Calor.
Doy vueltas sin abrir los ojos, tratando de desprenderme del calor sofocante que inunda mi cuerpo. Sé que mi respiración es demasiado agitada, que quizás Lug se despierte con tantos movimientos a su lado.
Frío.
Pero no puedo pensar con claridad.
En mi mente se suceden las imágenes de lo ocurrido ayer. Veo las flechas cortar el aire en mi dirección y la de Lug. Veo al ejército destruyendo por donde avanza. Escucho el retumbar de los troncos al caer, la voz de Lug al llorar.
Siento los llantos de demasiadas esencias en el bosque arrancadas de la vida violentamente.
Abro los ojos estremeciéndome, sintiendo la luz del sol en la cara. Parpadeo un par de veces, y escucho a los mirlos y petirrojos cantar.
Mi respiración tarda un rato en calmarse, y aún más es el tiempo que tardo en empezar a reaccionar.
Primero enfoco lentamente lo que puedo ver: el techo de la cueva y la abertura por la que entra el sol. Debe ser mediodía. Hace una temperatura agradable, aunque lo último que recuerdo es tener escalofríos, y estoy tumbado boca arriba.
-¿Nillwy?-La voz de Lug me hace voltear la cabeza y descubrir más cosas. Primero, que no solo estoy sobre nuestro lecho de hojas, como pensaba, sino que varios animales del bosque descansan a mi lado, dándome calor. Segundo, que Lug está preocupado-¿Etás bien?-Pregunta, mientras se acerca corriendo. ¿Qué estaba haciendo al lado de las aguas termales?
Me incorporo un poco, mareado, y respondo a su abrazo repentino. Le acaricio el pelo y sonrío levemente, tratando de despejar del todo mi cabeza. No reconozco esta sensación, es extraña y desagradable. Mi cuerpo entero se siente pesado, y mis sentidos entumecidos.
-Estoy mejor, gracias Lug.-Le digo, mirándole.-¿Qué ha pasado?
-Te pusiste efermo-Dice, con su característica pronunciación errónea, sorprendiéndome. ¿Yo? ¿Enfermo?-Y te moviste mucho, y llorabas, y tenías flío y calod. Entonces fui a llamar a los conejos, y a las adillas, y a los udones, y... y a más, para que vinieran a darte calod. Y iba a coger agua para que bebieras ahora. Pero... No podía hacer nada...-Lug dice eso al borde del llanto y le abrazo de nuevo.
Enfermo.
Estoy enfermo.
¿Por qué? No lo he estado nunca. ¿Acaso es un cambio más...?
Me estremezco y me encojo, vuelvo a tener frío. Lug me abraza con fuerza.
-Gracias-susurro, cerrando los ojos tras tumbarme otra vez.
Paso un par de días en este estado, y Lug se encarga de traerme comida y agua, sin separarse de mí para nada más. Veo que quiere moverse. No deja de balancear las piernas si se sienta en una roca, o de tararear, de forma torpe, la melodía que suelo cantar yo. Seguramente esté aburrido.
Cuando amanece el cuarto día desde que he enfermado, el malestar y la fiebre han desaparecido.
Me incorporo con cuidado y observo al pequeño, que duerme a mi lado, acurrucado y abrazando a una liebre.
Su vestido está manchado, su pelo desordenado y lleno de hojas y sus pies y manos llenos de tierra.
Llevo casi 4 días sin cuidarlo, y ya antes estaba débil. ¿Cuánto tiempo he pasado sin poder cambiarle de ropa o lavarle? Además de que lleva más de una semana trayéndome la comida...
Se remueve un poco, y noto cómo se me forma un nudo en el pecho.
Apenas tiene 3 años y medio. Es un niño demasiado pequeño, no tendría por qué estar cuidándome.
Me levanto despacio, sintiéndome más ligero de lo que esperaba, y camino lentamente hacia el exterior de la cueva, no sin antes fijarme en las tres manzanas y varias cerezas que hay sobre unas hojas al lado del lecho, donde descansa ahora Lug rodeado de los animales que hasta hace un momento me rodeaban a mí.
-Cuidadle por favor, voy a buscar más comida.
Salgo de la cueva con lentitud: temo moverme demasiado y perder esta energía acumulada pero aún insuficiente.
Recolecto unas pocas frutas blandas, como melocotones, peras, fresas y frambuesas. Lug estará contento con ellas, le gustan más que las manzanas. Además, tiene problemas con el hueso de las cerezas.
Sigo asustado de todo lo que ha ocurrido, y mientras camino observo mis pies dar cada paso y mis manos sujetar las frutas. ¿Y si intento volar y descubro que no puedo?
Me paro en seco, y de nuevo un nudo se asienta en mi garganta. Mantengo la mirada fija en mis pies un instante más, y luego alzo los ojos para poder ver el cielo que se recorta entre las ramas de los árboles.
Puedo hacerlo, solo tengo que... Que hacer lo que he hecho siempre.
Mi cuerpo entero se tensa justo en el instante en el que me decido a hacerlo, frenándome, y bajo la mirada.
Tengo miedo. Un miedo que me paraliza.
-"¿Cómo solía volar?"-No... ¿por qué necesito preguntármelo?-"Nunca antes me lo había preguntado, solo tengo que dejarme llevar. Simplemente lo hago, no tengo que pensarlo..."
-¡Solo tengo que hacerlo ahora! ¡Venga cuerpo! ¡Elévate! Vamos, puedo hacerlo, siempre lo he hecho...
Ocurre lo contrario: siento todo mi cuerpo más pesado, y empiezo a temblar levemente, asustado. Mis manos amenazan con dejar caer la fruta, y trato de sobreponerme, mientras sigo avanzando.
Debo intentarlo de nuevo más tarde.
Vuelvo a la cueva, y me siento al lado de Lug, que sigue durmiendo plácidamente. Cojo una manzana y la muerdo mientras le observo con detenimiento. ¿Cómo ha pasado ha formar parte tan indispensable de mi vida una criatura tan pequeña?
Me da tiempo a comerme la mitad antes de que se despierte con el crujido de uno de los mordiscos.
Primero se estremece, luego parpadea confundido y mira hacia diferentes sitios, hasta que me encuentra y me sonríe.
-...la...-masculla, adormilado, y se incorpora lentamente, bostezando. El conejo se acurruca un poco más lejos, y mis manos rodean el cuerpecito de Lug para cargarlo hasta mi regazo.
-Hola, pequeño. ¿Cómo estás?-le digo, antes de besar su frente.
-Bien, he domido muy bien-dice, antes de llevar una mano a mi pelo.-¿Ya estás bien?
Asiento y al momento su mirada se ilumina, antes de abrazarme con fuerza exclamando de alegría.
-Es gracias a que me has cuidado tan bien, así que ahora tengo que cuidarte yo a ti ¿sí? Siento haberte dejado tanto tiempo sin ayuda, Lug-le digo, besando esta vez su mejilla-¿Quieres fresas?
-¡Sí!-responde entusiasmado.
Le doy las frutas que he ido a buscar, y él las mira como si fueran un tesoro. No se aparta de mi regazo mientras come ni cuando termina, contándome cosas que ha visto mientras yo dormía.
Ni siquiera quiere ir a dar un paseo, a pesar de que está claro que quiere moverse. ¿Por qué se contiene?
Comprendo cuando me señala las termas, diciendo que podemos descansar ahí. ¿Es posible que esté pensando que todavía estoy mal? ¿Que no puedo moverme mucho?
Beso su frente y le ayudo a quitarse la ropa, la cual aparto: le pondré otra al salir del agua. Le quito con cuidado las flores y hojas que tiene enredadas en el pelo, que le llega por debajo de las orejas, ahora algo apagado por llevar tanto tiempo sin lavarse.
Me quito la ropa y también la aparto, mientras me dirijo al agua, indicándole a Lug que espere.
Nada más entrar en el agua, todo mi cuerpo parece calmarse, y sumerjo la cabeza un instante para sacarla peinándome el pelo hacia atrás. Durante unos segundos, permanezco con los ojos cerrados escuchando las gotas caer de mi cuerpo, y cuando los abro, bajo la mirada hasta toparme con un verde profundo.
Estiro los brazos y le sonrío.
-Ven, Lug.
ESTÁS LEYENDO
Lug.
FantasyEstoy sumido en la oscuridad, pero eso es algo de lo que tan solo me percato una vez abro los ojos y veo el sol brillar entre las ramas de los árboles. Dicen que el dolor demuestra que estás vivo. Pues bien, el erizo que dormía a mi lado se ha encar...