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Lug me mira desde su sitio, con la expresión interrogante en el rostro y su pregunta en el aire.

"¿Qué son humanos?"

Observo sus ojos verdes, su cabello rojizo que he adornado con pequeñas flores blancas, sus pecas cada vez más visibles, sus manos, sus brazos... Su pequeño cuerpo sentado en el suelo, a mi lado, con su vestido de hojas.

Abro la boca, pero no digo nada.

Veo sus manos de nuevo y bajo la mirada a mi regazo, donde mi mano derecha descansa en este momento, mientras la izquierda sostiene mi peso contra el suelo.

Mis manos son grandes en comparación con las de Lug. Mi cuerpo entero lo es. Pero ambos somos tan parecidos... Todo es común a los dos, excepto el color del pelo.

¿Cómo puedo decirle que él es un ser humano, si no hay diferencias visibles entre nosotros?

Acaricio su mejilla, apartándole un mechón de pelo rebelde, y suspiro.

–Tú eres un humano...

Él abre la boca pero la cierra, antes de volver a abrirla y ladear la cabeza pensativo.

–¿Y tú?

Sonrío. Sabía que lo preguntaría.

Niego con la cabeza y beso su frente antes de volver a tumbarme en el suelo acariciando una de sus manitas.

–No, Lug. Yo soy el espíritu de este bosque.

No creo que lo haya entendido, pero no dice nada y se acerca hasta tumbarse sobre mi pecho, boca abajo, y mirarme antes de abrazarme.

–¡Te quiero, Nillwy!–Exclama, sonriente, y yo sonrío y le revuelvo el pelo.

–Yo te quiero más que a nada, Lug...–susurro, besando su cabecita.

Y es así. Esta personita ha pasado a ser mi prioridad. Ha despertado en mí un instinto de protección totalmente diferente al que me lleva a cuidar el bosque y todas sus criaturas.

Le abrazo, y sintiendo cómo se acompasan nuestras respiraciones, cierro los ojos.

Se pueden escuchar los cascos de los caballos golpear el suelo. Los gritos de los soldados y sus superiores con el ir y venir de las órdenes.

Han acampado, y parece que tienen pensado quedarse hasta que pase el frente que se aproxima por el oeste.

Muerdo mis mejillas. Me está costando horrores mantener activado semejante flujo de magia. Tengo miedo de no poder hacerme cargo de Lug si enferma o si le pasa algo mientras estoy así de cansado.

Sigo acariciando su pelo, pero me doy cuenta de que se ha quedado dormido. Sonrío y me incorporo cargándole en brazos con esfuerzo.

Tiene 3 años y siete meses, ya pesa bastante, y ahora que estoy débil lo noto más.

Hace mucho calor, pero se está levantando viento: la tormenta se aproxima. A pesar de que el verano esté cerca, las tormentas en esta época son bastante violentas.

Suspiro y camino lentamente hacia la cueva, donde dejo tumbado al pequeño, sobre nuestro gran lecho de hojas.

Agradezco que al menos todo esto esté ocurriendo en esta estación. Si tuviera que calentar ahora la cueva, me resultaría imposible.

Me tumbo al lado de Lug, jadeando del cansancio, y observo el techo de la cueva. A pesar de que hay una abertura que nos da luz, el viento está moviendo rápidamente las nubes, y estas tapan la luz del sol. Aún estamos a mitad del día, y no puedo encargarme de iluminar la cueva yo solo...

Lug.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora