Antonio se incorporó de encima del escritorio, no sin sentir una punzada en su trasero y espalda. Daba igual las veces que hiciera ese acto, nunca se acostumbraría a ese dolor de ser tomado por la fuerza (por mucho que lo disfrutase mientras lo hacía). Además, las heridas que tenia en el trasero a causa del látigo le hicieron soltar una pequeña maldición dirigida a la madre de cierto rubio.
Con esfuerzo, se coloco la ropa dignamente, intentando ignorar el escozor y la sensación de orgullo herido mientras recogía las cosas que habían caído del enorme mueble. Estaba realmente preocupado de lo que pasaría en los días venideros. Esto solo había sido una pequeña muestra de todo lo que podía hacerle Arthur y ,por un momento, dudo de poder vencer a semejante maniaco; sobretodo, cuando al recoger el látigo, le invadieron unos terribles temblores sin que él pudiera evitarlo.
Respiro hondo e intento tranquilizarse. Él era Antonio Fernández Carriedo, desde luego que iba a superar eso. Lo haría por Romano, por su familia, por sus amigos y por él mismo. Tenía que demostrar que a él nadie le pisoteaba... Pero había algo que le asustaba, algo que quizá no tenia nada que ver con lo que pudiera pasarle, al menos, no físicamente. Un terror interno que tenía que ver con sus propios sentimientos, los cuales aún no acababa de entender ni él mismo, haciendo que en esos momentos se considerase un extraño... Sobretodo cuando se dejaba poseer por el inglés. Algo malo tenia que estar pasándole a Antonio, o eso al menos era lo que pensaba mientras terminaba de colocarlo todo. El como se aceleraban sus pulsaciones con su presencia, ese olor a té que invadía sus fosas nasales al tenerlo tan cerca que casi podía sentir como le faltaba el aire, ese estremecimiento con cada roce...
-Ok, ok...Cálmate España, no es nada.- Se dijo a sí mismo, dándose ánimos mientras se dirigía a la puerta no sin antes echar un ultimo vistazo al camarote para ver si estaba algo fuera de lugar. Agarro con decisión el pomo poniendo la vista al frente con orgullo- Solo es el odio que sientes por ese despreciable. Solo es un mes...-Se auto convenció saliendo al exterior.
Cerro los ojos con fuerza cuando, ya fuera, los rayos del sol cayeron sobre sus ojos como una lupa debido a que había estado encerrado desde ayer en una bodega oscura y mugrienta. Unos segundos más tarde pudo entrecerrar los ojos y divisar a su alrededor, donde piratas de la peor calaña se movían de un lado para otro de la cubierta; algunos mirándole burlonamente o sugerentemente y otros simplemente evitando el contacto visual por miedo. No tardo en divisar al rubio entre tantos hombres. En comparación con ellos, Arthur parecía muy poca cosa, como si no tuviera que ver nada con ellos. Estaba limpio, la tez clara que contrastaba con la casaca roja que llevaba encima, de un color tan intenso e impecable que por un momento el español pensó que eso era más dañino para sus ojos que los propios rayos del sol. Más que un pirata se asemejaba más a un ángel inmaculado y puro.
No parecía capaz de ser capitán de aquellos tipos capaces de vender a su madre, parecía más bien un caballero de buenos modales y amable... Pero bueno, así eran las cosas para Antonio, que bien sabía que ese inglés, que ahora estaba mirando el horizonte tranquilamente absorto en sus pensamientos y que aún no se había dado cuenta de la presencia del ibérico, era peor que una tempestad en el triangulo de las bermudas.
Se acerco lentamente, poniéndose al lado de su rubio enemigo, mirando ese punto al frente que parecía unir cielo y mar en uno. No dijo ni una palabra, sabia perfectamente que a Arthur le encantaba observar el precioso océano que les rodeaba, cosa que compartían. La brisa marina mecía los cabellos de ambos de forma suave mientras ellos observaban con tranquilidad a la nada, como si no les importase la presencia del otro. De hecho, ese silencio que había entre los dos hombres era relajante, como si no hicieran falta palabras para que se entendieran. Aunque esa magia se rompió cuando, súbitamente, Antonio escucho esa voz que le sacó de sus ensoñaciones y de esa falsa quimera de calma. Para su desgracia, por mucha imaginación que tuviera, aquello seguía siendo un barco inglés.
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Océano de Esmeraldas (Hetalia/Yaoi)
FanfictionEspaña e Inglaterra siempre se han llevado mal, quizá demasiado, sobre todo en la época de los piratas, donde todo valía aunque usaras sucios trucos. Pero, ¿y si eso no es más que un sentimiento que ambos intentan ocultar o negar con odio? Una larg...