III

391 20 14
                                        

Capítulo tres: Golpes, conf(u)esiones, no más periodo y poder descubierto.

Abrí mis ojos de golpe, me había quedado dormida.

Genial, Stewart me había dejado plantada.

Tallé mis ojos y miré a mi alrededor, un momento, esta no era mi casa, ni mucho menos mi habitación ¿donde rayos estaba?

Abrí la ventana esperando así recordar todo.

¡Mierda! La cerré instantáneamente al sentir que la luz me quemaba.

Me dolía la cabeza y tenía ganas de beber algo y no necesariamente agua, mi garganta estaba seca y la podía sentir arder.

—¡Buenos días bella durmiente! —dijo Stewart entrando con un vaso gigante, me lo ofreció e instantáneamente lo tomé.

¡Delicioso! Necesitaba saber la receta.

—Te guarde un poco de tu sangre —dijo elevando sus hombros, solté el vaso y éste cayó estrellando en el suelo fuertemente, quebrándose en pedazos pequeños.

Los recuerdos vinieron a mí de golpe.

El Castillo de Drácula, las reglas, la mordida, todo.

¡Santísima mierda! Mamá me matará por llegar a estas horas o posiblemente hará otra fiesta para celebrar el hecho de que su niña ya creció.

«Aún no puedes irte» pude sentir la voz de Stewart dentro de mi «Capacidades de vampiros» explicó a mi no expresada pregunta.

Mi sonrisa se ensanchó ¡Era un vampiro! ¡Margaret Wood era finalmente un vampiro! ¡Soy un vampiro!

Un momento, ¿a qué se refería con que no me puedo ir?

—Antes de volver deberás controlar tus instintos, justo como los demás.

«¿Escucharás todos mis pensamientos?» le pregunté preguntándome si entre a su mente o no, es decir, ¿jamás tendría privacidad?

—No, debo volver a casa, mamá debe estar preocupada —respondí esquiva, pues él no sabía el monstruo en el que se podría convertir mamá al enojarse.

Estaba a punto de girar la perilla para irme cuándo:

—Tu mamá cree que estás en coma.

Me quedé estática por un momento y me volví a él.

—Ha pasado ya un mes desde aquella noche Margaret, pensé que jamás despertarías.

—¿Qué? —pregunté

Mi mente no podía procesar todo esto.

—La mayoría despierta una semana después, pero tú te tardaste cuatro, no sabía si lo ibas a lograr —respondió.

Oh por... mamá debe estar mal. El saber que tu única hija está en coma no ha de ser una noticia fácil.

Tenía miles de pensamientos que no sabía cómo expresarlos, sin embargo Stewart los respondió.

—Le pedí a un amigo que le hiciera un hechizo a un mortal, tu madre lo ve como si fueras tú —dijo Stewart, asombrándome.

Esto no podía ser cierto, yo necesitaba a mamá, la necesitaba tanto como ahora necesito de la sangre.

—Por esa razón no puedes verla, aún no controlas tus poderes Margaret, si sales de este lugar matarás a más personas en menos tiempo del que lo hace una bomba —Explicó.

Besos color sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora