Antes de conocer al Tigre II: Nicholas Warren

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El mes de marzo había llegado. Un día, jugando al voleibol en clase de gimnasia, me caí al suelo. El nuevo profesor de gimnasia no era tan cruel conmigo como el anterior. El nuevo era majo, y cuando hacía cosas mal, no me llamaba nenaza o cosas por el estilo.

Me ayudó a levantarme.

—No saltes tan alto cuando golpees la pelota, o te volverás a caer—dijo el profesor, Nicholas Warren. Nicholas era alto, medía como 1,95 o así. Eso me impresionaba Siempre le veía vestido con una camiseta de baloncesto, sin mangas, unos pantalones de deporte cortos y blancos, y unas deportivas. Su pelo era castaño y largo, tenía los ojos color miel, y una sonrisa muy blanca. Lo más llamativo de él eran sus músculos, súper desarrollados, sobre todo sus brazos y abdominales.

—Perdón, entrenador Warren.

—Puedes llamarme Nicholas—respondió ayudándome a levantarme.

Desde ese día, el entrenador Warren me cayó genial. Me preguntaba por qué era el único profesor que no estaba casado. Todas mis amigas cotilleaban sobre los profesores, y Nicholas Warren, no estaba casado, lo que despertaba admiración por ellas. No paraban de entusiasmarse cada vez que les decía algo. Comentaban sobre lo sexy que era, y lo bueno que estaba. Yo me pasaba las tardes pensando en él, por algún motivo. Me caía tan bien... Era tan guay conmigo... Ojalá fuese mi amigo, solía pensar.

— ¿Te gusta el deporte, Box? —preguntó el entrenador mientras estaba en el banquillo, mis compañeros jugaban al fútbol.

—Me gusta nadar. Muchísimo, pero el fútbol y el baloncesto no me gustan nada.

—Son muy divertidos—respondió el entrenador—. La natación también está bien.

Dos semanas después, me caí mientras corría en la pista del instituto. La pierna derecha ardía de dolor. Veía que la rodilla sangraba bastante, y me escocía un montón... Warren corrió hacia mí. Un héroe, preocupado por mí, se agachó y habló conmigo. Solo quería darle las gracias, nadie más me ayudaba útilmente, Ashley y Charlotte solo se empeñaban en pedir ayuda, y no en ayudarme ellas.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó, mirándome.

—Me duele mucho la pierna—dije llorando.

—Te pondrás bien, te llevaré a la enfermería—dijo levantándome.

Me llevó cojeando hasta la enfermería, donde me limpiaron la herida y me pusieron varias tiritas. Nicholas se marchó una vez la enfermera le hubo dicho que estaba perfectamente.

Fui a los vestuarios, a ducharme y después, cambiarme. Me desnudé, la herida me seguía doliendo. Me ajusté la toalla y me fui a las duchas. Oía jadear a alguien, como si estuviera haciendo ejercicio, pensaba.

Era Nicholas, estaba masturbándose. No entré en las duchas, me daba mucho corte pillarle mientras hacía eso... Sin embargo, sentí una extraña necesidad de mirar cómo lo hacía, algo escondido, detrás de la pared. Su pene erecto era grande, más que el mío, al menos. Se me cayó la toalla... Tenía una erección... ¿Por qué?

Me agaché a recoger la toalla, pero...

— ¿Trevor? ¿Estás ahí?

No sabía por qué, pero respondí.

—Sí, entrenador Warren.

— ¿Qué hacías en la puerta? ¿Me estabas observando?

—Sí, lo siento, entrenador Warren.

Este salió de las duchas, y se acercó a mí.

—Oh, vaya, se ve que te ha gustado lo que has visto ¿No?

Antes, durante y después del beso y la rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora