Lección 2: Puntualidad

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Arthur se levanto esa mañana con mucha lentitud y mal genio. Le dolía demasiado la cabeza debido a la resaca causada por la botella de ron que ahora se encontraba en el suelo, rota en mil pedazos.

Esa noche se había quedado poniendo al día algunos asuntos y, entre trago y trago para mantenerse despierto, no había podido evitar caer rendido sobre los papeles, con una borrachera de mil demonios y con una postura bastante incomoda sentado en el escritorio, con la cabeza apoyada en el mueble.

Refunfuño cuando el sol que entraba por el ojo de buey le dio directamente en los ojos, despertándole ya del todo e indicándole que ya debía de ser muy entrada la mañana. Con mal estar, se incorporó y coloco todo como buenamente pudo, guardando cada cosa en su correspondiente cajón y cerrando con llave para que nadie husmease en sus cosas.

Ignoró por completo las punzadas de su espalda por dormir de mala manera y se dirigió a su armario, donde sacó la ropa que usaría ese día. Unos pantalones negros junto con una camisa gris. La casaca roja siempre era la misma, junto con esas botas negras que le hacían lucir más imponente e intimidante. Se sonrió a si mismo en el espejo, viéndose listo para machacar sin compasión a todo aquel que se cruzará en su camino.

El rubio abandono su camarote de un portazo, queriendo que los tripulantes allí presentes supieran que hoy no iba a ser un buen día para tocarle las narices, cosa que entendieron de inmediato, pues con simplemente verle aumentaron la velocidad en la que hacían sus tareas y desviaron sus miradas, agachándolas con temor y respeto. Arthur adoraba esa sensación, esa que le hacia sentirse superior a esa panda de holgazanes. Casi podría decirse que se alimentaba de su miedo, y esa mañana en concreto, estaba hambriento.

Se paseó tranquilamente por la cubierta, silbando, controlando que todo estuviera en orden. Unos pocos bramidos y conseguía lo que quería. Perfecto.

Sus ojos miraron a su alrededor, la verdad es que estaba todo como la patena, como recién robado, y eso se lo debia al español. Había hecho un buen trabajo, para que iba a mentir. Su barco estaba tan reluciente que incluso pareciera que brillará. La imagen del español surco su mente, la noche anterior se había ido como enfadado por alguna razón. Quizá fuera por la amenaza o por no haberle dejado leer sus documentos... Fuera lo que fuera, ese tono tan frio en el español y esos ojos apagados de color oliva, se le habían clavado a Arthur como una daga en el corazón, haciendo que volvieran los dolores de resaca que se habían mitigado. ¿Por qué se sentía tan jodidamente mal al recordar la expresión de Antonio al irse? ¿Es que acaso se había pasado al amenazarle?

El rubio meneo la cabeza al darse cuenta de que estaba sintiendo algo parecido a los remordimientos. Sí el castaño se había molestado, pues que se molestase; a estas alturas ya debería saber que no son más que enemigos dispuestos a fastidiar al otro hasta el fin de los tiempos, pensaba Arthur mientras dirigía inconscientemente sus pasos hacía la cocina, donde esperaba encontrar al español. Cual enorme fue su sorpresa al encontrarse al cocinero sólo, pelando patatas y murmurando unas cuantas injurias.

-¿Y el español?- Pregunto con autoridad el capitán, haciendo que el hombre se diera cuenta de su presencia y levantase la mirada de la patata que tenía entre sus enormes manos- ¿Dónde se encuentra el nuevo? Se supone que debería estar aquí.

-Eso es, capitán. Debería. Ayer me dijeron que vendría un chico nuevo a ayudarme, pero ¡ya ve! Aquí nadie se ha presentado y la comida no se va hacer sola.

-Ya veo...

Arthur abandono rápidamente la cocina, extrañado, intentando ocultar su nerviosismo al pensar que quizás Antonio se abría tirado por la borda en un estúpido intento de escapar de su cruel destino (que era su derrota, por su puesto). Entre los hombres que cargaban y descargaban sacos y barriles, pudo distinguir al grumete que el día anterior estuvo acompañando al castaño, por lo que se acerco a él, tomándole del brazo con brusquedad. El niño tembló de miedo.

Océano de Esmeraldas (Hetalia/Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora