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-Sssh... Lug, silencio... No te muevas...

Estoy de pie, con mi espalda contra el tronco de un gran árbol, y Lug está de espaldas a mí. Le tapo la boca con las manos, evitando que se separe. Hasta hace un rato intentaba que no se volteara, ahora solo puedo intentar que no emita ningún sonido.

Yo mismo aguanto la respiración, mientras frente a nosotros desfilan cientos de soldados que hacen temblar el suelo.

No sé por qué ocurrió ni cómo, pero cuando desperté esta mañana, descubrí que la visión que había estado manteniendo tantos días, había desaparecido.

Y cuando intenté volver a crearla, me di cuenta de que no tenía la suficiente energía y magia para ello.

Al momento me apresuré a comunicarme con todos los seres del bosque para que se escondieran, de modo que cuando mi conciencia volvió a mi cuerpo, tardé un rato en dejar de toser y recuperarme del fuerte mareo que me había invadido.

-Lug...-le llamé, y estaba en la entrada de la cueva, mirándome y mirando al exterior.

-¡Nillwy! ¿Etás bien?-me preguntó preocupado, frotándose las manos y corriendo hacia mí.

-Sí, tranquilo.-Le acaricié la cabecita, y entonces lo escuché.

El ejército marchando.

Y árboles siendo derribados a su paso.

Me agaché junto a Lug y le tomé de las manos, mirándole a los ojos, que me observaban sin entender qué me ocurría, llenos de preguntas.

-Lug, voy a salir un momento. Tienes que quedarte aquí ¿vale? Volveré pronto, así que no te preocupes.-Le dije, apartándole un mechón de la cara y besando su frente.-¿Lo has entendido?

Él asintió dubitativo, y le sonreí débilmente, levantándome.

-Por favor, quédate aquí.

Dicho eso, salí de la cueva para poder ver qué ocurría, para poder detener al ejército, para salvar al bosque.

Pero cuando les vi, me quedé paralizado.

Eran cientos. Armados. Con carretas y catapultas detrás de ellos. Iban talando árboles para poder avanzar, y eso tan solo me hacía más daño.

Todo el dolor del bosque lo sentía en mi cuerpo.

-Parad...-Murmuré, temblando-¡Parad!-grité, corriendo hacia ellos.

No me di cuenta de que estaba ocurriendo eso porque la ilusión ya no existía, y que en verdad podían oírme.

No me di cuenta de que aquellos hombres eran crueles.

No me di cuenta de nada hasta que vi la flecha dirigiéndose a mí, emitiendo un silbido al cortar el aire a su paso.

La punta metálica y afilada paró en seco frente a mis ojos, justo antes de caer al suelo, en el instante en el que usé la poca magia que en ese momento tenía.

Terror.

Podía escuchar la sangre circular en el interior de mi cabeza, y todo se ralentizó en los segundos siguientes.

Apenas unos segundos en los que me había vuelto invisible a la vista de los humanos que me habían atacado.

Miedo.

No había nada que pudiera hacer, solo esperar a que se fueran de una vez.

Me temblaban las piernas, pero logré retroceder hasta apoyarme en un árbol, cerrando los ojos. Al menos Lug estaba...

Lug.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora