Prólogo.

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Prólogo.

—¡No puedo creerlo! ¡Diez! ¡Diez malditos años gastando mi tiempo creyendo que esos seres pálidos e inmortales algún día existirían! —Susurré arrancando todas las imágenes en mi casillero con furia y decepción—. Genial simplemente genial.

Arrojé a la basura todo lo que tuviera que ver con ellos.

Esta mañana me encargué de arrojar todo en mi habitación, pues estaba decidida a dejar mi estúpido enamoramiento por los vampiros y concentrarme en lo que realmente importa, mis estudios.

Okay no tan enserio, 20% estudios y lo que queda en libros.

—Señorita Wood debería estar en clase —dijo una gruesa voz detrás mío haciéndome sobresaltar, hice un mohín volviéndome hacia ella.

Era la sub-directora Smith, la mujer más amargada del mundo. Cabe aclarar.

—¿Eh? —respondí confundida, elevando mi ceja derecha y ladeando mi cabeza hacia la izquierda.

Que yo sepa aún no ha sonado la campana.

—La campana sonó hace dos minutos —Miró su reloj—; y cuarenta segundos, lo que significa que tiene casi tres minutos de retraso —dijo seria.

Pude ver que una gigantesca línea horizontal se formaba en su frente, no pasará de los sesenta años.

Mordí mi lengua y me regañé mentalmente, necesitaba contenerme, no debía preguntarle su edad.

Rayos, esto es más difícil que tratar de no gritar bomba dentro de un avión.

—Oh, lo lamento mucho, debería... — corrí hacia el salón, sin terminar mi oración y tratando de no volver a ver hacia atrás.

Aula 502, aula 503, aula... ¡No!

Dejé de correr y me di unos cuantos golpes en la cabeza.

¿Qué rayos voy a hacer ahora?

Estaba tan nerviosa y no quería que me castigarán nuevamente que olvidé correr a mi izquierda y corrí a la derecha. Ahora me encontraba a unas diez aulas lejos de la mía.

La señora Smith de seguro estará esperándome en el aula para darme mi castigo y probablemente...

Escuché el tintineo de unas llaves haciéndose más y más fuerte.

Genial, podría ser mi viejo amigo de la limpieza o el macabro esposo de la sub-directora, conocido como el inspector, el cual me odia.

Moví mi pierna repetidas veces, es lo que hago cuando estoy nerviosa.

Tenía dos opciones, entrar a un salón de clase con desconocidos o quedarme parada y ser castigada por cuarta vez en la semana.

Por mi bien y el bien de mi nuevo móvil decidí entrar al salón.

Solté un respingo apoyando mi cabeza en la puerta, por la pequeña ventana pude ver al inspector pasar y me alivié instantáneamente. Me había salvado.

—No me avisaron que tendría una nueva alumna —dijo una voz suave haciendo sobresaltar por segunda vez en el día.

A diferencia de la primera, esta voz no la conocía.

Genial, más problemas.

Me volví a la persona que había hablado y su mirada junto con unas veinte miradas más estaban sobre mí.

Genial, medio año he estado tratando de pasar desapercibida y justamente cinco meses antes de las amadas vacaciones he llamado la atención de una manera indiscreta y totalmente avergonzadora.

Besos color sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora