonrisa y yo me giré para mirarle-. Siéntese con nosotras profesor y le expliqué el tema –pidió Paula amablemente pero el profesor se quedó quieto, mirándome como si me pidiera permiso y el recuerdo del martes golpeó rápidamente mi mente. El sonrojo se hizo presente en mis mejillas y asentí indicándole que no había problema alguno en que se sentara con nosotras. Sonrió agradecido y se sentó entre las dos, pero yo evitaba mirarle, pues la vergüenza del momento me lo impedía. El martes no quise que el viniera con Adon y conmigo, no por nada, sino porque creía tener una charla pendiente con Adon y no quería que mi profesor de mitología estuviera sentado entre nosotros. Era algo normal al fin y al cabo, ¿no?

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