5. Annie

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Una semana ha pasado. El crucero fue fantástico, pude despejar ciertas dudas con respecto a todo lo que me atormenta y ahora sé lo que reamente quiero. Adrien es el esposo perfecto y me encargo de decírselo en todo momento. Las cosas siguen cambiando para bien entre ambos.

Hemos visitado muchas ciudades de Italia, todo fue magnífico. Calles adoquinadas, construcciones antiguas, clases de historia que no me resultaron aburridas y muchas noches en las que le dije una y otra vez que lo amo y que siempre lo haré. Miles de compras nuevas, regalos para todos nuestros conocidos y, además de todo esto, un nuevo vuelo que nos llevará a Múnich en solo unas horas.

Me siento realmente nerviosa. Adrien nació en Alemania, visitaré su hogar, estaré compartiendo recuerdos de su infancia con él y, sobre todo, tendré que compartirlo con todos, porque aunque estemos de luna de miel, sé que se tomará uno o dos días para hacer una visita a Eggers Company y eso realmente me molesta, no quiero ni siquiera imaginármelo, pero debo de soportarlo al menos un poco... cuando la Gea malvada necesite intervenir, lo hará sin problema alguno. Tengo el control, siempre lo tengo...

<<Se oían risas y gritos a los lejos. Todo era perfecto, mi mente solo se concentraba el llegar al punto exacto para ganar el juego. Maillenne corría de un lado al otro e intentaba alcanzarme, mamá estaba ahí y jugaba con ambas antes de empezar a preparar el almuerzo para los señores Handerwintt. Era solo una niñita, no sabía diferenciar a una hermana de corazón con una hermana biológica. Ella era mi hermana mayor, siempre cuidaba de mí, siempre jugábamos juntas con los miles de juguetes que mamá no podía comprarme, yo era feliz.

—¡Vamos Annie, corre! —grita mamá.

Era nuestro juego favorito, lo mejor que sucedía los sábados por la mañana, cuando la señora Handerwintt no estaba en la casa para regañarnos a ambas. Solo éramos niñas, solo queríamos reír.

Jugar a las escondidas en aquella inmensa mansión era el sueño de todo niño. Incluso el mío. Solo tenía cinco años...>>

Abro los ojos y observo el techo d la habitación de la antigua casa de Barent. Mis manos están temblando y hay algo oscuro y tenebroso en mi pecho. Mis ojos se llenan de lágrimas y me siento en el colchón de la inmensa cama, cuando siento que me ahogo. Mis sollozos comienzan a oírse cada vez más fuertes.

—Gea, cariño, tranquila, cielo. Todo está bien.

Adrien está a mi lado abrazándome, apenas lo percibo, estoy demasiado abatida. Me mueve de un lado al otro para que hable, pero simplemente no puedo decir palabra. Otra vez una de esas pesadillas, otra vez la culpa me invade, otra vez me siento como la mierda de mujer que realmente soy. Seco mis mejillas y me pongo de pie. Adrien me grita para que pueda oírlo, pero su voz se vuelve lejana, estoy completamente sola en un momento como este. No puedo decirle nada, ni siquiera yo puedo decirme a mí misma que sucede.

Corro hacia el baño de la habitación y me encierro. Deslizo mi espalda por la puerta y dejo que mi cuerpo descanse sobre el frío piso de cerámica del amplio y elegante baño de la vieja casona en donde pasaremos nuestra primera noche solo porque Barent, el viejo metiche, nos molestó más de una semana para que nos quedemos.

Me pongo a llorar como una tonta. No podré superar esto. Hace más de diecinueve años que esto sucedió, pero simplemente no puedo olvidarlo. No soy quien realmente soy o jamás fui quien creo. No sé qué decir o que hacer. Solo puedo llorar. Ahora me siento sola, por más que Adrien esté como un loco desesperado golpeando la puerta, me siento sola. Son uno de esos momentos en donde el dolor y el vacío que tengo en el pecho, superan todo tipo de distracción. Solo lo siento y llorar porque sé que no lograré sacarlo del pecho tan fácilmente.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora